Presentado al mundo por la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE) en la Feria del Libro de Madrid con el auspicio del Vicerrectorado de Cultura y Deporte de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) en el marco de una Edición Especial (XI Edición) de la Muestra Iberoamericana de Narración Oral Escénica "Contar con la Universidad Complutense de Madrid" y en el Pabellón de las Universidades Públicas Madrileñas y la UNED, el 9 de Junio de 2009.
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1. Todas las
niñas y todos los niños de nuestro planeta en cualquier sociedad
tienen derecho, desde que están en el vientre, a que su madre
les hable, y les cuente historias, les lea en prosa y en verso,
animadamente, y siempre con amor.
El habla es el oro que no la plata,
y es más: es ser humano, es amor.
2. Todas las niñas y todos los niños de nuestro planeta en
cualquier sociedad tienen derecho a que la voz materna, que es
la única que ellos encontrándose aún en el vientre pueden
escuchar, les hable expresivamente desde la responsabilidad de
establecer las primeras plataformas de la relación entre la
infancia y el habla, y entre la infancia y la lengua, unas
relaciones indispensables para llegar a esa comunicación que es
la oralidad.
La lengua es Humanidad, sociedad humana,
entretejido colectivo.
3. Todas las niñas y todos los niños de cualquier raza,
continente, país, idioma, posición económica, tenga su familia
la visión del mundo que tenga, tienen derecho a que su madre y
su padre, a que sus abuelas y abuelos, sus tías y tíos, y los
seres humanos próximos, les hablen y les cuenten cuentos y
narraciones diversas, todo animadamente y sin que estén
presentes otros sonidos (la radio y la televisión encendidas,
por ejemplo, que a esa edad no los influyen en positivo con sus
resonancias, pero sí son interferentes).
El habla surgió ante todo
para testimoniar amor
y solidaridad.
4. Todas las niñas y todos los niños tienen derecho a que en las
sociedades de escritura, y en las de escritura y medios
audiovisuales, a las acciones insustituibles de contarles a
palabra, voz y gesto vivos, se le sume el leerles cuentos en
prosa y en verso, y comentárselos durante todo el primer año de
vida, que es cuando se establecen las principales bases
neurológicas y muchas de las conexiones que, en gran medida,
dependen para constituirse de la presencia del habla, dependen
de la presencia de la oralidad en los primeros meses; desde la
ciencia se señala ya que la cantidad de palabras que una
criatura escucha cada día en sus primeros meses es determinante
para su desarrollo y para su posterior inteligencia, imaginación
y capacidades creativas o creadoras, para su posterior interés y
su comprensión lectora, para sus futuros avances y éxitos
escolares, y para sus futuras aptitudes sociales.
La oralidad es cimiento colectivo de lo humano;
en verdad, nos definió como humanos.
5. Todas las niñas y todos los niños, en correspondencia con la
importancia para su crecimiento del entorno y de las acciones
humanas que reciben inicialmente, y en correspondencia con la
decisiva influencia de la oralidad en los primeros años de la
vida (que es cuando se instituyen muchas de las conexiones e
interconexiones cerebrales determinantes) tienen derecho a
esperar que los adultos asuman la definición científica, no
metafórica, de la oralidad, que ya existe, la definición que
define a la oralidad como proceso de comunicación y no sólo de
expresión, y no sólo como el hablar en voz alta; que la define
como proceso de invención y reinvención entre interlocutores que
no admite la literalidad; y a que, en correspondencia con todo
ello, en el seno de la familia de cada niña y niño se preste
especial atención hasta los tres años de edad, de modo
consciente y siempre grato y adecuado, a la presencia activa de
la oralidad en sus diferentes formas: conversación, cuento oral,
entre otras ya señaladas (presencia a la que debe sumarse la de
la lectura en voz alta); responsabilidad, todas estas
presencias, que la familia nunca debe descuidar, compartiéndolas
cuando sea tiempo con el sistema de formación y enseñanza a lo
largo de la niñez y la adolescencia y la juventud de cada
individuo, lo que además avalará una mejor comunicación de cada
ser humano hasta la vejez, y garantizará la mejor comunicación
en y del mundo como un todo.
La oralidad es conjunción de ejes que se complementan.
6. Todas las niñas y todos los niños tienen derecho a que, desde
que son vida, la familia y la sociedad les compartan la
cotidianidad y los saberes por medio del habla, primero; y de la
oralidad más cercana tan pronto sea posible; todo a través de
conversaciones y de anécdotas, de recuerdos y de historias.
La oralidad es para el ser humano partida,
recorrido, destino y hallazgos,
viaje con otro u otros a un infinito sin fronteras.
7. Todas las niñas y todos los niños tienen derecho a que se les
explique el mundo por medio de la oralidad, y, mucho, por medio
de las conversaciones; derecho a que se establezca comunicación
con ellos como interlocutores; y, cuando ya estén en condiciones
de conversar, derecho a que, respetándolos como
individualidades, se les escuche hablar para comunicarse, y se
les responda a todas sus preguntas; y derecho a que siempre se
tenga tiempo para conversar con ellos, y con ellos como
participantes y protagonistas.
La oralidad es con el otro y no para el otro.
Contar oralmente es contar con el otro como interlocutor
y nunca como espectador.
De inicio los niños y las niñas tienen que comer,
que ejercitar y desarrollar su cuerpo y su mente,
y estos son los tres factores indispensables
para la salud y el crecimiento. Su ejercicio y desarrollo
mental comienza realmente cuando se habla para ellos,
y prosigue con la oralidad cuando se habla con ellos,
una oralidad que debe ser en plenitud
a lo largo de toda la existencia humana.
8. Todas las niñas y todos los niños tienen derecho a que el
acercamiento al habla y a la lengua iniciado por su madre, y
establecido y desarrollado en términos primero de habla y,
paulatinamente, de oralidad como comunicación, y también
establecido, en sus primeros años de niñez, en términos de
expresión leída en voz alta por la familia, los amigos y la
sociedad, se continúe con consistencia y congruencia, y de modo
priorizado, por los maestros en la escuela (una escuela que
primero comunique para expresar, informar, difundir, trasmitir,
enseñar, formar), por los bibliotecarios en las bibliotecas, y,
entre otros, por los profesionales de la oralidad artística y de
la oralidad artística escénica, sin que estas acciones y
espacios de oralidad plena, de oralidad que cree en la niña y en
el niño, y los respeta como interlocutores capaces sin
mediatizaciones a su imaginario, sean sustituidos por otras
formas habladas pero no orales del contar, unas que también
deben tener presencias relevantes (el contar desde la lectura en
voz alta, el contar desde el teatro o cuento teatralizado, entre
otras).
La oralidad es el camino natural a la lectura.
9. Todas las niñas y todos los niños tienen derecho a pedir que
se les converse, se les responda, se les explique y estimule, y
se les cuente oralmente en cualquier sitio, hora y circunstancia
posibles, a sus madres y padres y abuelas y abuelos, y, entre
otros, a sus tías y tíos; todos los que deberán corresponder, a
riesgo de perder, si se niegan, la confianza de niñas y niños;
una confianza que, además y entre más, les da derecho a las
niñas y los niños a pedir otro cuento, a pedir un cuento nuevo y
a pedir escuchar un millón de veces el mismo cuento; una
confianza que, además y entre más, le da derecho a niñas y niños
a inventar sus propios cuentos o a reinventar los escuchados o
leídos y, a su vez, a contarlos oralmente.
La oralidad es insustituible para ser los humanos
que somos. Contar oralmente es compartir la confianza.
10. Todas las niñas y todos los niños tienen derecho a que se
les compartan, siempre desde la oralidad y, paulatinamente,
también desde la lectura, las tradiciones orales y las
tradiciones memorísticas de los pueblos, aquellas tradiciones
que tanto en ética como en estética respondan a los derechos y
valores humanos universales y a los de la oralidad y el arte;
derecho a que se les narren mitos y leyendas, cuentos populares
comunitarios y cuentos populares maravillosos y cuentos de nunca
acabar, entre otras artes y géneros de las tradiciones que
narran historias, y entregan creaciones hermosas y críticas,
creaciones imaginativas y sugerentes, esclarecedoras y
soñadoras, todo desde la certeza de que en la medida en que se
cuenta oralmente con las niñas y los niños se están
desarrollando no sólo su capacidad de imaginar y su capacidad de
crear, sino también su necesidad de aprehender cada vez más el
mundo que los rodea.
La oralidad es de palabras verdaderas: de palabras ciertas y
mágicas
de la razón y el sentimiento; de palabras ciertas
y mágicas de la invención y la reinvención.
11. Todas las niñas y todos los niños tienen derecho igualmente
a que se les cuenten, oralmente y oral artísticamente y oral
escénicamente, los cuentos y otras historias de la literatura
universal y de la literatura de su país, de los textos clásicos
a los de las grandes escritoras y los grandes escritores de
todos los tiempos, y con énfasis en los contemporáneos; a que se
les narren cuentos potenciando al máximo la comunicación por
sobre la expresión; a que se les narren con pasión y con
compromiso, con responsabilidad y con entrega, con ternura y con
complicidad, con sentido del humor y con sentido de lo
emocional, con expectación y con riesgo.
La oralidad es el llamado más poderoso que puede hacerse
a la imaginación de otro ser humano,
porque tiene
que ver con la imaginación y no con la construcción física
de las imágenes; enseñar a imaginar es enseñar a relacionar
y enseñar a relacionar e interrelacionar es esencial
para el desarrollo de los poderes creadores.
La imaginación es camino de futuro.
12. Todas las niñas y todos los niños tienen derecho a esperar
que, muchas veces y sin tener que pedirlo, los adultos, madres y
padres, abuelas y abuelos, tías y tíos, entre otros de la
familia o de la amistad; en salones y dormitorios, cocinas y
comedores, portales, patios y terrazas, aulas y salas de
lectura, parques y plazas y campos y playas; les cuenten
oralmente recuerdos y anécdotas, les cuenten los más disímiles
argumentos, les digan refranes y máximas, dichos y pensamientos,
para que cualquier espacio sea un espacio de oralidad y de
comunicación humana donde juglares de la ternura encuentren en
su conciencia y en su memoria, en su razón y en su corazón, las
palabras que completan y expanden, las palabras que curan y
salvan, las palabras de la felicidad y de la alegría, las
palabras de los criterios, las sensaciones y los sentimientos,
las palabras de la lealtad, la dignidad, la tolerancia, la
fraternidad y la libertad, las palabras del amor y la
solidaridad y la amistad y la generosidad, las palabras
bienintencionadas y bienhechoras del mejoramiento humano.
La oralidad es la suma de la vida.
Escrito[1]
en España 2007/2009, y desde lo recibido
en Camagüey, en La Habana, en Caracas, en México D. F., en
Madrid
y en otras muchas ciudades y pueblos y campos
de América Latina y el Caribe, Europa y África.
[1] Este Manifiesto tiene uno de sus antecedentes en la
Declaración Universal de los Derechos del Niño a Escuchar
Cuentos que el Teatro Universitario para Niños “El Chichón” de
la Universidad Central de Venezuela redactó a partir de que F.
Garzón Céspedes le compartiera sus reflexiones desde su Taller
de Narración Oral Artística “Cómo contar un cuento” (con el que
iba construyendo su propuesta de la narración oral escénica),
convocado por el CELCIT en el Ateneo de Caracas, en Diciembre de
1983. En consecuencia el texto de dicha Declaración… está
firmado por “Redoblante”, personaje escénico creado por Garzón
Céspedes (Premio de la Crítica “La Rosa Blanca” y Premio
Iberoamericano “Ollantay” de Teatro para Niños). Esa Declaración
apareció por primera vez en 1984, en el Programa del estreno de
cinco obras de “Redoblante”, por “El Chichón”, en la Universidad
Central de Venezuela.