A LA CONTRA

 

El verbo dimitir

Carmen Campos

 

 Dimitir es un verbo que sólo se conjuga en países con una gran trayectoria democrática y que sienten, de verdad, que la responsabilidad política es una obligación. En España eso no ocurre. No sé si porque nuestra democracia aún es joven o porque nuestros políticos carecen de vergüenza, pero lo cierto es que nadie dimite. Y  aquí no hay colores políticos; sea cual sea el partido al que el político de turno pertenezca, cuando comete un error, mira hacia otro lado y silba.


Es lo que le ha pasado al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. No es culpa suya el atentado de ETA, porque sólo ETA es la culpable. Pero le ha salido mal la jugada y eso tiene responsabilidades políticas. En algún otro país más avanzado, ya habría dimitido. Pero en España no.

Y lo mismo ocurre en todas las esferas políticas y administrativas. En mi tierra, Murcia, dos alcaldes de distinto signo han protagonizado un “error” que se ha saldado con pérdidas millonarias para los administrados. No sé si ellos han podido beneficiarse económicamente. No me consta ni tampoco viene al caso. Lo cierto es que el alcalde de La Unión (PSOE) dejó de ingresar 8 millones de euros que debía haber pagado una constructora a cambio de rehabilitar La Casa del Piñón; lo mismo ocurre con el alcalde de Murcia (PP) que dejó de ingresar 30 millones de euros favoreciendo así a la constructora de La Nueva Condomina, con el agravante de que un juzgado ha ordenado ahora que se paguen. Y como estos casos hay otros muchos.

Pues bien, deberían dimitir por tan mala gestión o por cometer “errores”. Pero, ¿cómo vamos a pedir peras al olmo cuando ni siquiera dimiten políticos que están imputados en numerosas causas judiciales como los de Alicante, Torrevieja u Orihuela...?

Son unos frescos.

 

 

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