Hablo del dolor que se te pega en la mañana,
atrapado en los pulmones de la mente.
Es un aire marrón que nubla la distancia,
que hace que los círculos dejen de cerrarse.
Se abren ventanas que dan a ninguna parte,
como precipicios a la nada.
Desde allí uno entiende
que la soledad que no aprieta en la mano
es la misma para todos.
Ayer acariciaba una sombra.
Olía a renacuajos,
a cucarachas,
a patos petrificados,
a orina derramada contra el árbol,
a vino pegado al suelo,
a bolsa de plástico que trae el mar cuando no duerme,
a esas horas perdidas en calles rotas,
a esos personajes que anudan la noche con un beso o con un golpe.
Todo parece fundirse
en una noche que no es mía.