La gata en la noche con la luna sobre el tejado. Colette

© Cris Flantains

 

Durante el transcurso  de ese extraño ritmo que recoge cada acontecimiento que se produce en el universo, colocándolo ordenadamente, como lo haría un contable con un apunte numérico, en una especie de memoria que aparentemente no tiene ni fin ni fundamento, se percibe, con una sutileza parecida a la de ciertos aromas, un orden escrupuloso  extrañamente regido por el caos y por lo tanto, perfecto.

Es la vida: y transcurre ineludiblemente.

 Este orden combina muchísimas variables con criterios variopintos y no siempre reconocibles, y no siempre reiterativos. Es como un juego cuya única satisfacción es regodearse en el resultado. Este orden hace que los aconteceres no se superpongan y, confabulando ciertos criterios, siempre al azar, a veces, consigue resultados espectaculares.

Son fenómenos: y suelen ser de una belleza exultante

Yo creo que Sidonie Gabriell Claudine pertenece a ese grupo de individuos  que forman un estirpe, cuyo vínculo es que son el producto azaroso de ese caos perfectamente organizado y cuyo resultado es espectacular, no lo confundan con la casualidad, no. Estos individuos son necesarios, yo diría que imprescindibles, son escasos y jamás pasan inadvertidos

Tengo una foto de ella que me gusta, posa con dos gatos que sujeta en su brazo izquierdo; los mininos están expectantes, atentos al fotógrafo, al aparato que este manipula, están serios y prestos, llenos de vitalidad. Sidonie  les acompaña en la imagen igual de seria, igual de presta  y atenta, pero con una mirada terriblemente melancólica. ¿Se imaginan a un gato de ojos melancólicos?  Eso es Colette, una gata con ojos de mujer triste

Es una mujer muy polifacética; en el ámbito de la literatura domina varios géneros con esa facilidad aparente que propone la necesidad.

 ¿Saben porqué empezó a escribir?

 Por necesidad

 Por la necesidad de complacer al hombre que amaba, con ese amor servil que se estilaba a principios del siglo XX, con ese amor humillante y rastrero de balanzas descompensadas. Escribe para complacerle, para enriquecerle, para verlo contento… me gusta este comienzo a modo de pequeña venganza personal, aunque no sea legítimo que yo me vengue de nada. 

Jamás reivindicó  Colette una vocación de escritora, y lo no hizo  con la misma naturalidad con la que nadie reivindica  su finalidad al aire que respira; polifacética hasta la extenuación, brillante, desenfadad, efectiva, activa… Colette está en el mundo fundamentalmente para vivir, esa es su verdadera vocación.

Cuando pienso en Colette escritora, veo la imagen de un gato en una noche de luna llena paseándose por el quicio de los tejados más altos de Paris, veo su silueta dibujada en el fondo de una esplendida luna llena y oigo un ronroneo y un marramiau , ahora sentado, ahora en movimiento, ahora encrespado, ahora mecido por la suave luz de luna, vuelve sus ojos y mira

`La gata´ es una novelita corta  que se lee con la misma satisfacción con la que uno  se tira a una piscina estupenda, una calurosa tarde del mes de julio. No piensen ni por un momento que les voy a contar cuantos adjetivos encontré, como les utiliza, y con que frecuencia… ni si sus frases son largas o cortas, ni si trata al tiempo en un orden novedoso para aquella época, ni si el perfil de sus personajes es coherente, si la determinación del tema, si el de la estructura… Digamos que en una escritora y, por lo tanto, damos por buenos todos los recursos que utiliza para llevarnos a donde nos lleva; digamos que preferimos centrarnos en los efectos que la lectura produce sobre nosotros; digamos que preferimos ver al gato paseando, elegantemente, al borde del tejado y disfrutar sin cuestionarnos, siquiera,  cuales son las cualidades que le llevan a ejecutar tal proeza con esa naturalidad.

La reina de la insinuación, de la alusión precisa, nos propone una lectura que va convenciendo al mismo tiempo que se va ejecutando, sin promesas, sin tirones, sin fluctuaciones, y sobretodo, muy, muy ágil.  Mientras trascendemos en  “la Gata”, Colette nos brinda la satisfacción  de sentirnos sensuales  obligándonos a absorber las imágenes, que nos regala, con los cinco sentidos a la vez. No me pregunten como lo consigue, atrévanse a averiguarlo ustedes mismos:

…Un solo árbol, un álamo con tiernas hojas barnizadas, recogía la claridad lunar y goteaba tantos fulgores como una cascada…

No puedo decir que `la Gata´ sea una novela divertida porque tiene un fondo trágico: los celos. Ni se puede decir que sea una novela desenfadada porque incursiona con bastante frecuencia en ámbitos demasiado importantes y oscuros.

El tema del amor, del sexo y de los celos  se presta a lo trágico como a todo lo contrario. Podemos decir que Colette nos ahorra que seamos reiterativos con nosotros mismos durante su lectura; a los datos que nosotros tenemos  de ese lado oscuro, no nos aporta los suyos a través de sus personajes,  ella solo nos lo evoca implícitamente, retrotrayéndonos a nuestros propios abismos, a nuestra propia experiencia, y nos propone, en paralelo, una perspectiva totalmente novedosa, fresca, casi absurda y muy, muy original: la de la historia que nos está contando.

 `La gata´ es una lectura muy recomendable, llena de imágenes, cargada de sugerencias y de una profundidad interesante. La escribió entre finales de 1932 y principio del 33. Se lee sin dificultades y rápidamente. Si son capaces de encontrarla en su librería habitual, no dejen de comprársela.

 

 

 

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