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28- En Colliure. Por La luz del azabache

Siempre, Antonio, nos ibas hablando de recuerdos,
del tiempo que se vive, no del reloj del tiempo:
“Estos días azules y este sol de la infancia…”
…de un patio de Sevilla, de Soria y tus paseos
por donde traza el Duero su curva de ballesta…

No debiste morir anunciando tu muerte.

“Estos días azules… “.
No has hablado del mar
si no es el de Castilla en tus poemas,
esas olas del Moncayo azul
o el mar de los olivos de Baeza.
Y ahora, en el bolsillo de tu chaqueta gris,
del color del exilio, esas palabras
mientras miras al mar. Esos días azules…

Y cuando llegó el día de tu último viaje
ligero de equipaje contemplabas
el puerto de Colliure, sabiendo que es el mar
donde desembocamos.

No debiste morir anunciando tu muerte.

* * *

A Colliure fui a verte con algunos alumnos.
Les había leído “A un olmo seco”
por ver si verdecía
otro milagro de la primavera.

Cruzamos la frontera por Figueras,
como tú habías hecho acabando la guerra
de los facinerosos
contra una España preñada de futuro.

Te albergó una familia, gente buena,
en la misma pensión en que tu madre
se hubiera despedido,
tres días antes de que tú lo hicieras,
del mundo y de las calamidades.

Y tú…, desalentado, ligero de equipaje,
con el alma tranquila, pero triste,
no debiste anunciar tu muerte ya anunciada.

Les dije a mis alumnos: aquí murió Machado,
su poesía vive
cada vez que os acercáis a ella.

Yo, ya un viejo maestro, a estas alturas…

* * *

Fuimos a ver la tumba donde descansa aún.
Un cementerio humilde de humildes sepulturas
Y en la suya que no sobresalía
del suelo dos centímetros,
rodeada de velas apagadas
pero que habían ardido,
se podían distinguir grabadas
las letras de su nombre.
Y anónimos mensajes en papeles efímeros.

Paseé por el puerto de veleros azules
y recordé sus versos,
por eso sé que aún vive.

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