Las brazas que mi pecho consumían
se volvieron palomas en mis manos,
locuaces primaveras de cristal
que rompen el silencio del arcano.
Son aves que surcaron por mis ojos
y en árbol sin ramajes anidaron
para darle vergeles a mis alas
que volaron muy lejos de lo vano.
En su canto se ve lo que te digo,
en su aroma se siente lo que callo,
en su polen renace mi alegría,
en sus alas encuentro mi descanso.
Con su vuelo lo bueno se hace bello,
cual sermón del eterno Soberano.
En su flor el perdón que resplandece
me conduce a la cumbre del Parnaso.
De todo aquel que sufre desconsuelo
reconforta la pena en su regazo,
convirtiendo las dudas y temores
en musas y motivos para bardos.
Acrósticos que nacen en el alba
inician el sendero de lo humano.
Elegías, tristezas, despedidas
se suman a los tiempos del ocaso.
Metáforas de plumas es su lecho,
que arrulla con cariño mi quebranto,
y ocales transparentes me convencen
que el verso, por la vida, deja lazos.
Así como libera, así cautiva
a la mujer y al hombre en su remanso,
porque todos serán en el camino
envueltos por su paz y dulce manto.