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38-Serví el almuerzo en la sublime… Por Salvador

Serví el almuerzo en la sublime
circunferencia de tu ombligo.


Puse las copas entre panes tiernos
como las tiernas manos de un niño.
En compoteras serví cerezas
sangrantes como corazones heridos.
Higos de Esmirna, nueces, dátiles,
damascos secos y pasas de Corinto,
almendras, aceitunas, paltas
y una botella de vino tinto.
Platos de cristal ahumado, cucharas,
tenedores y relucientes cuchillos.
Un salero de nácar como espuma
y servilletas de terso lino.
Debajo de aquel banquete,
sobre tu piel, extendí un camino
blanco, como una nube, de etéreo encaje
con un bordado en el dobladillo.
Asenté un florero entre los manjares
y en agua dulce dejé dos lirios
de tallo esbelto como tus piernas,
de fauces anchas, largos pistilos,
que se combaban para admirarte
con sus dos párpados amarillos.
Sobre la fuente labrada en plata
el sol de bronce puso su brillo
reverberando dorados tonos
sobre el pellejo morado y fino
de las ciruelas y los duraznos
que me incitaban a dar mordiscos.
Y fue una fiesta aquella tarde
para mis labios y mi apetito.
Porque en tus muslos comí las frutas,
entre tus piernas me bebí el vino,
rodaron ebrios los tenedores
hasta enredarse con los cuchillos.
Porque después de comerte a besos
cuando la luna me vio contigo
aquel camino de etéreo encaje
se volvió sábana que nos dio abrigo
y por almohada, bajo tu nuca,
después de amarte, puse los lirios.

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