44- María. Por Májica
- 15 junio, 2011 -
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Son aún muy jóvenes. Ella se llama María, tiene 20 años, su marido Juan tiene solamente uno más.
Se conocieron en el hotel “El Trópico” en República Dominicana, en el que los dos trabajaban de camareros.
A menudo sus turnos no coincidían, por lo que cada vez que se encontraban, procuraban robarle algún minuto al reloj para mirarse a los ojos, sonreír, hablar de sus cosas y dedicarse el uno al otro sencillas y tiernas palabras de cariño.
Pronto el flechazo se hizo realidad, y ambos comprendieron que se habían enamorado, se querían, y que les gustaría compartir el resto de sus vidas.
Pensaron en su futuro, en la pequeña chabola a las afueras que, con esfuerzo, podrían adquirir poco a poco, aportando cada uno la mayor parte de su sueldo de diez mil pesos, que sumados hacían un total de cuatrocientos euros.
Al poco tiempo se casaron y, ya pagada la entrada de su diminuta casa, comenzó su nueva e ilusionada vida en común.
Todo iba bien entre ellos; no les sobraba nada, pero tampoco les faltaba, hasta que un día María se dio cuenta de que esperaba un bebé.
La agridulce noticia se convirtió en el centro de sus vidas, ella tendría que dejar de trabajar cuando su vientre se abultara, así lo dicen las normas, “no está bien vista una camarera embarazada”. Con un solo sueldo, su relativa bonanza económica dejaría de existir.
Cuando el bebé nació –un niño regordete y morenito como ellos, al que pusieron por nombre Juan Jr.–, sus ahorros habían desaparecido por completo, al pagar la atención médica del embarazo y el parto y los utensilios y ropas que necesita la llegada de un recién nacido. Aunque María pudiese volver al trabajo, dejando el bebé al cargo de algún familiar, el agujero causado por la etapa de “mitad de dinero y doble gasto” apenas les permitía llegar a fin de mes.
Fue entonces cuando sucedió. En el hotel, ocupado en gran su gran mayoría por clientes americanos, María se fijó en un hombre que nunca compartía su mesa a la hora de las comidas. Sentía lástima por los obligados silencios y los brindis al vacío que observaba en él.
Este solitario personaje procuraba siempre sentarse en las mesas que fuesen servidas por ella, y ella procuraba que ningún otro compañero se le adelantara a la hora de servirle… Pero de naturalezas distintas y sexos opuestos, el juego del encanto se puso en marcha y lo que para María era un hacer más llevadera la soledad del cliente siendo amable, para él su presencia se convertía en fuego interno, un deseo difícil de controlar que lo invadía cada día ante su mera presencia.
Ella compartió su experiencia con su marido y juntos intentaban imaginar el porqué de su soledad. Un tremendo e inevitable ahogo en la garganta de Juan lo empujaba a no dejar aflorar el pensamiento que pugnaba por salir en forma de palabras…
Cierto día, el extraño le preguntó a la chica su nombre, y sin esperar a que la misma pregunta saliera de los labios de ella, él le dijo que se llamaba John. María le comentó que su esposo y su hijo también tenían ese nombre. Tras un rato de bromas con sus difíciles intentos de conversación coherente en un improvisado espanglish, el americano le preguntó si su marido le permitiría tomar una copa con él.
Y añadió: –Te pagaría 5000 pesos si lo pasamos bien.
Cuando María llegó a casa, su cara hablaba por sí misma. Juan no tuvo que preguntar qué había pasado, lo supo leyendo los ojos de su mujer. Y no le permitió decir ni una palabra, sólo dejó su mirada perderse dentro de ella, rozó con sus labios una lágrima que huía mejilla abajo y le dijo en un susurro y con una ternura completamente inusual: –Hazlo. Necesitamos el dinero.
A partir de aquel momento lo prohibido se convirtió en bendición.
El sobresueldo de María les permitió salir de su apuro económico, sus 10000 o 15000 pesos extra al mes les brindaron la posibilidad de cambiarse de casa a una un poco mayor, y mirar la vida con ojos de “ricos” entre la pobreza de los que les rodeaban. Y… ¿por qué no decirlo?, fueron tan felices…
Me recuerda al argumento de la película «Una proposición indecente» con Robert Redford y Demi Moore (creo recordar). Por supuesto aquí hay otros mimbres y otras vidas. Está bien, aunque el final tal vez daba para algo más de intensidad. Por supuesto, es más fácil opinar que escribir.
Un saludo con mis mejores deseos para el certamen.
Más que un relato, es un esbozo, una idea que, como indica Charlotte, ya fue usada. Sin embargo, el escritor sabe que ya todo fue escrito (después de los clásicos griegos nos quedó poco con que trabajar jejeje); lo importante, entonces, es eso que te distingue de los demás, el toque individual, la originalidad o belleza de tu prosa, la exactitud, la estructura, la profundidad, el punto de vista; ¿ves lo que quiero decir? ya tienes el armazón de la casa, ahora constrúyela, ponte en los zapatos de los personajes que ya pensaste, descríbelos un poco, ahonda en sus emociones, escúchalos y deja que ellos te lleven de la mano a dónde quiera que necesiten ir.
Bienvenida Májica, y mucho ánimo.
La idea es buena, por mucho que un argumento como ése tiene su morbo y la industria del cine, naturalmente, hace tiempo que le sacó todo el jugo que pudo.
Pero otra cosa es darle forma sobre el papel (el monitor, más bien) quienes no gozamos del dorado salario de un buen guionista de Hollywood.
En tu caso yo hubiera eliminado toda la explicativa y lineal primera parte para ir incluyéndola luego fraccionada dentro del relato, que podría comenzar, por ejemplo, cuando da a luz al hijo y se quedan sin blanca.
Mucha suerte, Májica.
El relato y la historia son malos, sin más contemplaciones ni rodeos.
La idea es buena, aunque el relato parece más bien un resumen de una idea bastante más larga.
Suerte.
Deja que los personajes actúen, el relato debe mostrar, no explicar. Como ya te han dicho antes, lo de menos es el tema, lo importante es cómo contarlo. Ánimo y a seguir escribiendo.
MÁJICA, PARECE SER QUE AÚN TE FALTA CAMINO POR RECORRER, PERO CREO QUE VAS POR LA SENDA CORRECTA.
SUERTE
Gracias a todos por vuestros comentarios. De unos aprendo, con otros sonrío, otros me avergüenzan… pero sobre todo me demuestran que detrás de la pantalla hay personas.
Pues a mi me ha gustado, sobre todo el final.
Suerte, Májica, y gracias por tu comentario, soy la vecina de arriba, la del nº 45
Gracias, vecina.
jaja
Esto es todo un rascacielos…
Enhorabuena, Majica. Se nota que tienes madera, aunque pueda faltar un poco de experiencia.
Suerte.
Gracias, Gerardo. Estás en lo cierto en tu segunda afirmación, ojlá lo estés también en la primera.
Un saludo
Suerte
Vaya manera de ganarse la vida, ¿no? Coincido con otros en que se te ven cualidades pero todavía tienes que continuar practicando. Con mis mejores deseos…
La idea es interesante… y estamos para aprender. Ánimo, un abrazo y mis mejores deseos.
Precisamente, en ese apresuramiento final por contar en cuatro palabras el desenlace, está la fuerza del relato según yo lo veo. Un demorarse en una historia normal y corriente y de pronto ¡zas!, la última frase en donde se condensa la moraleja: es fácil ser dignos cuando se tiene la vida resuelta. Y también : «Dame pan y dime tonto».
Únicamente tengo algo que objetar: si María ya no trabajaba como camarera después del parto, ¿cómo es que conoció al americano en el hotel? Pues dice: «…aunque pudiese volver al trabajo, dejando al bebé al cargo de algún familiar…» Eso indica que se considera su vuelta al trabajo como una probabilidad. En caso de que sí se incorporase, debería decir: «…y, aunque pudo volver al trabajo… etc, ….»