Como el escriba
tejo mi efímera leyenda
en un pliego del tiempo.
Hecho de barro
carne y hueso
pretendí la luz,
el pervivir eterno,
cautivo de infinitas ondas
en un universo de cenizas.
Tras tu huella
me convertí en tantos otros,
sin llegar a saber quien fui
o quién seré, trasmuté mi alma.
A ras, por las calles, va mi cuerpo.
Una estela de sueños ardientes
da fe del extravío de mis pasos.
Náufrago en el insomnio y la noche
del rumor de las horas inciertas
bebí los placeres más fieros
y embriagué el alma
del gozo amargo.
No espero milagro prometido
ni perdón.
Nada me salva.
Bajo el cielo
la eternidad es el instante
en que tus ojos, muchacha
se asoman a mi soledad.