Pero si pudiese el tiempo
cambiar su signo en un giro inesperado
si pudiese rebatirnos en el rostro
su ceño adusto y taciturno
el peso muerto
y el olvido;
si andase a dos manos
escondiéndose en la mirada gacha,
si bebiese en nuestros labios
su álgido destino;
si fuese hombre
de caminar a tientas
en férrea búsqueda inexperta,
que en cada atisbo de alegría
en cada espina
halla una muerte a medias e insulsa.
Si por un instante,
expiándonos el torpe abrazo,
no bebiésemos
de su gélida materia nominal,
a qué asomarnos?
perenne horizonte sin ocaso
o regios armatostes sin sentido…
ni final