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192- El árbol de la mañana. Por Suloe

Es verdad,
no desaparecen las pisadas de quien busca
en el movimiento de quien conoce sus pausas y su avance,
sin el retroceso a las causas,
pues son perjurio consumidor de nuestras deudas.

Ah, la noche,
la amada inmortal de mis músicos,
la cruz del sur en mis ascensos,
la belleza de mi imagen en tu espejo.

Puedo dar fruto
en los días del verano como en el invierno,
mis raíces se alimentan del néctar de tu tierra
en la tentación de tu redención.

Ven y quédate conmigo,
viajero incansable en los brazos del alba,
con la razón vencida y plagada de nuevos amaneceres
ante el mar que abraza el sueño de los seres,
en el nido de las secretas nostalgias.

Ah, la tormenta,
los labios de la sensualidad,
la invasión pragmática del llanto,
el manto de los sentimientos en tránsito y destino.

Allí estaré,
en el santuario de tus canciones seductoras,
en el ángel causal del mediodía,
en las mareas que buscarán tu ventana.

Serás mi universo
en la prédica del corazón que guarda la tarde,
en la complacencia de los sentidos en sus ritos,
y en sus mensajes escritos hallarás sobre tu piel
la permanencia de mi mañana.

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