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140- Poema XXV. Por El Robavion

¿Quién más, sino yo,
Conoce el tránsito
De tu cima a tu sima?

Suéñame, mujer, suéñame,
(Entre el olvido y la rabia perdida)
Uno, cualquiera, de estos domingos sin ti.
Búscame, búscame
(Así no más, así…)
Una, cualquiera, de todas estas noches sin mí.

¿A dónde estará, ahora, tu nombre
Que me alumbraba entre las grises paredes?
¡Oh vida triste!
¡Oh frágil e inaprensible candil!
Suéñame, Mª, suéñame
(Reconstrúyeme en la arena movediza
Del olvido. Resucítame. Hazme morir,
De nuevo; permíteme un instante de sosiego
Al final de tu tempestad.
Libérame, no me mutiles. ¡Por favor!
No me ultrajes).

Suéñame con la blandura del perdón y
La insípida limpidez de las ansias,
Mientras cruza a mi pecho herido uno
De esos recuerdos que siempre duelen
Y, a veces, matan…
Una flor ya marchita,
Un beso perdido,
Una sonrisa,
Hombros desnudos, vientre desnudo

(¡Es esta la luz, quizá, de una estrella mortecina!)

Alégrate llena de temores y orgullos
¡Bendita entre los incoherentes!

Adiós, adiós, adiós

Perfume delicado,
Manos suaves,
Pies descalzos.

Sueña
En el opaco mar de los vaivenes,
En el horizonte magro de los dolores,
En la envolvente noche de las pasiones corruptibles,
En el atardecer…

Adiós, adiós, adiós ave furtiva
¡Flor que planeas de pájaro en pájaro
Sin lograr anidar!

Amor de otros días,
Aquellos días,
Ambiguo recuerdo;
Lleva, contigo,
Todo cuanto fuiste y no pudo
(No supiste, no quisiste) ser
Al final;
Aquello…

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