Si un lector quiere estar al día en cuanto a novedades editoriales, no puede faltar en su mesa lo último de Stefan Zweig, Italo Svevo, Oscar Wilde, Edith Wharton, Stendhal, John Milton, Thomas Mann o Virginia Woolf, por citar sólo algunos autores de los que se han publicado títulos en lo que llevamos de 2009. La eclosión de clásicos –antiguos y modernos, desde antes de Cristo hasta el siglo XX– es tal que en el sector se habla de fenómeno, empujado a la vez por el aluvión de microeditoriales que editan autores del pasado, y por los departamentos específicos que han creado los grandes grupos, lo que se suma a la labor de los sellos medianos independientes. Jamás habían llegado tantos autores clásicos a los mostradores de novedades. "En tiempos de crisis, la gente busca valores seguros. Si se van a gastar 20 euros en un libro, quieren la garantía de que el autor es bueno. No es buena época para apostar a ciegas", afirma Enrique Redel, de Impedimenta.
Los
pioneros. Pero no siempre las cosas
fueron así. Luis Magrinyá, director de Alba
Clásicos, recuerda que "en 1995, cuando
aparecimos nosotros, este tipo de autores
sólo existían en ediciones destinadas a
universitarios. Fuimos pioneros en despojar
a los clásicos de su condición de objetos de
estudio y presentarlos con una factura y un
empaque de novedad, a competir en el mercado
con los autores vivos. Fue una proeza, pero
eso descubrió que existía un público". Jaume
Vallcorba (Acantilado) teme precisamente que
la actual eclosión haga que "clásicos muy
justamente olvidados cobren nueva vida, a
pesar de que no convenga resucitarlos".
Pere Sureda (La otra orilla) sintetiza que
lo que une a la veintena de editores que hoy
publican clásicos es que "no los
academizamos, mantenemos su frescura, sin
notas eruditas".
Pequeños saltamontes. Dos
son los nuevos factores que explican el
estallido. Por un lado, las jóvenes
microeditoriales, que se han decidido a
explotar el filón: los catálogos de
Impedimenta, Asteroide, Nórdica, Belvedere,
Funambulista, Minúscula, Marbot, Navona,
Alpha Decay, Sexto Piso, Carena, Periférica,
Alfabia... están poblados de una gran
cantidad de autores clásicos. Y, por otro,
los grandes grupos han detectado el nicho de
mercado y quieren ocuparlo: Planeta creó
hace justo un año Backlist, para recuperar
los clásicos de su fondo; Random House (a
través de Mondadori y Lumen) tiene una
exitosa línea al respecto, y Alfaguara
colocó, hace cinco años, su edición del
Quijote en las listas absolutas de más
vendidos, con 500.000 ejemplares. Luis
Solano (Asteroide) cree que "los grandes
grupos son muy eficientes publicando libros
de 30.000 ejemplares para arriba, y las
pequeñas editoriales somos muy eficientes
publicando libros de hasta 20.000 copias,
ahí es donde nos ganamos las habichuelas".
Para Enrique Redel, "los grandes grupos, en
este ámbito, no están en su elemento y dejan
huecos que nosotros, los pequeños, estamos
ocupando. Somos ratones de biblioteca a la
caza de joyas de catálogos extranjeros,
gente que venimos de la artesanía literaria.
En realidad, lo que hacemos es recuperar las
lecturas que tuvimos de niños y adolescentes
y que ahora no se encontraban, como
Stanislaw Lem". Sureda no ve contradictorio
que los jóvenes editen textos de hace siglos
porque "Oliver Twist crea más
lectores nuevos que cualquier novela
contemporánea".
Estabilidad. Las ventas de
los clásicos no son para tirar cohetes (no
competirán jamás con Zafón o Dan Brown),
pero tienen una ventaja: nunca se estrellan.
"Garantizan vender unos 1.000 ejemplares al
año y eso es una garantía para la editorial
de que va a tener unas ventas sostenidas",
explica Daniel Cladera, editor de Backlist.
"Además, no desaparecen a los dos meses de
la librería, te los mantienen mucho tiempo",
dice Sureda. Andreu Jaume (Random House
Mondadori) reconoce que "aquí no hace falta
realizar un trabajo previo de comunicación,
no hay que esperar a recibir una buena
crítica para vender, son autores
consolidados que el público reconoce
enseguida". "Cuentas con el aval previo del
canon", remacha Redel. Otra ventaja que
apunta Vallcorba es que "no tienes que
llevarte a los autores a cenar".
De jaulas y mezclas. Hay
dos modelos de edición: los sellos que
integran a los clásicos en sus catálogos sin
más, mezclándolos con autores vivos, y los
que los separan en colecciones ad hoc.
Jaume Vallcorba y Pere Sureda defienden el
primer modelo. "Se trata de que los vivos
dialoguen con los muertos –explica Vallcorba–,
los clásicos no son unos señores en una
jaula a los que visitamos con los niños el
domingo mientras decimos: "Fíjate, nene,
Sócrates es aquel de las barbas". No, Los
clásicos son aquellos que nos iluminan sobre
nuestro presente, como Safo, Montaigne o
Chateaubriand". Sureda apunta: "Esos autores
indican la línea que buscamos en nuestro
catálogo con los escritores actuales, es una
indicación a navegantes, les decimos: "Eh,
nosotros vamos por aquí"".
El caso Navona. Hace dos
años que nació Navona, cuyos propietarios,
Joan Capdevila y Marisa Trigo, procedían del
Grup 62. Con 20 títulos al año y autores
como Fitzgerald, Steinbeck o Voltaire, se ha
hecho rápidamente un hueco en el mercado, La
editora Gemma Martínez está especialmente
orgullosa del "redescubrimiento de Erskine
Caldwell" y resalta que "siempre hacemos
nuevas traducciones". Sus precios -entre 9 y
13 euros– son competitivos con las ediciones
de bolsillo. Algo tendrán los clásicos
cuando la mismísima Anagrama de Jorge
Herralde creará, en junio, una nueva
colección, Otra Vuelta de Tuerca, para
recuperar "obras que en su día pasaron
injustamente desapercibidas, así como
gruesos volúmenes que recopilarán varios
libros de un mismo autor, como Thomas
Bernhard". Si Herralde presume de las ventas
extraordinarias de John Kennedy Toole (ver
cuadro), otros libros que han funcionado
bien en las librerías –más modestamente– son
los Ensayos de Montaigne, las
Memorias de ultratumba de Chateaubriand
o Botchan de Natsume Soseki. Por su
parte, Daniel Cladera, responsable de
Backlist (grupo Planeta), reconoce que, con
un año de vida en el mercado y una previsión
de 20 títulos para el 2009, todavía están
lejos de las cifras de venta de sus
competidores, lo que atribuye a "que el
mercado de estos autores presenta unas
ventas sostenidas, que se van acumulando año
tras año, no alcanzaremos nuestra velocidad
de crucero hasta el 2011".
Títulos para todos. Muchos
de los autores clásicos ya forman parte del
dominio público, es decir, que puede
publicarlos cualquiera sin necesidad de
pagar derechos de autor a nadie. Eso provoca
que haya libros publicados en tres o cuatro
editoriales (los Cuentos de Poe) y
que los editores se vean obligados a ofrecer
un valor añadido a su producto. Diego
Moreno, de Nórdica, ha encontrado un truco:
"Yo hago ediciones de lujo, ilustradas y muy
cuidadas, y eso funciona. Muchos clásicos
están en ediciones de bolsillo y un libro
bonito y grande hace que se acerque a él un
lector nuevo, a mucha gente joven le suena
El proceso de Kafka, pero no lo ha
leído y si ve un formato visualmente
atractivo se lo lleva, es un lector que, sin
eso, lo vería como mucho más árido. Además,
como editor, publicar a Kafka o a Gógol sin
añadir algo nuevo, resultaría algo
frustrante, aunque se vendiera". Diana
Zaforteza publica prólogos de autores como
Susan Sontag o Javier Marías –sistema que
sigue también Navona– y cree que "es básico
el diálogo con los contemporáneos, no puedes
basar un catálogo solamente en clásicos".
Sureda dice que "al final, un clásico
siempre acaba vendiéndose, aunque haya siete
editoriales que lo publiquen".
Traducir de nuevo. Una de
las claves del éxito de los autores del
pasado, para los editores, son las nuevas
traducciones. Como apunta Andreu Jaume,
"cada generación debe tener su traducción.
Por ejemplo, nosotros acabaremos en abril,
con el séptimo volumen de la Rechèrche,
la versión de Carlos Manzano sobre esta
obra de Proust". Vallcorba afirma que "los
orginales no envejecen, pero las
traducciones sí". Luis Solano –que ha
recuperado a Pla o a Chaves Nogales– apunta
que "en los clásicos castellanos, la cosa es
más difícil porque suelen estar ya
publicados, los descubrimientos los hacemos
con las traducciones".
Déficits. A pesar del boom
actual, los editores creen que España no
alcanza el nivel en cuanto a edición de
clásicos de otros países de nuestro entorno.
Sureda dice que "basta con mirar la Pléiade
francesa o la Modern Library de EE.UU.
España, por diversos factores, como el
franquismo y la política de corto plazo de
los grandes grupos, ha perjudicado la
aparición de clásicos a precios asequibles".
Vallcorba ilustra: "Las obras de Ramon Llull
son inencontrables en su totalidad. Y el
lector común tiene enormes dificultades para
encontrar a muchos autores medievales
españoles".
Novedades de ayer. Entre
las novedades más recientes, Gredos ha
recuperado a Horacio, La Otra Orilla publica
El anillo y el libro de Robert
Browning y Alba Los falsificadores de
moneda de André Gide, antes llamado
Los monederos falsos. Entre los títulos
que están por venir, destacan El puño en
la camisa de Bulgakov (Alfabia, mayo),
Vidas paralelas de Plutarco (Gredos,
mayo), Hadgi Murad de Tolstoi (La otra
orilla), considerado el mejor cuento del
mundo por Harold Bloom o Haruki Murakami, o
Bouvard y Pécuchet de Flaubert
(Mondadori) en nueva traducción de José
Ramón Monreal y edición de Jordi Llovet,
incorporando un segundo volumen inédito con
todas las notas que dejó el autor para
continuar la obra. Y Sureda dice haber
descubierto un Dickens inédito en España.
El Cyrano de Riquer y Kavafis.
Adesiara propone redescubrir al
legendario escritor Savinien Cyrano de
Bergerac (1619-1655), y editará este mes su
obra L'altre món, considerada la
primera novela de ciencia-ficción francesa.
Martí de Riquer tradujo en su juventud la
parte hasta entonces conocida del libro, y
ahora llega éste en versión íntegra, con la
traducción completada por Jordi Raventós.
Por su parte, el poeta Konstantin Kavafis
dejó al morir una treintena de poemas
inacabados, compuestos entre 1918 y 1933. La
editorial Viena los ofrece ahora, a los 75
años de su muerte, en el libro Una
simfonia inacabada, con traducción y
notas del helenista Alexis Eudald Solà.
Filósofos griegos. Otros
autores griegos más remotos también se
reeditan. Llibres de l'Índex ha publicado
las Meditacions, del emperador
filósofo Marco Aurelio, en traducción de
Joan Alberich y edición de Joan Tello. Y
Obrador Edèndum ha editado un ensayo
divulgativo sobre Epicuro a cargo de John M.
Rist.
Vigencia de Montaigne. La
permanencia del pensamiento del pensador
francés Montaigne se demuestra en el éxito
de ventas de sus Assaigs, publicados
en traducción catalana de Vicent Alonso por
Proa entre el 2006 y el 2008. Ahora Pòrtic
presenta el Diccionari Montaigne, una
antología de reflexiones del humanista
seleccionadas por Ignasi Aragay a partir de
la versión de Alonso.
Llull, Tirant y seis poetas
cortesanos. Barcino ha publicado
una antología del Llibre de contemplació
de Ramon Llull, en una edición de Josep
Enric Rubio para público no especializado.
Antes del verano, este sello rescatará la
obra de media docena de poetas cortesanos
casi inéditos (Lluís de Requesens, Bernat
Miquel, Martí Garcia, Rodrigo Dies, Lluís de
Vila-Rasa y Francesc Sunyer) en Sis
poetes del regnat d'Alfons el Magnànim,
una investigación de Jaume Torró. La Magrana
ofrece en Contes d'amor de Tirant lo
Blanc quince narraciones amorosas de la
obra de Martorell editadas por Rafael M.
Mérida.
Maestro de la "generación perdida".
Viena edita, por primera vez en
catalán, una obra clásica de la literatura
moderna norteamericana: Winesburg, Ohio,
de Sherwood Anderson (1876-1941), el maestro
de la generación perdida.
Otro Gatopardo. El clásico
de Lampedusa llegará en los próximos meses
en nuevas versiones (la castellana, en
Edhasa, la catalana, en Proa) realizadas a
partir de un manuscrito de la obra
recuperado por los herederos del autor. Los
traductores son Ricardo Potchar y Pau Vidal.
Aunque el fenómeno de los clásicos es
considerado positivo y prueba de la madurez
del público lector, todo tiene su reverso.
Como apunta Andreu Jaume, "si la literatura
contemporánea fuera mejor, no habría que
publicar tantos clásicos".