Como animal herido galopa el corazón
inmóvil, sin embargo…
Huellas de cenizas, desgarro de campanas
un alto en el camino de un resumen de tiempo
con vocación de relámpago.
Y…¿Qué queda? ¿Qué resta?
De las noches húmedas de amor
de ponerle el cuerpo a la rueda de la noria
de esquivar los bueyes de la muerte
de aquello tan rápido y vivo
inesperado
de improviso
de repente
como la espuma de fuego del verano
y ese aleteo de dragones en la sangre.
Un alarido surgiendo de la lentitud
de los días
el destemplado azogue de las lágrimas
una mirada, un relincho, sobrevivientes
obstinada materia
a pesar de ese olor oscuro
a salitre de los sueños.
Algo compacto, unido desde el fondo
exento de medrosas estaciones,
una liturgia nueva en diálogo astral
una temperatura de cielo
apuntalan el temblor de los latidos
con el remiendo impar
de un ¡todavía!