Desde entonces
el amor es
distinto,
desde ese incógnito momento
en que se reveló
como un asombro,
como un augurio,
casi
como una fatalidad;
cuando lo hallamos
circulando en la sangre
sin previo aviso,
poniéndole argumentos
a instantes inocentes,
engendrando presuntas
decisiones cruciales,
latiendo por su cuenta
sin parecer extraño.
Desde ahí fue distinto:
como un bálsamo oculto
de penas tempestuosas
o una rara inquietud
en las noches tranquilas.
Como un margen
de sombra
sutil de la belleza.
Supimos
que era otro
y que estaba rondando
y que queríamos
saber quién era,
de cualquier manera.
Desde entonces
podemos
recordar que el amor
es así,
que lo vimos.