Sunny “el volante” Fadesa
A nuestro regreso a Barajas,
estrellas mundiales del hockey sobre patines,
fui asesinado en seco
por fanático aplastamiento de la admiradora masa,
del exponencial número
(el rugido de la urbe en anárquica policromía).
Alcé antes las jarras del gallego triunfo
aunque el inca Sol me miró,
he sido muerto de éxito,
hospital Ramón y Cajal,
allá quedaron demás miembros
del quinteto titular
(un par sólo rasguños, otros graves, después muertos):
Said, Lucescu, Nwanko, Vladimiro;
bongolaris –de Dakar- en la grada nos animaron con los bongos
patrocinados por Money Transfer,
coach Trichet liderando desde el banco,
¿al más puro estilo 1959 para la rojigualda del pollo y las flechas?,
quizá.
[Mientras tanto …]
Hoy Nwan-ko co-mu-ni-ca,
Nwan-ko co-mu-ni-ca
(sobrecarga de gorrillas a la puerta del Ramony):
los bongolaris de Dakar no esperan respuesta.
Said
Fui muerto a la carrera,
a diferencia –por milésimas- del pariente Nwanko
(compañero de sangre, sudor y llate),
otrora estrellas del triomfant ibérico
deporte-de-mentira sobre ruedas.
Preciados, metro,
a ras de suelo,
industria alternativa del ocio palomitas,
Alcalá, Sol, Carmen, Carretas.
Muerto de facto en el tumulto corriendo
delante de los azules grises.