Hay palabras
que como fustas furiosas
desgarran el aire
dejando un retumbar,
áspero eco,
en nuestra alma.
Hay otras palabras,
filosas como navajas,
que nos fragmentan
los sentires dejándolos
en añicos divididos.
Hay ciertas palabras
delicadas, pletóricas
de belleza, que convocan
la poesía de lo simple
y del diario devenir.
Hay algunas palabras
que nadan en la garganta
esperando un ropaje
de sonidos para salir
a la luz y caer en tenues
tules de diálogo.
Hay esas palabras
de ternura plenas
que nos transportan
al reino de la luz,
a un espacio donde
sólo mora la risa.
Hay aquellas palabras
de porte soberbio,.
rebosantes de letras,
que aparecen reclamando
el ritmo y la rima
en ampulosas oraciones.
Por último, hay palabras
que se arremolinan
en espumosa arquitectura,
silenciosos sacerdotes,
y permanecen detrás
del cerco de los dientes
hasta que encuentran consuelo
en las brisas del sueño…