Visitan mi memoria desgastada
aquella guitarra que me cantaba,
una radio que nunca enmudecía,
el espejo que daba los buenos días
y la valiente gaviota que pensaba.
Me recuerdan lo que llegué a tener…
La mochila perfecta,
aquel vaquero de mis sueños,
el libro incansable de mis horas
y una pluma que no perdía el aliento.
El pasado no se va,
es el presente el que huye;
el que se llevó mi guitarra,
mi radio,
mi espejo y mi gaviota;
el que hace mi mochila pequeña,
desgasta mis vaqueros,
confina mi libro a un rincón
y agota, para la pluma, mis dedos.