57 mensajes no leídos a las seis de la tarde.
Están sin abrir, para qué.
Ya los conozco.
Son chistes sin gracia.
Cadenas supersticiosas.
Vendedores de viagra.
Saqueadores de datos.
57 a las diez de la noche.
Qué número tan estúpido,
vale poco y ocupa espacio.
Tecleo tu nombre en la barra de búsqueda.
Aparece un listado
y no lo abro, ya sé.
Conozco bien cada asunto
y lo que sigue no es mucho:
palabras entre comas, acentos
y puntos suspensivos,
tu signo favorito.
Las recito con cuidado,
le susurro a la pantalla
mientras hiberna un ratito.
Doce de la mañana del día siguiente.
Mensajes no leídos: cincuenta y siete.
Me dejas sin palabras
pero con un número.
57.