I
– Agitar una mano, ya besarte,
ya decirte que el brazo abierto y puro
de los mares me llama con apuro
y que debo acudir. Voy a dejarte.
Levo el ancla, bajeles y estandarte
me entrelazan, tatuándome un conjuro
indeleble, me trazan, te aseguro
que jamás lograré dejar de amarte.
Pero soy la gaviota que precisa
sobre espadas de agua remontar
y en tu cama hay cadenas que el azar
me reclama cortar, ya tengo prisa
por abrir alas anchas y volar
sobre manchas azules de ultramar.
Sin llorar…
Que no inunde tu faz esta partida
ni macule tu paz mi despedida.
II
– Tus razones tendrás para alejarte
por un túnel recóndito y oscuro
y no habré de intentar, yo te lo juro,
la cruzada imposible de frenarte.
Pero debo decir sin demorarte
que si nada aparece tras del muro,
y quisieras volver, estés seguro
de que voy a vivir para esperarte.
Aún así, si tu luz no regresara
me asiré de los lampos de tu estela
que con chispas hialinas se revela
y andaré con espinas en mi tiara
con tu nombre sangrando dulcemente
sobre el campo minado de mi frente.
Ve al urgente
resplandor que ha robado tu mirada,
no hay reproches bordados en mi almohada.