Sé que oculta el perfil de tu mirada;
me ignoras y reprimes tus palabras.
Transpiras y me nombras en tus sueños
y al levantarte de ánimo sombrío,
desearías no haberme conocido.
Te dañas al follar, pues todo el resto
te sabe más insípido que el agua.
Pero lo peor para ti no es eso,
ni fingir los orgasmos rutinarios;
lo peor es que el eco de mi voz
sigue aún prisionero en tus entrañas.
Nos evitamos para no sufrir
pero es mucho más fuerte este designio;
que nos domina; estamos ya malditos,
y en secreto volvemos a gemir.
Conjuran las estrellas y se tornan
tan sugestivas como el vino tinto.
Trazan constelaciones lujuriosas
cubriendo por completo el firmamento.
Casi en canibalismo devoramos
nuestra carne exquisita de deseos.
Consumamos el éxtasis ardiendo
y consumimos hasta las cenizas.
Fuera, la tempestad brama impaciente;
es como si Luzbel tuviera prisa;
pero dentro, se vuelve el mundo eterno,
y el Edén, lamentándolo, longevo.
Sé que oculta el perfil de tu mirada
cuando en mi ausencia, seca está tu lengua.
Sé que cuando me echas mucho en falta,
se envenena, de lágrimas, tu cara.
Moribundo tu alma penetré
para ahogar pasiones y razones
de este romance, pero naufragué
al dudar de mis propias convicciones.
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