yo siempre decía que vendría
de noche, callada y sin avisar,
como el Coco, acechando,
escondida bajo la cama
o en el armario, en tu cabeza,
en tu corazón, ausente pero siempre
vigente. llegaría callada y
resuelta a llevarte, inexorable,
a pesar de tus pataleos y
promesas de redención.
vendrá en la oscuridad
para mejor amortiguar tu
resistencia, pillarte imprevisto,
entre sueño y muerte, de golpe.
tal vez te crees sapientudo,
lo suficiente escurridizo,
preparado quizás, pero verás,
todos nos preguntamos
cómo queremos que nos
recuerden, si habrá vestigio,
señal, o siquiera una
mancha de nosotros. y si
esa mancha será de café
o de sangre, una que
permanecerá en los sueños,
entre lágrimas, o al sol,
entre sonrisas, entre voces
que dirán, sí, me acuerdo;
pero entre este hoy en que
escribo y esa mañana en
que lees, no sé cuántas
hojas habrán caído,
cuántos soles se habrán puesto,
cuántas veces lo habré
pensado, y después las manchas,
las que se diluirán con las
lágrimas, con las lluvias,
retrocederán con el paso
del tiempo, entre las rocas,
bajo las cruces, para
entrar en la tierra de donde
venimos. y a donde vamos.