Tu manera de mirarme te delata
y ya no hace falta que me digas nada.
Me doy asco
reflejada en tus ojos.
Yo no soy esa mujer
deforme y cóncava
que muestra tu iris azul.
Lo que ocurre es que tú
ya te has hartado y
el hastío, el cansancio,
el desamor y la amargura,
te hacen disfrazarme
con careta de tonta
y vestido de triste bufón.
Pero yo no soy eso,
no soy eso…
Yo soy una princesa,
una reina,
una guerrera
y no vas a acercarte más a mí.
Jamás unos ojos
que me quisieron algún día,
me dirigieron una mirada
tan agotada de verme.
No hay palabras que arreglen
esta muñequita rota,
ni acciones o gestos
“gafas de sol”.
Te he visto desde dentro
de tus pupilas
y tus torpes pestañas
no cerraron las persianas.
Las dejaron abiertas
sobre tus párpados
y me di cuenta
de lo que no te atrevías
a decirme
con tu cuerpo, con tus manos o tu boca.
No voy a hacerte ninguna pregunta.
Ya me das igual porque no sirves.
Tampoco me daré el lujo
de contarte qué me has hecho.
Lo sabes bien y es obvio
que la engañada era yo.
No soy tu víctima, soy mía…
por haberte regalado
mis sentimientos-tesoro
emociones valiosas
que tú no te merecías.
Y ese amor que te di,
siempre fue tuyo,
pero sólo de prestado.
Me pertenece y ya
no quiero que tú lo tengas.
Habita dentro de mí
y hoy está saliendo
por mis ojos castaños
hacia otra dirección
que nunca más
se volverá a cruzar contigo.