VIII Certamen de Narrativa Breve 2011

67- A veces pasa. Por Beatriz

A veces pasa. Alguien dice algo o hace algo, y de golpe, vuelves a la realidad. Y ya da igual todo, da igual que intentes que no te afecte; da igual que nadie lo note o que consigas disimular con una estupenda sonrisa la cara de idiota que tú sabes se te ha debido de quedar aunque nadie se haya dado cuenta. 

Y te sientes como la persona más tonta del mundo, como si fueses una cría de quince años que aún no sabe las consecuencias de sus actos, y lo piensas “seré tonta, mira que estar a punto de hacer tanto el ridículo” porque sí, porque era ridículo pensar que las cosas pudieran haber terminado de otra manera. Porque, a estas alturas, parece mentira que no sepas que tú eres tú, que tu vida es la que es y que, por mucho que quieras, o que lo intentes, hay cosas que nunca cambian. 

Porque pueden pasar cinco, diez, o quince años y seguirás siendo tan enamoradiza como el primer día; porque una sonrisa seguirá siendo capaz de despertar algo que creías ya desaparecido para siempre; porque cuando esa sensación vuelve sigues rezando para que esta vez dure, para que no acabe igual que siempre, y siempre te equivocas. 

Desde el primer momento lo sabías, o lo intuías, que no podía ser tan fácil, que no podía ser tan bonito y, aún así, te dejaste llevar. Soñaste con las estrellas, hiciste de un simple grano de arena un magnífico castillo en el aire y, como era de esperar, el castillo se deshizo al más leve soplo de viento. Porque c´est la vie. 

Y aquí estas ahora, con los ojos salados y el corazón roto, mirando a través de una cortina de lágrimas el inhóspito paisaje urbano que ante ti se alza y sientes miradas extrañas clavarse en ti como puñales y todas duelen, y ves la suya, que duele más que ninguna otra, que te mira y no te ve y sientes como poco a poco te vas encogiendo, como si pudieras llegar a volverte invisible si lo intentas con suficiente ahínco. Deja de intentarlo, te ven igual o mejor dicho, te miran igual, porque en realidad nadie se ha dado cuenta de tu cara de idiota, tan solo tú, que sigues ahí sentada y sonriendo, aunque con tu corazón roto.

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