68- Flores silvestres. Por Dimanche
- 27 junio, 2011 -
- Relatos -
- Tags :
- 34 Comentarios
Hace mucho, mucho tiempo, yo tenía un pueblo donde pasaba los veranos cuando era niña —y no tan niña—, y una casa fresquita durante el estío y cálida en el invierno. También tenía una abuela, toda dulzura, a la que adoraba; y un abuelo, cejijunto, contrito de espíritu e iracundo la mayoría de las veces, al que llegué a temer. Cuando la edad me trajo el atrevimiento lo apodé El Sieso. Mamá me mandaba allí todos los veranos, mientras ella y papá viajaban por el mundo. Esa costumbre se hizo extensiva, obviando mis protestas, al resto de las vacaciones. Fue así como el pueblo se convirtió en mi segunda casa, y si al principio era remisa a obedecer, después no había quien me arrancara de sus calles, pues el municipio llegó a construir una apetitosa piscina donde zambullía el calor y las malas ideas. En verano, mi abuela y yo, nos manteníamos muy ocupadas: por las mañanas yo me sentaba a leer cuentos, y ella cocinaba para la cena y para el día siguiente porque El Sieso se llevaba la comida al campo. Pasaba la jornada fuera de casa, algo que mi abuela y yo agradecíamos. Por la tarde, después de regresar yo de la piscina, salíamos las dos a dar largos paseos. Muchas veces, a la caída del sol, mi abuela me llevaba a Villa Quieta (así llamaba al cementerio, aunque nunca traspasamos los muros), mientras me contaba historias, como «cuentos de Calleja», que yo escuchaba con especial deleitamiento. Su único propósito era ir allí, conmigo de carabina, sin llamar la atención. Se acercaba subrepticiamente a la tapia del cementerio, sacaba del jubón un ramillete de flores silvestres y las esparcía por el suelo; después tocaba la pared y se besaba la mano como si hubiese tentado el muro de las lamentaciones. Siempre buscaba el momento en el que me creía distraída. Así fue durante mucho tiempo. Y cuando me descubrió espiándola me pidió con total naturalidad que no comentara nada a mi abuelo: esa sería nuestra confidencia. Por supuesto, nunca se lo dije a El Sieso.
Ahora ha sido asfaltado el camino que lleva al cementerio, antaño de polvo y piedras. El alcalde está pavimentando las calles de la población, y el aire se ha impregnado de olor a alquitrán, lo que me impide disfrutar, en este mes de junio, de las menudas y olorosas flores de los tilos del camposanto. Voy cabizbaja, imbuida por recuerdos que me aíslan del murmullo de la comitiva. Levanto los ojos, el féretro de mi abuela parece reguilar como un flan entre las cabezas de los lugareños que la portan a hombros. Una legión de evocaciones se concita en mi mente como potrillo desbocado, piafando el llanto.
Todo el pueblo se ha congregado para despedir a mi abuela. Mamá, atrincada al brazo de papá, llora desconsolada y me busca con la mirada. La pena me desborda pero no puedo llorar. Yo soy hija única y mamá también lo era. Nuestra vida encierra un efecto bumerán, lo que a veces no es muy llevadero. Hoy, más que nunca, tengo la sensación de que le robé el cariño de la abuela. Mamá siempre abrigó celos de nuestra relación y eso nos distanció mucho. El Sieso no le prodigó amor y su madre no supo dárselo. Nunca hablaba de su niñez. Luego, cuando se independizó, visitaba a sus padres poco y con sospechosa aquiescencia. Pobre mamá. Aprieto su mano con ternura.
Mamá lloró por guardar las apariencias en el entierro de El Sieso, que murió un 11 de enero, hace cuatro años, en uno de los inviernos más fríos que yo recuerdo. Mi abuela iba junto al ataúd, escondida bajo su gorro frigio, guardando la compostura y sin un solo lamento. Cuando volvimos a casa sacó una botella de vino, llenó un vaso y se lo bebió de un trago. Mamá huyó del comedor, y no sirvió de nada que la abuela le dijera que era el vino favorito del abuelo y brindaba por él; ella no aprobaba ese comportamiento, era su padre al fin y al cabo y le debía respeto. Para la abuela, en cambio, la muerte del marido fue una liberación. Y yo más que nadie la entendía. Aunque lloré su muerte. Lloré por las tres, y no aprobaba, en absoluto, el comportamiento de mi abuela. El Sieso vivió tan desapegado de la familia y tan solo, que ya tuvo bastante castigo con eso. El brindis de mi abuela me quedó un reflujo de El Sieso en la garganta: era Navidad y helaba en la calle, yo entraba muerta de frío y me acerqué a la chimenea a calentarme las manos. El Sieso estaba sentado en su sillón y lloraba en silencio; las llamas fulguraban en sus ojos transparentes. Me miró, desde los confines de su otredad, y me mostró su alma, que siempre había estado ahí. Me turbó verlo así, me estremeció tanto que, sin saber qué hacer ante ese llanto clandestino, salí y lo dejé sumido en la tristeza, como si lo hubiera abandonado a su suerte. Desde ese día no volví a tenerle miedo. Confieso que para mí, con los años, se había vuelto invisible. A veces pienso en él y me pregunto si su vida no fue más que una añagaza del destino, como si quisiera arredrar a los demás con su presencia, sin razón aparente; con un guión bien aprendido, siempre a la espera de un milagro que nunca llegó. O, simplemente, vivió tajeándose como un condenado, cuyas razones solo las sabía él.
Unos meses después de la muerte de El Sieso, la abuela me pidió que pasara unos días con ella en el pueblo. Hacía varios veranos que la visitaba poco, ella prefería viajar a la ciudad para vernos; desde que murió El Sieso no parecía necesitarme tanto y mi vida como universitaria me dejaba poco tiempo en vacaciones.
Llegué una tarde en la que los nublados dibujaban un cielo plomizo que amenazaba lluvia. No era más que una tormenta de verano, pero descargó su rabia justo cuando estacioné a la puerta de mi abuela, y me mantuvo durante un rato dentro del coche. Me dio risa verla descorrer los visillos y asomarse a la ventana, santiguándose. Me parecía que nada había cambiado. Qué equivocada estaba.
Al día siguiente, el sol nos había conquistado de nuevo. Me llamó temprano, desayunamos juntas como en otro tiempo, y me dijo que tenía algo que contarme, algo muy serio. Yo sería la depositaria de ese documento sin papel —como una caja fuerte que no debía abrirse nunca—, y el contenido moriría conmigo. Jamás había visto así a mi abuela y consiguió asustarme. Me acomodé en la silla con solemnidad e intriga.
—Antes de contarte nada —me dijo—, quiero que vengas conmigo.
Me levanté y la seguí. Supuse que íbamos al campo que rodea el cementerio, como cuando era niña, escena que tengo grabada en la memoria como si de un ensalmo se tratara. Se acercó a la tapia y palpó la cal, llevaba una especie de espátula y desconchó la pared. Me enseñó unos agujeros que había dejado al descubierto.
—Si te fijas bien, puedes ver manchas rojas.
—Sí, abuela, las veo.
—Es sangre. Ni siquiera se molestaron en limpiarla, encalaron encima. Ahí murió tu abuelo, fusilado. La guerra civil fue cruel… inhumana.
—¿Cómo dices, abuela? Mi abuelo ha muerto hace poco. ¿Te has vuelto loca?
—Se llamaba José —siguió, sin escucharme—, lo apodaban El Negro porque era muy moreno, y muy guapo. Tú te pareces a él.
—Abuela, no sabes lo que dices…
—Estábamos muy enamorados. Tu abuelo, el que siempre has conocido, que me tiraba los tejos (a pesar de que José era mi novio), se había ido al frente. Era un rojo como José. De hecho se conocían del partido. José se quedó en el pueblo con un grupo de republicanos, hasta nueva orden. La guerra había terminado, aunque aquí todo era confuso. Pero sabíamos que había vencido el fascismo, y no tardarían mucho en ocupar los pocos pueblos que quedaban en manos republicanas. Yo le había dicho a José que huyera pero él no quiso dejarme sola; cometí la torpeza de decirle que esperaba un hijo suyo, si bien no era visible el embarazo. Pensábamos casarnos cuando todo acabara.
—¿Supieron en el pueblo que estabas embarazada?
—No, nunca lo supieron, salvo el que sería luego mi marido, el único abuelo que has conocido. Él sí lo sabía. Aún así se casó conmigo, pero no consiguió enamorarme. Él, sin embargo, cumplió su deseo: tenerme para él solo.
Me conmovió; sus palabras parecían desbarrar toda cordura. Pero ella sabía muy bien lo que estaba diciendo. Ahora tomó forma el rito que se había impuesto en vida, como si el finado, mi verdadero abuelo, se lo hubiera pedido en aras del amor. O ella misma, para no perder el juicio, y por lealtad. Yo podría haber visto un acto romántico en los hechos, pero solo era capaz de ver a mi abuela sumida de rondón en el fango del infortunio y la condena. Una carga muy pesada de la que por fin se había aligerado.
Me acerqué y le di un inmenso abrazo, y lloramos juntas; para mi abuela fue como una catarsis. La llevé a casa a regañadientes y allí me contó el resto de su historia. Me parecía que nada podía superar aquello, pero nuevamente me equivoqué.
El Sieso, que se había ido como rojo, volvió como fascista con el bando de los vencedores. José no había abandonado el pueblo y, como una purga, unos días después de la vuelta de El Sieso, apareció muerto junto a la tapia del cementerio; lo habían fusilado. Nadie supo nunca quién dio la orden ni por qué, ya que otros republicanos no fueron ajusticiados, sino encarcelados. Hasta que El sieso, en su lecho de muerte, le lanzó, como una azagaya, que había sido él quien asesinó a José, e imploraba perdón. Estaba totalmente arrepentido. Después lloró como un niño mirando a mi abuela que lo llamó malnacido una y otra vez y le gritó que nunca le perdonaría y que podía irse al infierno. Así fue como quedaron los dos en paz. Como habían vivido: el uno sin el otro. La muerte de José permaneció impune, como tantas otras que se hicieron con venganza fratricida. Fue un mazazo para mi abuela, un denuesto del destino: haber convivido con el asesino del padre de su hija. Corrían malos tiempos y si se casó con El Sieso fue por seguridad, por la hija que esperaba. Una vez más los hados habían aplicado su caprichosa justicia: tanto El Sieso como mi abuela habían pagado su propio monto con la vida.
Me alegró saber que El Sieso no era mi abuelo. Desde niña sentí que no había nada que nos uniera, como si no tuviera que ver conmigo. Pero en el fondo de mí misma le guardaba una hebra de afecto atávico.
El sepulturero sella el nicho de la abuela. Todo ha terminado. La cohorte de parroquianos y familia abandonan el lugar. El campo que rodea Villa Quieta está seco; ha perdido la verdura de los tiempos remotos, y los poyos de sentarse ya no existen. Miro el muro de los fusilamientos: alguien ha vuelto a blanquear el destrozo que hizo mi abuela. O ella misma, con el afán de dejar las cosas como estaban.
Cuando nadie me ve, saco de mi bolso un ramillete de flores silvestres y las desparramo a mi paso.
Un relato escrito con minuciosidad y con un lenguaje exquisito. La historia es buena, aunque, tal vez se le podría haber sacado más «jugo». Con todo, lo he disfrutado.
Un saludo con mis mejores deseos para el certamen.
HERMOSA HISTORIA, BELLAMENTE CONTADA, AUNQUE PARA MI GUSTO LE SOBRAN ALGUNAS LÍNEAS (PERO NO LA ESCRIBÍ YO, SINO TÚ DIMANCHE) TE FELICITO, SUERTYE
Un lenguaje selecto y pulido y unas formas exquisitas para una historia, otra, pero buena, de las dos Españas y todo lo que nos cargaron a cuestas (y que todavía está rodando por ahí).
Es un relato muy largo, pero ni en una sola línea engorroso de leer. Todo lo contrario.
Felicidades.
Muy bien por el lenguaje, por la prosa. En cuanto a la historia, no sé, desde el primer párrafo me di cuenta de lo que iba a pasar, pero esperaba una forma más sorpresiva en la narración y no la clásica retrospectiva con diálogos explícitos.
Mis mejores deseos, Dimanche.
Charlotte, Moreda, Rafael y K.K, muchas gracias por vuestro tiempo y vuestros comentarios.
Mis mejores deseos para los cuatro.
Suscribo los comentarios pero me gustaría resaltar la riqueza del vocabulario que utilizas, hay un número elevado de palabras que entiendo por el sentido de la historia pero tengo que admitir no conocerlas.
Es cierto que, en algún momento de la historia, es previsible lo que pasó, pero no molesta en absoluto.
Enhorabuena, es un buen relato, te deseo suerte.
Gracias, Tiglatpileser III. Un honor que un rey como tú se haya detenido en mi relato.
Gracias por tu comentario.
Saludos.
Un relato bien esrito que cuenta muy bien una historia sencilla y que yo no he descubierto hasta el final siguiendo con atención la trama. Creo que dosifica la información adecuadamente y el lenguaje.
Enhorabuena DIMANCHE. Te deseo suerte en el certamen 🙂
Muchas gracias, Salomé, por tu comentario.
La literatura está llena de historias sencillas, pero intensas.
Saludos
Un relato que me ha tocado la fibra sensible con el personaje del Sieso. Es el quien me ha dado pena, mas que la abuela o José. Tal vez porque le veo una víctima de sus errores.
Te deseo mucha suerte, Dimanche.
Un abrazo.
Muchas gracias por tu comentario.
El Sieso, tienes razón, es un personaje con relieve en el cuento y, como una paradoja, a pesar de lo que hizo, se muestra como víctima de sí mismo y de los hechos que le tocaron vivir… Un ejemplo de lo que fue la realidad: hubo muchos Siesos en esa época en la que se ubica el relato, más de lo que cabría esperar.
Saludos
Una historia tan sencilla como real, pero yo ya acuso el cansancio y no he entendido lo de quedarse con el Sieso y no con José, si los dos son del mismo bando, parece que nada los diferencia, encima está embarazada de José…,seguro que será culpa mía.
Suerte y si puedes dímelo, gracias.
Sí, creo que acusas el cansancio.
Gracias por tu tiempo y tu comentario.
Pues mira, creo que tenía tan claro que la situación previa de los dos era la misma y que no tenía razón que aunque no hubiera podiso casarse con José, lo hiciera con el Sieso, que no me había percatado del «pequeñísimo» detalle de que estuviera muerto, ya ves un motivo tonto.
No tenía la verdad nada qué «entender», pero se ve que hay párrafos que leí…
Y perdona por la molestia, ¿eh?
Una historia contada con pelos y señales. Quiero decir que es, a mi juicio, excesivamente previsible. No desde el principio, pero sí desde que aparece José. Está escrita de forma clara y se lee fácil. Para mí lo mas interesante es el contenido. Esa mezcla inhumana de familiares y amigos en ambos bandos, es algo que se dió en demasía. Y en muchos pueblos destrozó familias enteras. Quizá lo mejor sea olvidar, pero cuando el enemigo está tan cerca, no es fácil. En fin Dimanche, puede que esté bien recordar de vez en cuando. Aunque no sea más que por aquello de que «los pueblos que olvidan su pasado…». Por terminar, no consigo descifrar una palabra de una frase y me gustaría que me la aclararas. Solo por curiosidad:»el féretro de mi abuela parece reguilar como un flan entre las cabezas de los lugareños». ¿Está bien escrito «reguilar» o es algún otro verbo?. Es que no la encuentro en el diccionario.
Suerte Dimanche.
Reguilar sí viene en el diccionario.- 1. intr. Dicho de una persona o de una cosa: Moverse como temblando.
Espero haber aclarado tu duda. Siempre se aprende algo nuevo. Supongo que ahora ya comprendes, en toda su extensión, el significado de la frase, puesto que lo único que dudabas se refería al verbo reguilar.
Si te parece que es excesivamente previsible, algo que acepto viniendo de un lector, es porque entendiste muy bien la historia. Creo que en este caso lo importante es la mirada de la niña, el trazo sicológico de los personajes y cómo interactúan entre ellos.
Agradezco tu paso por mi relato y tu tiempo.
Saludos y suerte.
Si subes, encontrarás una «respuesta» a tu «respuesta» a mi desfortunado comentario.
Por supuesto, leí tu comentario, tu respuesta a mi respuesta y nuevamente tu comentario informativo.
Agradezco el interés que te tomaste y me alegra que por fin descubrieras algo tan obvio. Creo que el detalle del que no te percataste no era «pequeñísimo» así como tampoco un motivo tonto, al contrario, yo le doy bastante más importancia al «detalle». Pero independientemente de todo ello, de verdad, no creo desafortunado tu comentario… Considero que desde el momento en el que te acercas a leer mi cuento estás en disposición de hacerle una crítica o de comentar lo que creas oportuno. Mi escueta respuesta obedeció a que tenías razón, el cansancio te hizo pasar por alto esa información sobre El Sieso y José, clave para entender la historia. Yo solo me limité a darte la razón. La solución la encontraste tú misma, como debe de ser.
Nuevamente te agradezco tu tiempo, tu comentario y la lectura de mi relato.
Pasaré a leer el tuyo.
Saludos y suerte.
Bueno, ya hablaré totalmente en serio.
¿No viste que puse entre comillas lo de «pequeñísimo detalle» en plan irónico, porque es el meollo de la historia y yo por no haberlo hecho en condiciones, no lo había leído?
¿Cómo no has entendido que yo me he culpado totalmente por no enterarme y encima atreverme a comentártelo?
Ahora sí me ha desilusionado que tú no comprendas el sentido.
Por cierto, te comento:
Historias de ese tipo, de bandos, amores, traiciones, de guerra hemos escuchado todos muchas. Yo conozco una de un querido amigo mío, cuyo padre se fué al «frente», y le comunicaron a la madre, su muerte o desaparición. Ella como «viuda», emprendió otra relación y al tiempo (bastante), el marido volvió, entonces ella….
Lo mismo por influencia de esta historia, me empeñé en dejar a los dos vivos, ja, ja, ja.
Y que conste que me gustó, aunque sea un tema un tanto recurrente.
Tierna historia, escrita con bastante corrección (bastante, ¡vive Dios!). Contrastan sin embargo, para mi gusto, frases demasiado forzadas y hasta repipis, como «Una legión de evocaciones se concita en mi mente como potrillo desbocado, piafando el llanto» con otras que me han parecido geniales («Nuestra vida encierra un efecto bumerán, lo que a veces no es muy llevadero»). Dicho todo desde la mayor de las consideraciones.
Te deseo suerte en el concurso
En primer lugar, muchas gracias por tu comentario y tu tiempo.
Permíteme que no esté de acuerdo contigo en cuanto a que la frase “Una legión de evocaciones se concita en mi mente como potrillo desbocado, piafando el llanto” es repipi y demasiado forzada, creo, al respecto, que es una frase magistral y encierra con una imagen viva lo que la protagonista quiere comunicar. Y lo de «bastante corrección» lo tomo como un cumplido aunque subyace en tu mensaje un aire de ironía que no llego a entender bien, aunque tampoco voy a esforzarme mucho por desvelar mensajes subliminares a esta altura. Creo que escribir con corrección, más bien mucha o bastante, es a lo que aspira todo el que suba peldaños con el esfuerzo diario para llegar a ser escritor. Detrás de cada escritor, amago de escritor si se quiere, hay sesiones maratonianas de esfuerzo y superación, no te quepa duda. Si escribo con bastante corrección se debe a eso, absolutamente a eso.
Y bueno, es lícito tu comentario, pero también mi réplica, es lo bueno que tiene este certamen, el enriquecimiento mutuo.
Gracias de nuevo y mucha suerte.
Dimanche: no seas tan susceptible, porque no es necesario. Lo de repetir «bastante» no era por ironía, sino por enfatizar que me ha parecido más que bastante correcto. No busques otras interpretaciones. Espero haber aclarado tus dudas. Te recuerdo como acabé mi comentario: «dicho todo desde la mayor de las consideraciones».
P.D.: sé perfectamente el esfuerzo que se esconde detrás de cada trabajo; que te voy a decir, si yo también me dedico a estas aficiones.
El Sieso vivió en el infierno que él mismo se había creado, y la abuela igual, actuó cobardemente casándose con un hombre al que no quería.
¡Como me gusta!
Algunas palabras utilizadas no estaban en mi vocabulario, pero como has dicho, es bueno aprender algo nuevo.
Suerte!
Celebro el escribir con esmero y corrección, me parece un acto de respeto para con el lector. Debo decir que el relato me gustó bastante, está bien contado y tiene historia que leer. Un abrazo y muchos éxitos en el certamen.
Gracias, Catch-22 y Scorpio, por vuestro tiempo y vuestros amables comentarios.
Saludos y mucha suerte para los dos.
Bueno, eres la persona con la que más, quizás, respuesta-respuesta haya tenido.
A la última ya no me respondiste, pero por si acaso te lo repito, ya sé que el detallito que yo no había captado y que encima no había que hacerlo porque estaba totlamente explícito en tu texto, era un «detallón», pero por eso lo puse entre comillas, como una broma.
En realidad ese día por un lado me daba apuro y por otro me partía de risa al comentarle a una persona: «He leído un relato donde uno de los personajes muere a manos de uno de los protagonistas. Y la protagonista femenina se casa con este segundo cuando en realidad estaba enamorada del primero, y se me ha ocurrido decirle al autor que no entendía porqué no se había casado con el primero, es decir con el muerto», y yo decía, ¡madre mía, qué burrada!, qué vergüenza y de nuevo ma daba risa.
Bueno, suerte
Bueno, estoy haciendo mi votación particular, ni lo hice con estrellitas ni sé si lo haré ahora entre los cinco finalistas del público.
Solo que me voy a permitir después de haber tomado unas notillas sobre cada relato, decirte que para mí es uno de los equis (pocos), que más me han gustado.
Y mira por donde, después de encuentros y desencuentros, y de haber entendido lo evidente, eres uno de mis elegidos aunque solo le objeto falta de originalidad en cuanto al tema.
Suerte.
Muchas gracias, Lupe, por darme tu confianza. Es un honor para mí estar en tu quiniela de elegidos.
Creo que has trabajado mucho en la lectura de los textos y has sido fiel y asidua participante en el concurso. Te felicito.
Y en lo que a mí concierne, siempre, gracias, de verdad.
Saludos.
Me parece una buena historia, quizás demasiado trabajada, por el lenguaje tan perfecto. Bueno yo pondría «deleite» en lugar de «deleitamiento» y «el brindis de mi abuela me dejó» en lugar de «me quedó» Luego ¿»el alcalde está pavimentando»?,¿el alcalde? ¿No será mejor «en el pueblo están pavimentando»? Pero el relato es brillante por su fondo y su forma. Siento no haberlo leído antes, pero es que no tengo demasiado tiempo y me voy a quedar con muchos sin leer.
Me ha gustado, y lo hubiera votado en la primera ronda.
Gracias por el relato.
Kellroy, muchas gracias por tus observaciones, tu tiempo y tu comentario en general.
Es cierto, como dices, el tiempo es un factor que nos limita, no se pueden abarcar todos los relatos como uno quisiera. Pero a veces ocurre, como ahora, que la casualidad (supongo) nos acerca nuevas lecturas y nuevos vericuetos por los que merodear y saciar nuestra curiosidad literaria; y a veces (también) en el camino, nos encontramos con historias o textos interesantes. Porque en esto de la literatura nunca es tarde si la emoción es buena.
Mucha suerte a ti también.
saludos.
Dimanche:
Casualidades que son bienvenidas, nos llevan a descubrir lo bueno. Tu acertado comentario sobre los comentaristas… o quizá debería llamarles “críticos” de este certamen, que realizaste en el relato 194 “Lo que el viento no se llevó” de Luna Celentano, me ha traído a tu relato. No puedo dejar de felicitarte por tu profesionalismo, madurez, prudencia, sensatez y estabilidad con que te refieres a ciertos comentarios. Se aprecia tu sensibilidad para percibir la ironía, petulancia y prepotencia de algunos que se auto nombran escritores. Hay quienes aparentemente escriben de forma correcta nuestro lenguaje, pero que no nos dicen nada y sería mejor que se callaran.
Tu relato tiene la dualidad (como el de Rafael) que lo acerca al límite de lo perfecto. Por un lado, lo más importante para mí, nos cuentas una maravillosa historia; complementario a eso, al parecer está correctamente escrita. Si digo “al parecer” es porque soy un ignorante en la materia. Si tu relato lo hubiese leído con miles de faltas ortográficas, a lo mejor ni me hubiera dado cuenta. Yo me pierdo en el contenido de las palabras cuando transmiten, relatan, cuentan, transportan al alma de la historia. Tu narración tiene esa gran característica. El pueblo que describes, bien podría ser cualquier población de Latinoamérica. Viví en uno, (me lo recordaste) donde si el funeral era de un hombre adulto, atrás del féretro lo acompañaba un mariachi; si era mujer, un trío cantando románticos boleros; un infante, cuetes y toda variedad de fuegos artificiales. No sé si para ti sea el centro de tu historia, pero lo que más me cautivó fue esa larga vida de la abuela guardando su gran secreto. Lo que nos cuentas es real, autentico, y narrado con una sensibilidad maestra.
No sé si seas Dimanche o Dimancha, en realidad no me importa, y por lo tanto te mando un sonoro beso hasta donde quiera que te encuentres. Por la sensibilidad que se te desborda, vale la pena correr el riesgo. ¿Sabes? Mejor que sean dos besos; uno para ti como autor o autora y el otro para esa maravillosa abuela de tu cuento. AVAL
Como ya sí parece que se acaba todo (independiente de que se quede en la web e incluso quizás podamos seguir hablándonos), quiero:
Por un lado expresar mi experiencia:
Es la primera vez que escribo algo para darlo a leer a los demás, bueno, no es del todo cierto, al mismo tiempo lo hice con otro relato corto, pero no tiene nada que ver con el seguimiento de este. Y la experiencia ha sido preciosa. ¿Qué iba yo a imginarme que habría tantas personas comunicándose alrededor de este concurso?, ¿cómo iba a pensar que unos días con más tiempo y otros con menos, esto me iba a llenar tanto?, (tanto que estaba deseando acercarme al pc para ver qué había de nuevo).
Y por otro lado expresar mi agradecimiento y felicitación tanto a la administración, que creo que trabaja con muchísimo interés para sacar esto adelante, como al resto de (¡prepárense!), «escritores y escritoras».
Cuando pueda iré tomando nota de sugerencias hechas en varios campos, tanto en recomendaciones estilísticas como en lecturas, (me permito hacerlo yo con los dos libros a los que aludo en mi relato).
Creo que a unos once relatos les he hecho una consideración especial, para decirles que eran los que por uno u otro motivo más me habían gustado. Digamos que en una libreta puse una frase a todos y una calificación. Esos alcanzaron hasta un ocho, pero hay después un número largo con un siete, de relatos que me han gustado, pero casi en todos, me lo ha estropeado la falta de originalidad en temas creo que demasiado socorridos e impactantes. Si volviera a leerlos, seguro que variaría mi opinión cualitativa y cuantitativamente, pero eso ya queda para otros momentos.
De nuevo, gracias a todos y suerte.
Dimanche,me hubiera gustado verte entre los finalistas porque tu relato es de las historias que me llevo y además me encanta tu forma de escribir. No quería dejar de decírtelo.Un abrazo.
Muchas gracias, Salomé, considero tu comentario como mi premio particular y me siento afortunada. Y con eso es con lo que me quedo. Te deso muchos éxitos literarios.
Un beso y mis mejores deseos para ti.