Crónica, Entrega de premios 2011
Crónica de la entrega de premios por Ángel Guardiola Y Rafael Borrás
Ángel Guardiola Gómez
Premio del público (ex ecuo)
175- El Secreto de Mademoiselle. Por Ambrose Bierce
Me piden que relate mi experiencia durante la entrega de premios del certamen de narrativa de 2011. La novedad del evento exige que cumpla con mi compromiso lo antes posible, pero odio trabajar bajo la presión de los plazos, porque cuando lo hago sólo me sale lo que en círculos literarios especializados viene conociéndose como «una chufa». Así que no pienso hablar de lo que pasó este año. Sin embargo, lo haré del año que viene, porque para entonces aún nos queda un rato.
Confieso que necesito volver el año que viene, porque necesito saber si, como sospecho, el esfuerzo, la amabilidad, el don de gentes y las dotes de organización desplegadas por Mª Luisa y el resto de sus silentes colaboradores no fue un mero artificio para hacernos sentir más cómodos a pesar de los inevitables nervios con los que acudimos a aquella velada. Necesito volver al año que viene para decir algunas cosas que no dije. Para decirle a Jose Luis-«Noski» que su relato estaba entre mis tres favoritos a ganadores, aunque al final no pudiera llevarse el gato al agua. Para decirle a Ana Mª María Tomás y a su eterna sonrisa cómo descubrí que uno de mis mejores amigos, compañero de piso durante mis años de estudiante, lo es también suyo, y me asegura que es todo un privilegio escuchar de su propia boca uno de sus hermosos poemas eróticos. Y por si fuera poca coincidencia (sí, mi vida, como sabéis, está llena de coincidencias) resulta que mi amigo desconocido también conoce (y habla muy bien de él) a Pepe Belmonte, miembro también del jurado. Necesito volver para revelar a ambos el nombre de este amigo común. Y para contarle a Julia Muñoz lo cerquita que estuvo mi hija Patricia, allí presente, de ser una alumna más de su instituto.
Necesito volver el año que viene para que Raquel, Luis o Yolanda me reciten algún poema del libro con el que resulté agraciado en el sorteo, ya que pedirme a mí que lea una poesía es desperdiciar todo el talento que el autor ha derrochado en ese empeño creativo. Y necesito volver para disculparme ante Belén-«Capitán Wentworth» por mi torpeza, pues descubrí con horror un día después que estuvo presente en la velada y no llegué a felicitarla, como quise hacer con todos los finalistas, porque fui incapaz de relacionarla con la foto publicada en la web por la organización. ¡Estúpido de mi! No se si tendré la oportunidad entonces, pero necesito volver el año próximo para preguntar a Fernando Marías qué opina de las editoriales digitales al estilo de «Bubok». Y también para que Blanca-“Hiedra” me mantenga informado de cómo fue la temporada de cría a la pareja de golondrinas (o aviones comunes, que más da) que en forma de okupas alados de 12 gramos de peso vienen usurpando parte de su balcón desde hace algunos años.
Necesito volver para continuar donde dejamos, Elena-“Céfiro”, esa conversación sobre lo divino y lo humano. Y para contarle a Sandra-«Vyridia» que confundir a su madre con su hermana no fue ni una artimaña de seductor (¡qué lástima!, yo que sólo he conocido una mujer en mi vida, con la que tuve la suerte de casarme y compartir alegrías y tristezas) ni un disparate, pues me consta que no fui el único galán que cometió ese error aquella noche. Necesito volver el año próximo para que Raúl-“Gretel” me revele el secreto del licor espirituoso contenido en la botella que sostiene en su foto, ese que, cual poción mágica de una pequeña y lejana aldea gala, le otorga las fuerzas necesarias para escribir historias tan sensibles como la de sus tres Emilias. Necesito volver para agradecerle su voto a Jose Juan-«Archibaldo» y para asegurarle que, si yo hubiese formado parte del jurado, le habría votado una segunda vez más (y una tercera, si hubiese sido necesario un desempate). Pero sobre todo necesito volver el año que viene porque, como en toda reunión familiar, siempre se echa de menos a alguien. Y en esta yo eché de menos a tantos amigos ausentes que no podría mencionarlos a todos en este espacio tan reducido: Lupe, Aval, Triana, Salome, Lucille, Jara Maga, Dimanche, Luna, Kellroy, Júpiter en Sagitario, H. K., Gerardo, MOREDA, Lola Dawn, J. Trescuadras, Jacobinos, Sally Pimienta, Catch-22, Eunice, Estrella, JB Fletcher, los hermanos sobrevenidos Papá Noel y Ti Noel, J.G.G., Chusss, Barba Negra, Leonard, Es Saki, Babel, Mormont, Zelda Moon, Flanelle, Whistler, Max Stirner, E. Mendoza, Scorpio, Rocarral, Huiliche, Mimajo, Burbuja, Angel B.P., Buñuelo Repipí, E. Withington, el inigualable Alessandro y tantos otros que seguro me olvido, no por vuestra falta de méritos sino por mi escasez de memoria RAM. No creáis que es broma.
Necesito volver al año que viene por todo esto y por algo más. Necesito volver para reencontrarme con Rafael, el amigo que me recibió cuando, todavía aturdido, penetré con mi familia en el salón donde se celebraba este evento. ¿Se puede ser más hospitalario? Para dedicarle todo el tiempo que se merece y que, desconsiderado de mí, le hurté aquella noche inolvidable. Para decirle como envidio su madurez creativa, su amabilidad, sus frases certeras que en dos palabras explican lo que a mi me llevaría varios párrafos explicar («corte rocoso», «el ámbito poroso de lo irracional», «no sé disparar con nada que duela», «un hábito de serenidad y paciencia», «la mala educación es una de las primeras manifestaciones de la inmoralidad»,…). Sobre tu forma de escribir, vago como soy, rememoro lo que ya alguien te dijo este pasado verano: «Frente a la hiel de la guerra, la dulzura de la poesía en prosa». Rafael: en algún momento me dijiste que debía estar orgulloso de mi padre. Y lo estoy. Como lo estoy de mi madre. Como se que tú lo estas de la tuya, que ahora gracias a ti seguro que disfruta de eso que llamas «la parte final de su vida». No voy a exagerar diciendo que cuando sea mayor me gustaría tener un padre como tú. Dejémoslo en un amigo. Por lo demás, seguro que tu excelente prosa será capaz de matizar, enriquecer y mejorar todo lo que yo experimentaré el año que viene. Te cedo, pues, la palabra, Rafael.
Ángel Guardiola
Rafael Borrás Aviño
Premio del público (ex ecuo)
15- Bengasi, mayo de 2011. Por Rafael
Escribir en presente o pasado con una prosa de mucha metáfora, mucho verbo raro y mucho movimiento de corcho adjetival no tiene mérito. Para lo que de verdad hay que tener agallas es para armarse los machos y, sin bola de cristal, escribir el futuro con una humanidad austera pero de tamaño kingkongnesco. Es lo primero que he pensado al repasar al vuelo la crónica de Ángel. En lo que se refiere a la entrega de premios, él lo ha dicho todo sin zurcidos ni apaños. Sus palabras las hago mías porque, entre otras cosas, no las podría ni mejorar ni completar. Ahí está aquella noche.
Quería arrancar -y enroscar- mi reseña alrededor del titular de la entrevista a Mª Luisa Núñez en «La Verdad». Ya adelanto que no conozco a ningún escritor que sea feliz sin disponer de un conjunto de lectores a los que ofrecerles lo que ha escrito. Concluyamos, pues, para empezar, que ella y su gente se ocupan de que, en una u otra medida, alcancemos esa dosis de felicidad sin precio.
Cito textualmente el titular: “Queremos poner en contacto al autor con sus lectores”. Es de una rotundidad apabullante. Veamos. Para poner en contacto a alguien con otro, primero deben verse, reconocerse. Dije en no se qué comentario algo así como que la invisibilidad del escritor parece una condición natural. Con mucha frecuencia, cuando recorro librerías en las que todo manoseador de portadas reconoce la cara de tal o cual escritor o escritora en la solapa -en ocasiones sin ser propiamente un escritor, sino de la tribu de la farándula-, yo no me he sentido sólo invisible, sino inexistente. Escribo pero no existo. Duro, eh. No hay mejor vacuna contra la vanidad cuando uno cree tras escribir un relato que Borges acaba de ser superado.
En un país en el que es más fácil que en la casa de un pobre entre un ordenador que un libro, los superventas se lanzan como se lanza un refresco o una canción del verano, y no les falta más que llevar en una esquina la fecha de caducidad troquelada. Una gran parte de la mercancía literaria que se exhibe en las pilas de los híper está escrita sin ningún mimo ni calidad, incomprensible como un discurso alienígena, libros embalados en plástico y promocionados en una ambigua jerga comercial, carentes de la sobria sensualidad que anime a hojearlos. No hace falta que el autor sea un lumbreras, puede ser ese animador de espacios tertulianeros, la actriz semidesconocida o el presentador de realitys, un oficio este óptimo para firmar un libro escrito por un negro y vender miles de ejemplares de usar y tirar.
El reconocimiento literario no va por ahí. Todo eso es una burbuja. Calderilla. La narrativa es un trabajo tan aplicado, tozudo y lento como la formación de una estalactita. Un crecimiento al ralentí, una progresión sensata y tenue. Tal vez a la gente le gusten más los descubrimientos ruidosos, peliculeros, en los que, por ejemplo, una solterona feuchita rompe a cantar como un jilguero o un anónimo conductor de autobús convierte a Fred Astaire en un pingüino. En la vida real no existen tales apoteosis. Y si se dan, no duran.
En cambio, algunos de los relatos del certamen Canal-Literatura, de éste y de años anteriores, sí que han explosionado ante mis ojos como una carcasa fallera. Textos que me olieron a germen de escritor formidable, con recorridos argumentales entre los temores, deleites, miserias, alegrías, traiciones y sabañones anímicos de personajes atrabiliarios, o tiernos, o toscos. Muchos reconocibles como cercanos. Otros han sido como un amor a primera vista con el cuento, tempestades de palabras y sensaciones de una belleza poderosa, historias embriagadoras que lees como si estuvieran escritas sólo para ti. No hablamos de narradores con pedigrí, sino del genio plebeyo, de relatistas desconocidos, con textos que parecen dar saltitos en la pantalla para llamar la atención y que te dejan pasmado al acabarlos. Ya sé que la calidad de un relato no es un parámetro objetivo, que depende del resbaladizo gusto de las personas; sin embargo, a menudo he sentido una rara certidumbre sobre el talento que se escondía tras algunos seudónimos. Nunca me atreveré a citar nombres, pero esta edición ha sido de las más fértiles. Por descontado, nadie lo percibiría sin el sustrato de certámenes como éste, en los que, además de los participantes, a miles de internautas se le otorga ese poder gratuito de vivirlos en su interior.
Después, como propina, cuando fui leyendo comentarios, llegué a la convicción de que me estaba carteando virtualmente con algunos de esos tipos multidisciplinares, cultos y divertidos con los que uno imagina que se lo pasaría bomba charlando durante horas en algún bar. Y así es. La noche del ocho de octubre de 2011 tuve la fortuna de pasar de la ficción a la realidad en una transformación supersónica. Con un catalizador: el bueno de Ángel-Ambrose Bierce, que con su barba, la camisola al viento y los andares de bucanero, tuvo la culpa de que, para mayor gozo, pareciera que estábamos de copas en la cubierta tableada de un pecio pirata. Uno de esos amigos para toda la vida que uno se hace en aproximadamente diez minutos, con una rapidez supercalifragilística.
Gracias, colega.
RAFAEL BORRÁS
Emocionante crónica que he leído varias veces. Entre la retransmisión,las imágenes y vuestras palabras, casi parece que puedo decir que estuve allí. Gracias compañeros, estoy segura que en directo ganáis mucho más. Quizá la próxima vez podamos saludarnos. Ya me he puesto a escribir para volver a la competición.
Abrazos a todos.
Eso decía Rafael (que en directo ganábamos mucho). Es una pena que no hubieseis estado alli para comprobar si era cierto o no. ¿Así que ya estás empezando a preparar el relato del año que viene? Veo que cada vez se pone la cosa más difícil.
Ya en serio, realmente se echó de menos a mucha gente, inasequibles compañer@s de esta aventura literara del último verano. Ardo en deseos de reencontrarnos en el IX Certamen.
Un abrazo afectuoso
Sí, Salomé, las dos crónicas son una delicia. Yo también las he leído más de una vez…
Y tengo que confesar que Ángel me ha leído un poco el pensamiento, porque yo también necesito volver el año próximo. Aunque no quedemos finalistas, creo que es una buena ocasión para vernos de nuevo, hablar de golondrinas, de relatos y de bicis.
Y, en efecto, tengo que confirmar que en directo ganan, Salomé. Fíjate que en la foto ya parecían majos ¿verdad? Pues al natural lo son aún más.
Un abrazo enorme para toda esa gente “cojonuda” (por usar el tecnicismo de Ángel…) que participó en el certamen y para todos los que tuvimos la suerte de compartir ese encuentro.
Blanca/Hiedra
Enhorabuena Blanca por ese pedazo de premio.Aunque me apetezca ir de todas formas, espero ir a recoger algo jeje
Por cierto,¿nos vas a contar tu momento ganador como ha hecho el Capitán Archibaldo?
Es que me encanta leeros ¡ay! será la costumbre:)
Después de todos estos meses, no he dejado un comentario aquí porque creía (vaya usted a saber por qué) que en esta entrada no se podía.
Es curioso, Rafael y Ángel, cómo os complementáis.Será porque los dos participáis de esa cosa que da ser buena gente y tener ingenio.
PD: no pienso revelarte, Ángel, el secreto del elixir azul que bebo en la foto, (no es Licor del Polo).
Si tus relatos son buenos, el discurso que acabo de leer es de veinte. Siempre certero en tus palabras para hacerlas llegar con sutil destreza a cultos, sabihondos o neófitos y dando en el clavo, que no siempre es fácil. Seguro que la Bacall y el Bogart estarían de acuerdo conmigo. Espero me perdones la licencia…
Te felicito y ojalá que nos sigas deleiteando con tus textos.
Un abrazo. Esperanza
Qué buena gente sois y que buen ambiente debió de haber ahí.
Creo que voy a empezar a ahorrar de mi paga semanal, para estar allí el año que viene y poder conoceros y aplaudiros, aunque sea de lejos. Cuando todo se atempere (a mí aún me dura la fiebre), me gustaría felicitar a todos: a la Administración, a los participantes, comentaristas y sobre todo a los finalistas y a los ganadores.
De todas formas lo hago también ahora: ENHORABUENA.
Llevaba tiempo sin acceder a esta página, y al leer vuestros últimos comentarios me ha recorrido un escalofrío por todo el cuerpo, ¡cuánto disfruté durante esos días! Me enganché como lectora y comentarista ya casi al final, a raíz de un golpe de mala suerte que me dejó una «pata tiesa», obligándome a guardar reposo… Ese golpe resultó ser de buena suerte porque gracias a él descubrí este rinconcito maravilloso lleno de gente tan estupenda. Un abrazo, de esos que casi cortan la respiración.