Mi alma se cobija en mil efímeros besos.
Besos, que sin serlos, son besos,
de labios furtivos y ojos inquietos.
Besos que escapan de tus labios muertos
cuando tus ojos le susurran a mis sentidos
palabras atrapadas en el hueco de tu silencio.
Miradas furtivas de pasiones calladas,
que guardan aromas de tórridos secretos.
Ojos inquietos que delatan la vida añorada,
diluida en la intensidad de un misterio,
dejando el rastro del perfume imborrable
de incontrolables deseos teñidos de miedo.
El sueño de la felicidad de un momento,
que se asfixia en el capricho de un recuerdo.
Tus pupilas ya caducas están sedientas
de nuevas ilusiones y arrebatadores sueños.
Me abrazan tus ojos, sin tocarme,
en el rincón oculto de mis anhelos,
ofreciéndome el sonido sordo de frágiles besos.
Armonía de un silencio ruidoso,
que en tu conciencia se abate riguroso,
equilibrando la entrega de abrazos vaporosos,
con miradas ingrávidas y labios rotos.