“Sinestesia,
Ebrio Baco danzando.
Sentido,
no rumbo:
Somos bala en espiral ,
Estampida aplastada,
pródiga y
arrepentida”
-Cuentan resoplando los cinco acerca del exterior.
. . .
“Rumbo
no sentido
Diario vacío,
Traidora paleta humana
tiñendo de espías
la oscura y frágil realidad”
-Susurra el aroma del pérfido bosque
Preso en la lógica
de los alambres.
. . .
[Contexto]:
La parapléjica intuición confiscada
en la guerra fría del cemento.
Baco esconde la sinestesia bajo los cartones y te guiña un ojo
antes de perderse en la parca policial.
En su lugar, sangrantes violetas se derraman
trenzando acequias y adoquines,
saboteando los amargos ojos de los autistas,
en la sofocada dimensión que reina
entre el tabique
de un ojo (que camina lamiendo el suelo)
y un oído (que husmea los tonos
de la intermitente sirena decolorándose calle abajo).