Despiertas apenas, y ya te llamábamos
mamá, mamita, la buenahora, la señora
nuestra de pan y de leche quieta que bendijese
la comida antes de la escuela. Sólida, seguro,
y sin embargo descontada – una clara sombra sobre
las paredes pasada – eras al vaivén de los cuartos
el numen tutelar en dónde apoyar hinojos desollados
o columpios enmarcar desmadejados entre las piernas y,
como ciertas estatuas a veces milagrosas lloran,
tú llorabas. Pero esos ojos – ojos de dulce almendra,
que la vela de los deberes endulzaban, enderezaban
sílabas y trazas, ojos sacados de más verdaderos ojos,
cada vez más vagos y extraviados entre las tardes
planchadas a la poca luz de los pinos – esos ojos
nos los ofrecías como la santa los suyos en el plato,
como habías entregado una decapitada pureza de azucena
a la cabezuda garra del instinto, solamente deseosa
de tener la boca plena de la plenitud de ser madre,
solamente culpable de ser una madre piadosa- y la pietad
era más fuerte que el sufrimiento, y que la dignidad.
Cierto más que la vida desaguada y opaca
que te sorprendía como una asustada estatua de sal
a atragantarte la garganta de su agua melancólica.
Porque debajo del almidón, debajo de la limpia combinación,
debajo de la cabeza, precozmente encanecida, tus pensamientos
se rizaban como pelos al fuego, quemando de una pena
incandescente. Pues, te asombras que ahora tus hijas,
tus solas joyas, tan pequeñas, tan hermosas, tres hermanas
– tres Erines que te pedían y chupaban y masticaban – tres, tres
hijas crecidas hayan recogido tus dolores como las últimas
falenas caídas de la noche, y espetadas hayan hecho de ellas
collares que aún penden, rebeldes de sus cuellos?
Es por el tiempo, aquél que nunca es tiempo de nuevo
y todavía siempre nuevo aparece a mudados ojos
que detrás vueltos a todo dan vuelta – columpio a sopapo,
revuelto plato, vestito ennegrecido. Ojos mudados
pero en misma carne, misma inevitable piedad,
tienen que sudar fuera lágrimas, las mismas, las tuyas.
234- Albina. Por Rostros
2 comentarios
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Hay una sugerencia de Luz Fugaz como respuesta a los votos masivos de amigos y demás que se ven en algunos poemas y que no se basan en la calidad del poema para que entre todos los que hemos insertado poemas nos leamos, nos votemos y nos comentemos. Quizas de esta manera podamos contrarrestar semejante atropello al buen gusto y a la calidad poética.
Después pasaré a comentarte y a votarte.
Mi poema es el 195 GUERRA, y recibiría cualquier crítica (en el sentido que sea) con agradecimiento.
Un saludo.
Este poema me suscita emociones encontradas, porque así como tiene momentos vibrantes y de gran belleza poética, en otros pasajes decae y se pierde. Quizás se deba al verso de metro tan largo que has escogido. Tiene también la fuerza del sentimiento, y quién lo ha escrito tiene un vocabulario amplio y elegante, aunque sorprendentemente se encuentra alguna falta de ortografía (supongo que despistes).
El final, aunque algo confuso es lo que más me ha llegado.
Te voto con un 3