Soñé que te veía descubierta, espléndida y franca, sobre la holgada cama.
Tú no me veías.
Sin embargo yo estaba encima de ti.
Pero ni te rozaba.
Levitaba rabiosamente mi incongruente gravedad frente a tu incólume delicadeza,
a pocos centímetros de tu sueño abisal y casi hundido en tu blancor.
Quería tocarte, pero no podía.
En el fondo de mi cuerpo unos deseos se marginaban.
Mi piel fiscal y juez marcial me apartaba.
–
–
El viento jurisconsulto, dijo: “Dejadles a solas, cuando se despierte“