El propósito del presente estudio consiste
en ofrecer una breve visión general del lugar ocupado por la mujer
novelista en los escritos pertenecientes a la tradición crítica
norteamericana, caracterizada por la exclusión sistemática de las
autoras femeninas del canon, así como realizar un resumen de los
esfuerzos realizados por la crítica feminista para luchar contra esta "invisivilidad
crítica" sufrida por las escritoras americanas desde los comienzos de la
teoría literaria americana. Para lograr este objetivo nos basaremos
principalmente en un artículo central dentro de la crítica literaria
feminista. Nos referimos al estudio de Nina Baym titulado "Melodramas of
Beset Manhood. How Theories of American Fiction Exclude Women Authors,”
escrito en los años 80, período en el que nos centraremos y al que
haremos referencia cuando hablemos del "estado actual" de la crítica
feminista.
Nina Baym abre su ensayo planteando la cuestión que le preocupa y sobre
la que desarrolla su argumento: el hecho de que las teorías
predominantes dentro del campo de la crítica literaria americana
excluyen a las mujeres novelistas del canon establecido de grandes
escritores. El ejemplo más claro que avala este hecho lo encontramos en
las antologías y colecciones de ensayos que dicen cubrir las obras y
autores más relevantes de la literatura americana hasta la fecha. De
regirse por estas obras recapituladoras, cualquier lector poco informado
captaría el siguiente mensaje: `there have been almost no major women
writers in America; the major novelists have all been men. ´
La postura de Baym ante esta realidad negadora de la presencia femenina
en la literatura de Estados Unidos es la de rebelión. Nina aporta
números de publicaciones y nombres de importantes novelistas de finales
del siglo dieciocho y principios del diecinueve como Susannah Rowson,
Hannah Foster ó Mrs. E.D.E.N. Southworth, que prueban no sólo la activa
participación de la mujer en el campo de la novelística americana, sino
la dominación del mismo desde los comienzos de la colonización. Con esta
postura, Baym conmina al lector crítico a revisar sus ideas con respecto
al canon dominante e intentar ir más allá de lo establecido con una
disposición crítica que le permita evaluar de forma objetiva el
verdadero lugar de los trabajos de ficción escritos por mujeres. Las
posibles, aunque parciales, explicaciones para esta "invisibilidad
crítica" de las muchas novelistas activas en América pueden reducirse a
tres: por un lado, una resistencia preconcebida a reconocer a la mujer
autora como escritora seria, derivada de la práctica sexista, si no sus
teorías o criterios, de un número de influyentes críticos; por otro,
restricciones relacionadas con su género, aunque separables de él, han
hecho que la mujer no haya escrito el tipo de trabajo denominado
"excelente" por la crítica, y que por tanto no se incluya dentro del
canon de obras denominadas como tal. Nos referimos a las restricciones
de tipo educacional que han sufrido las mujeres, que impiden que su obra
esté impregnada de amplias referencias a la novelística clásica, al
estar la educación clásica formal restringida al varón; y finalmente,
restricciones nuevamente relacionadas con su sexo aunque no derivadas de
la realidad cultural propia de su tiempo como las anteriores, sino de
teorías críticas posteriores que ejercen su influencia de forma
anacrónica sobre trabajos del pasado, de manera que, como dice Baym `if
one accepts current theories of American literature, one accepts as a
consequence... a literature that is essentially male.´ Esta tercera y
última explicación parcial a la situación de la novelística femenina en
Estados Unidos es la que Nina Baym desarrolla en su artículo y sobre la
que basa todo su discurso, del cual intentamos ofrecer una panorámica
general.
Remontándose a los comienzos de la teoría literaria americana, Baym
declara la tendencia de las más tempranas teorías a juzgar una obra
literaria por su contenido más que por su forma. Este contenido debía
ser innovador y original, que rompiera con la tradición literaria
heredada de Inglaterra, correspondiéndose así con el espíritu desafiante
y aventurero de la nueva nación. De este modo, los primeros críticos
americanos empezaron a hablar del trabajo "más americano", en lugar de
la "mejor" obra, puesto que no encontraban otra forma de definir lo
mejor si no era comparándolo con las obras británicas existentes, hecho
que resultaba bajo su punto de vista una acción injusta y poco
patriótica. Esta tendencia se convirtió en norma, pues los críticos
comenzaron a buscar en las obras de escritores americanos un modelo de "americanidad"
más que un patrón de "excelencia" literaria, convirtiendo la tarea
crítica en una empresa nacionalista que según Nina Baym ha perdurado
hasta nuestros días.
Esta tendencia de la crítica americana es censurable de acuerdo a Baym
por la vulnerabilidad de la misma. La búsqueda de la esencia de la
americanidad en las obras literarias lleva consigo una serie de
inconsistencias procedentes de la subjetividad de la propia idea,
surgiendo a cada paso la pregunta ¿en qué consiste realmente lo
verdaderamente americano?. La respuesta no queda especificada con
claridad en ningún trabajo de la crítica americana, quedando siempre al
arbitrio personal de cada crítico y variando su significado dependiendo
de quién la responda. Así, para Marius Bewley, el artista americano no
está interesado en reflejar la realidad social, por lo que "this `tradition'...
has no room for the so-called realists and naturalists". F.O. Mattiessen
afirma que el común denominador de los autores estudiados en su obra es
"...their devotion to the possibilities of democracy", mientras que para
Joel Porte la nota dominante de la ficción creada por escritores
americanos es una consciente adhesión a una tradición "...of non-realistic
romance sharply at variance with the broadly novelistic mainstream of
English writing.” Teniendo en cuenta las diferentes definiciones de lo
americano encontradas en numerosas figuras de la teoría y crítica
americana, argumenta Baym, el trabajo del crítico se convierte entonces
en un denodado esfuerzo por demostrar la americanidad, tal y como queda
definida según su propio criterio, a través de sus autores elegidos.
Sin embargo, y a pesar de la infinidad de posibles definiciones, los
críticos llegaron a un acuerdo con respecto a lo que debía constituir
una obra "puramente americana", esto es: América como nación debía
constituir el tema central de la obra; el autor debía escribir sobre
personajes y aspectos de la experiencia americanos, y finalmente, el
escritor debía concebir su obra específicamente para meditar sobre estos
aspectos y derivar conclusiones sobre la "experiencia americana". Los
dos máximos representantes de esta línea crítica de exclusividad
americana los hallamos en Matthiessen y Lionel Trilling, que
consiguieron establecer bajo su influencia una larga tradición literaria
dirigida hacia la búsqueda de la esencia cultural en la novelística
americana, que Baym califica de "subjective, circular, and in some sense
nonliterary or even antiliterary.”
Volviendo al lugar ocupado por la mujer dentro de esta temprana
tradición literaria, cabe preguntarse entonces si existe alguna razón
por la cual ésta no debiera forma parte del "consenso" de autores
aceptados dentro de esta tradición. La respuesta es no, puesto que al
igual que los escritores americanos pertenecientes a la misma, la gran
mayoría de mujeres escritoras del siglo diecinueve eran de raza blanca,
clase media y orígen anglosajón. Ahora bien, si las autoras femeninas
del momento representaban el consenso, no así la crítica del mismo: "What
critics have done is to assume... that their gender made them part of
the consensus in a way that prevented them from partaking in the
criticism". Muy al contrario, dichas autoras y sus trabajos han sido
desde entonces el centro de los ataques de la crítica destinada a
defender "the essential American literature,” frente a la apabullante
presencia de escritoras que con gran éxito de ventas amenazaba con
oscurecer la obra de "los mejores" novelistas.
Lo ocurrido a la mujer escritora de acuerdo a Nina Baym es haber entrado
en la historia de la literatura como el enemigo, la creadora de "the `flagrantly
bad best-seller´ against which our best `fictionists´ - all male - have
had to struggle for `their integrity and their livelihoods´” , en
palabras de Leslie Fielder. De esta postura crítica hacia los escritos
de la mujer podemos inferir, al igual que hace Baym en su ensayo, que la
"experiencia americana" es inherentemente masculina, y por tanto es
improbable que una mujer pueda escribir una obra que abarque tal
experiencia, representante como es de la esencia de la cultura
americana. Si la novelística femenina es definida por Sydney J. Krause y
S. W. Reid como "melodramas of beset womanhood", Baym propone
irónicamente denominar a la historia portadora de la auténtica esencia
cultural americana como "a melodrama of beset manhood", un melodrama que
refleje la experiencia literaria del autor masculino `perseguido o
acosado' por los "flagrantly bad best-seller" escritos por mujeres.
La búsqueda de la esencia cultural propiamente americana se fue
concretando poco a poco en los estudios críticos hasta llegar a la
creación del mito de América. La cualidad esencial de América se
identificó con una narrativa no-realista o romántica, el romance, en el
cual se relataba la confrontación de un personaje americano idealizado,
totalmente aislado o separado de las circunstancias sociales
medioambientales, con la promesa ofrecida por la idea de América. La
promesa de la nueva nación "...is the deeply romantic one that in this
new land, untrammeled by history and social accident, a person will be
able to achieve complete self-definition.” La idea del sueño americano
así definido parece hacer referencia al ser humano en general, sin
distinción de sexo, al alcance tanto del hombre como la mujer
indistintamente. Sin embargo, la idea llevada a la práctica revela otra
realidad muy diferente. Cuando el crítico se disponía a identificar el
mito de América en un trabajo de ficción, éste se aprestaba
invariablemente a la búsqueda del protagonista representante del sueño
universal americano no como una mujer, sino como "un hombre que corre,
rápidamente en medio del bosque, ocultándose, que corre río abajo o en
el combate -en cualquier parte donde pueda evitarse la "civilización",
lo que es decir, el enfrentamiento de un hombre y una mujer que induce a
caer en el sexo, el matrimonio y la responsabilidad.”
La identificación en cadena es inevitable: por una parte, el héroe
americano se enfrenta a una sociedad que ejerce una influencia negativa
sobre su individualidad, es el adversario contra el que tiene que luchar
para lograr su propia definición y afirmación personal; por otra, la
mujer, identificada en el mito con la destructiva sociedad que rodea y
encierra al héroe, se convierte en el obstáculo real y tangible contra
el que el protagonista debe enfrentarse para no desviarse de su
objetivo. Una vez más, la figura de la mujer presentada como el enemigo
o la amenaza la deja fuera del alcance del sueño del que en un principio
era partícipe. Así queda patente en numerosas historias que desarrollan
el mito americano, mediante la descripción de la "entrammeling society
and the promising landscape" en términos marcadamente femeninos, el cual
"...gives a sexual character to the protagonist's story which does,
indeed, limit its applicability to women.”
La razón más poderosa para esta conexión mujer-sociedad reside en el
hecho de ser precisamente la mujer el medio a través del cual todos,
hombres y mujeres, experimentamos nuestros primeros contactos con las
convenciones y responsabilidades sociales. En el caso del hombre, una
vez pasado el umbral de la juventud, donde la figura central es la
madre, sigue siendo la mujer, esposa o amante, quien continúa portando
los valores sociales y domésticos en la sociedad en que se mueve. Todo
esto por supuesto, desde el punto de vista de un hombre heterosexual.
Las mujeres según Baym, aunque no constituyen la fuente o el origen del
poder social, son tenidas por el hombre como tal debido a su experiencia
a lo largo de la vida. Es por ello por lo que el protagonista americano
ideal proyecta en la imagen de una o más mujeres aquellos elementos que
más le atraen, es decir, sus instintos sociales y convencionales, para
situarla en el papel de tentadora, antagonista, y en última instancia
obstáculo para conseguir sus fines en la vida.
Pero ¿qué ocurre cuando una escritora ofrece una versión del mito de
América en el que el protagonista es una mujer? ¿cuál es la reacción de
la crítica dominante al respecto?. En primer lugar, hay que señalar que
una representación de la figura femenina como la que acabamos de
describir debe parecer desagradable en extremo a los ojos de cualquier
mujer. Lo que ocurre cuando escritoras tales como Edith Warton, Ellen
Glasgow o Willa Carther se atreven a desafiar la versión masculina del
mito y dar su propia versión del mismo en obras como The Song of the
Lark, Barren Ground o The Reef, en las cuales, conscientes de la
manipulación de que han sido objeto, presentan al hombre como el
socializador y domesticador de las heroínas, es que inmediatamente la
crítica aduce que tales novelas son "stories of the frustration of
female nature", puesto que las mujeres presentadas como heroínas, las
cuales eligen el celibato como vía plausible, son "untrue to the
imperatives of their gender, which require marriage, childbearing,
domesticity.” La dura postura adoptada Nina Baym ante estas
manifestaciones de la crítica parece lógica, pues es cierto, como ella
misma comenta, que "the role of entrapper and impediment in the
melodrama of beset manhood is reserved for women.” En ningún momento,
continúa, estas novelas son leídas como una versión femenina del mito,
portadoras de la esencia de la cultura americana, como es el caso de las
versiones masculinas del mismo, y por ésta razón no podemos encontrarlas
en el canon.
La situación de la figura femenina, tanto en su representación literaria
como en la crítica de ésta, parece difícil de cambiar por el momento,
inserta como está en un círculo vicioso. Por una parte, si la mujer
escritora crea una versión del mito que se ajusta al esquema o molde
tradicional del mismo, éste es considerado como una "superfluous
specialization in the myth", y por tanto no es reconocido como tal; por
otra, si su versión no es la esperada respecto al mito convencional, el
crítico masculino dice encontrarse ante "...minor and trivial literature.”
La situación es aún más grave si pensamos en una posible defensa del
mito de América visto a través de la mujer por parte de la crítica
feminista. Si una lectura desde la perspectiva del crítico varón resulta
como hemos observado infructuosa, una lectura feminista no lo sería
menos. Al ser el punto de vista masculino asumido tradicionalmente como
neutro por la crítica, una lectura femenina del sueño americano sería
considerada como "un caso de defensa especial y un intento de forzar el
texto con un molde predeterminado.” Una vez más podemos hacer uso de la
recurrente frase de Krause y Reid para definir la posición de la mujer
dentro del mito y de la crítica literaria norteamericana como "a
melodrama of beset womanhood".
Para concluir su ensayo, Nina Baym aborda dos aspectos relacionados
entre sí que reflejan las restricciones de género aplicadas a la mujer
novelista estudiadas en su discurso. Nos referimos a la descripción del
artista y el acto de la escritura que se han venido dando en los
trabajos críticos que utilizan la historia del mito de América como
punto de partida. Baym apunta al hecho de que cuando esto último ocurre,
existe una clara tendencia del crítico a describir la labor del artista
y al artista mismo en términos que contienen atributos pertenecientes a
dicha historia, imponiendo sobre el acto de creación artística las
mismas restricciones de género que hemos observado al examinar el mito.
La historia de esta tendencia se remonta a críticos de la talla de
Richard Chase o Richard Poirier, los cuales representan el acto de
escribir mediante metáforas de descubrimiento y exploración, y aún más,
aúnan abiertamente al novelista y al protagonista o héroe de la historia
en una misma persona en afirmaciones tales como: "The strangeness of
American fiction has...to do..with the environment [the novelist] tries
to create for his hero, usually his surrogate Pero Chase y Poirier no
están solos en esta línea de pensamiento. En una antología de escritos
críticos titulada Theories of American Literature, sus editores, Donald
M. Kartiganer y Malcolm A. Griffith, aludiéndo al acto de creación
artística dirán que "For some it has meant an opportunity to play Adam,
to assume the role of an original namer of experience.” Baym observa en
este último fragmento una total e intencionada transferencia por parte
del crítico del mito adánico del héroe de la historia al creador adánico
de la historia, es decir, el escritor.
Las implicaciones de género de tal asimilación mito adánico-mito de
creación artística resultan en última instancia, al igual que observamos
al estudiar el mito de América, en un intento de la crítica masculina de
excluir a la mujer escritora del esquema creador, reservado
exclusivamente al autor varón. El espacio reservado para la mujer
creadora por la crítica dominante es por lo tanto el mismo asignado por
el hombre en sus "melodramas masculinos": "either she is to be silent,
like nature, or she is the creator of conventional works, the
spokeperson of society. What she might do as an innovator in her own
right is not to be perceived.” Una vez más, parece decir Nina Baym,
queda probada la "invisibilidad crítica" de la mujer.
El desarrollo de esta idea sobre la creación literaria en escritos
críticos posteriores se ha ido haciendo más y más perjudicial para la
imagen de la mujer novelista, anulando la presencia de ésta hasta
extremos insospechados. Bajo la influencia de reconocidos críticos como
Harold Bloom, figuras como Eric Sundquist han tratado de llevar más
lejos la idea de la creación artística como reino exclusivo del hombre.
Así, críticos como Sundquist llegan a la conclusión de que el novelista,
lo que realmente intenta al crear una obra literaria es convertirse en
su propio padre, puesto que el autor, al crear un personaje que es su "surrogate",
está en el fondo escribiendo sobre él mismo. Baym señala el hecho de que
ésta teoría, tal y como aparece construida, excluye definitivamente a la
mujer, pues si el acto de creación literaria queda reducido al intento
de "father oneself" por parte del autor, un intento de escribir por
parte de la mujer resultaría "perverse" y "absurd" a los ojos de la
crítica.
Los esfuerzos de la crítica feminista por contraatacar esta teoría de la
paternidad literaria o creadora han hecho ver que dicha teoría ignora
una ecuación igualmente cierta, como es la ecuación metafórica entre la
creación literaria y el parto. Tal teoría sobre la `maternidad'
literaria se basa en el hecho de que "...the process of literary
creation is analogically much more similar to gestation, labor, and
delivery than it is to insemination ". Sin embargo, como apunta Nina
Baym en su artículo, tal teoría sobre el acto de la escritura no es
particular a la literatura americana, y por tanto no es necesario
confinarla a los autores americanos, sino a los creadores literarios en
general.
Finalmente, se lamenta Baym, la situación de la teoría literaria
americana es irónica, puesto que al tiempo que la crítica feminista
descubre más y más mujeres novelistas importantes, los teóricos de la
crítica restan más y más presencia a la obra creada por la mujer. En su
denodada búsqueda de lo genuinamente americano, la teoría literaria
americana ha llegado a un punto donde las referencias de la americanidad
se pierden dentro del terreno de la psicología masculina universal,
convirtiéndose finalmente en un "melodrama of beset manhood".
El estudio realizado por Nina Baym dentro de la crítica feminista de su
momento puede situarse, tal y como lo define Elaine Showalter, en la
segunda fase de la misma, una vez salvada con éxito la etapa de "the
ethics of awakening". Esta segunda fase, "...characterized by [the]
anxiety about the isolation of feminist criticism from a critical
community increasingly theoretical in its interests and indifferent to
women's writing,” es la que mejor define la labor realizada por Baym al
poner de manifiesto la presencia de la mujer tanto en la novelística
como en la crítica, en su intento por hacer visible la "invisibilidad
crítica" de la mujer escritora americana.
Obras citadas:
Baym, Nina. "Melodramas of Beset Manhood. How Theories of American
Fiction Exclude Women Writers", The New Feminist Criticism. Essays on
Women, Literature and Theory, ed. Elaine Showalter. New York: Pantheon
Books, 1985.
Culler, Jonathan. "Leyendo como una mujer", Sobre la deconstrucción.
Madrid: Cátedra, 1982.
Showalter, Elaine. "Feminist Criticism in the Wilderness", The New
Feminist Criticism. New York: Pantheon Books, 1985.
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