Quién inventó esa historia, quién dijo que te has ido.
Acaso te aparezcas disfrazada de noche,
temblando en la ventana o en los pliegues del río,
de luna amarillenta tan fatalmente triste,
de sombra que acaricia la calle del olvido.
A lo mejor, dormida, me esperas en mis versos,
cabalgando en el viento, derramada en mi vino,
tal vez hueles a leña o a lluvia o a neblina
o a fruta desmayada que en la tierra ha caído.
Quién voceó esa locura, quién dijo que has partido.
Las rosas afiebradas esperan un consuelo,
en las horas del sueño ya me increpan los grillos.
¿Le ablandarás las piedras a mi verbo cansino?
¿Florecerán tus ojos de la nada , del todo,
invadiendo mis sábanas de desvelo y de lino?
Yo no preciso excusas que sangren vanamente,
no quiero más descanso que el filo de un cuchillo,
no busco en la tristeza ni un pañuelo que calme
la lágrima arrancada o el silencio inaudito.
Quiero la boca artera que robe mi letargo,
mi quietud, y que diga que estás aquí conmigo.
Quién describió tu ausencia, quién cometió el descuido
Acaso tú me escribes en forma de estos versos
e iluso estoy pensando que soy yo quien los digo.
Tal vez estás deshecha en un terrón de tierra
aguardando cubrirme cuando ya no esté vivo.