(Miguel de Unamuno)
A ti, que vives sólo por la ciencia,
y que lo explicas todo con la lógica,
incluso lo que no entendiste. A ti,
que tienes la razón por herramienta,
y vives descifrando lo que observas,
Santo Tomás, tu dedo en las heridas,
te digo: que he vivido abandonándome,
un poco de anarquía, persiguiendo
luces entre las sombras, corazones
anchos como el océano, mentiras
que resultaron ciertas, relegados
enigmas que se aislaron de lo empírico…
para saber al fin lo que deseo.
Me quedo con la duda de los niños
y la verdad que anida en pechos blancos,
con el misterio oculto en la Pirámide,
y esos profundos sueños de la Puerta
de Asta que revelaron los poetas.
Me quedo con lo espeso de los bosques,
el rincón de las hadas y los duendes,
y también con la magia de las manos.
Me quedo con la vida, la esperanza,
y con el ulterior paso del alma
por esa senda insondable, infinita,
y con un corazón muerto de amor
al que llamemos nuestro. Y te aseguro:
ni puede la razón explicar todo,
ni debe ensombrecer mi fantasía.