Entrando en la ciudad por el paseo marítimo, además de disfrutar de unas maravillosas vistas al mar, y de tener el placer de deleitarse con la parte más moderna de nuestra ciudad, podrá encontrar el camino del hospital sin mayores contratiempos. Es una avenida ancha, con un bulevar central donde altos plátanos crecen con parsimonia, sin demasiada circulación. Tan solo a la mañana temprano, cuando los ciudadanos que no están desempleados se dirigen a sus trabajos y los niños que no necesitan trabajar van al colegio, encontrará usted ciertas dificultades. Es por ello que le recomiendo que haga el viaje de tal manera que entre en la ciudad, por ejemplo, a las doce del mediodía. De esta manera podrá usted llegar con tranquilidad, aparcar el coche junto al Museo Marítimo (de reciente inauguración; se lo recomiendo vivamente) y tomarse unos pinchos a modo de comida ligera. La brocheta de salpicón de marisco y el bacalao a la soda son especialidades que no debería dejar de probar. Si el tiempo es bueno, cosa que suele suceder con frecuencia por esta época del año, siempre puede sentarse en una terraza a disfrutar de la comida mientras contempla el mar. Claro está, en estos locales los precios son superiores a la media. Y lo más caro de todo es precisamente la primera línea de mar y playa, que tampoco falta. Se puede, no obstante, callejear por el mosaico abigarrado de la antigua urbe y buscar, sin muchas complicaciones, una tasca de precios más sensatos y calidad más que aceptable.
Si lo desea, después de comer se puede dar un baño que le ayude a quitarse de encima el estrés de la conducción. Hoy en día se conduce muy rápido, y se siente uno muy presionado por esos conductores agresivos, casi violentos, que armados con poderosos vehículos dotados de gran potencia, creen sentir un cierto derecho especial sobre el uso del carril izquierdo y no dudan en reclamar sus supuestas prerrogativas a golpe de luces y bocinas. Eso cuando no acercan el morro de su coche hasta casi rozar la parte posterior del nuestro. Así pues, paciencia y prudencia en el viaje. La temperatura del agua es muy agradable por estas fechas, y no debe temer, como piensan los más viejos del lugar, que pudiera sufrir un corte de digestión.
Si no desease pegarse un baño en la playa, pues el salitre en la piel junto con la arena son una incomodidad posterior indeseada tal vez para usted, puede tomarse un café en el Casino. Se lo recomiendo. Se trata del antiguo Casino, en el que solo los socios, únicamente hombres, podían matar las sobremesas con café, copa y puro. Allí, qué le voy a explicar que no sepa, se discutía de política, de religión, de fútbol o de mujeres. También se podían dormir discretas siestas con la cabeza apoyada en unos sillones orejeros altos, de los que todavía queda algún ejemplar. Convenientemente restaurado, por supuesto. Pero hoy en día este lugar es un local abierto a todos. Le aconsejo vivamente el café con leche y helado de té verde, que además de resultar un excelente revulsivo del sueño de sobremesa, ejerce una muy favorable influencia sobre la salud. Se lo dice un médico, que ha leído, curiosidad más que nada, estudios publicados en revistas de salud nutricional. En cualquier caso, si usted es de aquellos a los que la digestión les requiere el concurso de abundantes recursos sanguíneos en la zona del estómago, le insisto en que todavía quedan sillones orejeros donde poder descabezar un sueño sin perder la compostura. Claro que usted, a juzgar por la edad de su padre, no debe ser un hombre muy mayor, joven diría yo. Y en su caso, probablemente la compostura sea algo secundario. No me interprete mal, no le conozco y la única referencia que tengo de usted es la que su padre me ha podido ofrecer. Pero creo que no ando descaminado. Decía, que si después de haberse tomado un café con helado en el renovado Casino, ahora dotado con muebles austeros de diseño vanguardista (a mí, personalmente no me convencen estas moderneces, estos muebles tan sencillos, tan sobrios; parece uno encontrarse en una celda de un monasterio, pero en gustos hay colores como dice el refrán), dispone de un poco de tiempo, podría darse un paseo por nuestra ciudad. Es una muy digna capital de provincias y tiene un par de monumentos que merecen ser visitados. Ojo, que no digo esto por ser un ciudadano nacido aquí. Creo que mi pasión por esta ciudad, por la comarca en la que está insertada, es una pasión basada en unos hechos irrefutables, y no solo en la vecindad de toda la vida.
Quiero hacerle notar que, excepción hecha del Casino, no le he recomendado ningún otro sito, a pesar de que mi hijo mayor regenta un pequeño local de tapas en el casco viejo. He querido separar los intereses familiares, y ofrecerle consejos puros, desprovistos de ocultas intenciones. Soy de aquellos que aman su tierra por encima de todo, de casi todo. Sintiendo el orgullo profundo por el suelo que piso cada día, deseo que los visitantes que pasan por este lugar, aun encontrándose en un amargo trance, como usted, disfruten en la medida de lo que el destino les permita, de la belleza, la historia y los paisajes que a mí, con indudable y creciente interés, me siguen fascinando.
Dispone la región de una cordillera en la zona norte que se extiende, a escasa distancia de la ciudad, de este a oeste, ofreciendo hermosas vistas en invierno de los picos nevados. Al sur, la tierra más llana se caracteriza por una rica oferta agrícola y ganadera que tiene su traducción en unos excelentes productos gastronómicos. Y al este el mar, que dulcifica el clima. Como puede comprobar, tenemos de todo.
Aproveche esta ocasión, hombre. En cuanto a la historia de la ciudad, qué le puedo decir que no sepa ya usted: primero los romanos, que la fundaron, luego los visigodos, quienes le dieron un renovado vigor, para continuar con los árabes, que dejaron su impronta en numerosos monumentos. También tenemos iglesias góticas, un monasterio renacentista, un castillo, restos de unas murallas… En fin, que debería usted aprovechar las horas de luz para deleitarse con tan abundante oferta arquitectónica antes de venir aquí, a este aséptico, pero muy limpio y reconocido hospital, para visitar a su padre. El cual, dado que ya ha entrado en coma, probablemente con carácter irreversible, y no puede reconocer, ni ver, no va a aportarle nada nuevo a su vida.
Claro que usted objetará, no le falta razón, que el objeto de su visita es, fundamentalmente, visitar a su enfermo padre. Pero, sinceramente, creo que vivirá todavía una o dos semanas más, así que no veo el motivo de apresurarse y dejar pasar una oportunidad como ésta. Piense que si su pobre padre muriese, lo cual, aunque no lo deseo, como profesional de la medicina lo veo inevitable en el plazo anteriormente señalado, usted andaría liado con los papeles del entierro, los seguros, la herencia, las visitas, los pésames, etc. Y, claro, ya no tendría tiempo, ni quizá disposición de ánimo para hacer turismo por esta bella ciudad. Cada uno tiene derecho a sentir lo que quiera, o lo que la naturaleza le incline, hacia sus familiares. Así que, si a pesar de todos mis consejos, basados en mi buena voluntad y deseo de hacer la estancia más agradable a los visitantes de esta ciudad, decide hacer caso omiso de ellos, le estaré esperando en mi despacho para comentar el caso de su padre, antes de autorizar su visita.
No quiero perderme con más detalles. He de regresar a atender a mis pacientes, entre ellos a su digno progenitor, que, dicho sea de paso, no ha mejorado mucho en los últimos días. Recuerde mis consejos. Conduzca con prudencia, que la carretera es peligrosa y no quisiera tener que atenderle como paciente en lugar de recibirle como visita.
Reciba un atento saludo
Firmado: Doctor Andasoto Crujete