melancólico y equívoco al principio, precipitándose
a sí mismo a medida que los años van pasando.” Julio Llamazares.-
“La lluvia amarilla”.-
Ainielle está vacío
como el eco en el abismo del silencio,
sin ti, la niebla se suspende en un cielo frío,
donde no hay ascua, ni calor posible
que sustente tu irremediable ausencia.
Amigo de lenguaje agrietado y sibilino,
sé que es la soledad del pueblo inanimado
la recurrente añoranza de tu recuerdo,
la que te guía por sus rincones olvidados,
por la sumisa razón del enfermo camino
que tu corazón sigue avistando en la luz de Bescós.
Y de los finos montes oriundos de tu nostalgia,
la plenitud y paz se agranda en mi recuerdo alegre.
Que en ventanas de ausencia ya observé tus inviernos
y en el calor del fuego redoblé mis esfuerzos,
donde el silencio aún refutaba pleitesía y armonía
por recordar de tu vida aquellos momentos
Que tú quisiste marchar cuando nadie lo quería,
ni el retrato de “Sabina”, ni el fantasmal silencio
que en las noches de desvelo te cubría.
Y recorriste el camino hacia el molino
con la soga sangrante ahogando tu cintura,
transitando con premura por el blanco inerte
de tu memoria loca y, tristemente, perdida.
Es lluvia, el inmutable eco del viento,
es lluvia la voraz ausencia de sentimiento,
es lluvia las lágrimas derramadas por amor,
es lluvia salada, quizás sea amarilla,
pero lluvia al fin y al cabo, amigo.
Y así es como te recuerdo compañero,
entre imágenes añejas y sueños exánimes
en el pensamiento de mis desórdenes emocionales,
en mi morada candente de inteligencia
y sacrificios fatigados por tratar de entenderte.
Y ésta es mi vida, como fue la tuya;
la de muchos que aún viven,
aferrándose a la luz infinita del amanecer,
sollozando a la luna con resignación,
siendo parte del eslabón que une
la vida con la plena dedicación.
Te llevaré en mi mente, en el deshielo
irremediable de la lluvia de mis ojos,
repudiando el momento en el que
olvidaste que el epílogo ya estaba escrito
y narrado en los libros de letras amarillas,
en los ocasos de noches estrelladas
y en el destino de tu alma atormentada.
Es así amigo, que tendré que imaginarte despierto,
golpeando tu mano ejecutoria e insensible al viento,
dando vida y aliento al lebrel ya moribundo.
Es así amigo, que tendré que admirarte
en la tormenta amarilla de mis emociones,
sin saber aún por qué siempre serás
recuerdo y nunca más olvido.
Belayud, rescato:
«dando vida y aliento al lebrel ya moribundo»
El Ingeniero
Valoro tu trabajo poètico. Suerte en el certamen.
«sacrificios fatigados por tratar de entenderte» y no lo consigo. Un saludo y suerte.
Quedo bastante fuera de estos versos. No Conozco la historia y me parece que allí reside gran parte de la riqueza que pueda o no tener este poema. No obstante a través de las palabras se percibe claramente tu buen oficio. Suerte entonces en el certamen.
Un extenso poema, imagino que inspirado por el libro de Enrique Satué, «Ainielle, la memoria amarilla». Aunque comprendo el sentido general del poema (o eso creo) hay aspectos que se me escapan un poco y que probablemente tienen que ver con la experiencia personal del autor/a. Para los de esta tierra (pues te supongo Aragonés/a), el recuerdo de las aldeas abandonadas, y sus gentes en el olvido, son asuntos recurrentes pues quien más quien menos los vivimos muy de cerca.
Un saludo y suerte.
Querido amigo la poesía está dedicada al protagonista de la novela de Julio Llamazares «La lluvia amarilla».
Un saludo.
En un océano de palabras,rescato ésto:
«Y de los finos montes oriundos de tu nostalgia»
¿A qué hace referencia tu palabra «rescato»?. Un saludo