Para algunos tortura
la que es mi aspiración.
Amor a la estructura
define la mía pasión.
Visibles están los versos;
de otro modo, inversos.
Al entrar mi musa por la ventana
la inspiración difusa se torna renovada.
Prosa, mera descripción.
El verso es misterio, a la par revelador.
Las andanzas de Jorge Manrique
-hijo del conde de Paredes, Rodrigo Manrique-.
Vida comparada con Garcilaso de la Vega.
Ambos muerte en la batalla
por ser hombres de armas,
además de poemas.
Madrugadas pasadas, el alba, la nada.
Cuerpos encendidos a la luz olvidada,
que perdura y llora.
Apágase en la espesura con luna y auroras.
Insular soledad grabada en lejanía…
La luz del cristal suspenso en bruma oscura…
Devenir sucesos, ocaso, día y sinfonía, guían a la locura.
Búsqueda sagaz, continua del verso resuelto.
Depurada y esquiva la rima del sencillo verso.
Sombra del cuerpo erecto,
puntal de la materia,
insuflado manes al pecho
es el alma del poema.
Grafemas de jugo agrio
sobre el encendedor
muestran corpus mágicos
con la combustión marrón.
Volverán en su recuerdo cuando
leyendo la vida en silencio
oyente de los sonidos
pensador andando
desvelando los sinsentidos
de ignorancia y arrepentimiento
el día se haga improvisado.
Cuántas elocuentes, fuertes
erosionando cuerpo e intelecto.
cuántas pasadas y perdidas
cual instante de espera y canción olvidada.
Conocedor de cuantas las vividas.
Ignoro cuantas me quedan de vida,
que son las horas futuras y pasadas.
Sobre catre rimas sosiéganse tras labor.
Albor a ocaso renovado fulgor…