Papá, prefiero el e-book al libro en papel. Es más cómodo, porque no tengo que pasar las páginas. Eso es un rollo". La hija de ocho años de Peter Brantley, fundador de la organización Open Book Alliance, estaba muy segura de lo que decía cuando su padre le dio a elegir entre el formato electrónico y el convencional. Para ella, el sentimentalismo del olor, del acto de pasar las páginas o de leer en papel no tenía ningún sentido.
Sin embargo, no hay que echar la mirada a la generación más joven para encontrarse con usuarios de e-books. En España, cada vez más adultos que podrían encuadrarse en esa generación papel nostálgica de unos determinados olores, cubiertas y formas, se han lanzado a la lectura de e-books. Las cifras de ventas, según portales como Dosdoce.com, están ya entre 3.000 y 5.000 soportes al mes (a junio de 2009).
Es cierto que la gran mayoría de estos lectores pertenecen a sectores profesionales ligados al mundo de las letras, tales como editores, escritores y profesores. También es cierto que los contenidos en castellano aún son de dominio público El Quijote, La Celestina y que no hay novedades. Los soportes siguen siendo caros y aún hay mucho por mejorar, como el color. Pero estos lectores son los primeros conejillos de Indias en nuestro país. Y nos han contado su experiencia.
Evolución natural
Laura Borràs es profesora de Lengua y Literatura Comparada en la Universitat de Barcelona. Lee e-books desde el año 2000, cuando montó un grupo de investigación en la facultad. Ya va por su tercer libro electrónico, un Iliad en el que puede subrayar y escribir, y donde tiene guardados 585 títulos. Cree que la llegada del e-book es un proceso tan natural como el que supuso el paso de la transmisión oral al papel, del pergamino al papiro y del rollo al códice.
"No hay diferencia, en e-book, El Quijote sigue siendo El Quijote"
"En realidad, el libro en papel como lo conocemos no llegó hasta la Ilustración. Los párrafos, los puntos y las comas nos parecen de toda la vida, pero tampoco es así", asegura Borràs. Además, hay un factor esencial que no se debe olvidar: "Es cierto que el e-reader no te permite pasar las páginas como en el libro de papel, pero El Quijote sigue siendo El Quijote".
El fotógrafo navarro Jesús Caso, de 47 años, lleva casi un año con su Iliad, donde guarda 20 títulos. Es un lector habitual. Lee entre 20 y 30 libros al año. Su llegada al e-book fue "por curiosidad", y desde entonces dice que no ha tenido ningún problema con la adaptación al nuevo formato. "Es lo mismo que ocurrió con las cámaras de fotos. Recuerdo que en 2002 los fotógrafos trabajábamos con carrete y todo el mundo anteponía la calidad del carrete al digital. Hoy prácticamente todos trabajamos con cámaras digitales", señala.
Sin daño a la vista
"Los ensayos y libros técnicos tienen mayor aceptación"
Neus Arqués, escritora y experta en marketing por Internet, tiene un Kindle desde agosto de 2008. Lo compró en EEUU, ya que en España no estaba a la venta en esas fechas. Tiene 12 títulos. Para ella, "la lectura de un e-book todavía se parece mucho a la que se hace en la pantalla de un ordenador".
Arqués cree que eso cambiará cuando lleguen al mercado, y a precios más bajos, los e-readers en los que "se pueda subrayar y que tengan otras aplicaciones como la música". Eso sí, reconoce sus aciertos: el lector puede cambiar el cuerpo de la letra y hacerlo más grande o más pequeño. De cualquier forma, para Arqués, el formato no tendrá un uso generalizado por un tiempo: "Los ensayos y libros técnicos tienen una mayor aceptación en el e-book, pero la novela se seguirá leyendo bastante en papel".
¿Molestias, efectos secundarios? La profesora Laura Borràs sostiene que la tinta electrónica de los e-readers no daña la vista. "Te molesta igual que si llevas horas leyendo un libro en papel". También ella corta por lo sano la nostalgia de pasar la página. "Cuando es en papel biblia tampoco es muy cómodo", apostilla. Borràs, que en 1996 defendió una tesis sobre la locura en la Edad Media, cuenta cómo se pasó meses de biblioteca en biblioteca revisando manuscritos. "El papel se degrada, se estropea y huele mal. Evidentemente falta una familiarización, pero creo que se están exagerando los discursos con el tema del tacto o del olor".
Cambio en la lectura
Para Neus Arqués, la lectura del e-book es diferente a la que se hace en papel: "Los ojos escanean y vas buscando la información que te interesa". Laura Borràs también cree que son dos formatos distintos. Según ella, la pantalla todavía provoca un cambio en la percepción de los textos. "Por eso, los documentos largos de los ordenadores se imprimen", mantiene. Sin embargo, insiste en que "un e-book no es un ordenador. Es un libro. Otra cosa es la literatura digital con hipertextos y enlaces, con música y ruidos. Eso es algo que se está dando en la Red, pero todavía no en los e-books".
De aquí para allá
Uno de los fallos es que no se aprecia cuánto queda para el final del libro
Pero la gran ventaja es, sin duda, poder llevarlo de aquí para allá. El soporte permite transportar una buena cantidad de libros sin doblarse la espalda. Para los editores Angel María Herrera, de Bubok.com, y Claudio López Lamadrid, de Mondadori, ha supuesto todo un alivio. "Antes llevaba carpetas con 500 folios y ahora en un dispositivo que pesa entre 200 y 300 gramos llevo unos 70 manuscritos. Creo que para mi trabajo es una herramienta fundamental", comenta López Lamadrid, que trabaja con su Sony Reader desde hace año y medio.
Entre el sol y el agua
Laura Borràs destrona el prejuicio de no leer un e-book en lugares como la playa. Durante sus vacaciones de este verano en Mallorca leyó toda la saga de Millenniun sin cargar los tres tomos. Más de dos mil páginas en un minúsculo aparato entre arena, sol y agua. El fotógrafo Jesús Caso también cuenta que lleva sus e-books a todas partes. Ha perdido la vergüenza del principio: "Creo que estamos como cuando apareció el móvil a finales de los noventa. Muchos renegábamos de él y nos daba vergüenza tenerlo, pero ahora no podemos vivir sin él. No hago un viaje sin mis e-book".
La última página
Sin embargo, no todo son ventajas. Los lectores de e-books todavía ven algunos fallos como la apreciación global de todo el contenido del libro. "Cuando te estás leyendo una novela policiaca y estás llegando al final, sabes que la resolución está cerca. Sin embargo, con el e-book, aunque haya una señalización numérica, no aprecias tanto por dónde vas", reconoce el editor López Lamadrid.
El librero sobrevive
Todos estos lectores aseguran que no van a dejar de acudir a las librerías. La escritora Neus Arqués cree que, ante la "gran oferta que va a haber ahora de contenidos digitales, los consejos van a ser muy necesarios. Y habrá muchos usuarios que quieran imprimirse en la librería el libro que se han descargado".
Laura Borràs asegura, por su parte, que "la bibliomanía no va a desaparecer, aunque quizá la relación con el papel sea más fetichista", asegura Laura Borràs. Eso sí, de momento no lo han dejado. Jesús Caso lo tiene claro: "Ahora estoy leyendo El símbolo perdido, de Dan Brown en papel".