No fue un sueño

(Crónica murciana)

 Entrega de premios Canal Literatura 2008

Por Mercedes Martín Alfaya  

 

Volver a Murcia bien vale recuperar la niñez y descubrir el mundo como si fuera nuevo.

 

Como no sé bien por dónde empezar esta crónica; voy a cerrar los ojos para visualizar el momento en el que tuve conciencia de que volvía al lugar que me dejó ese saborcillo tan rico el año pasado, en el que fui la ganadora del certamen de narrativa breve.

 

Veo una furgoneta enorme con los cristales negros que recorre Madrid el sábado 7 de junio a las ocho de la mañana.

 

—¡Ahí! ¡Ahí están! Da la vuelta, Jose! —y Jose, el marido de Clara, que se ha  ofrecido a acompañarnos y llevarnos hasta Murcia, da la vuelta.  En una de las calles del centro de Madrid, recogemos a Jesús (que llegó de Vigo), a Gaby (que  venía de Suiza) y al profe, Ramón (que es murciano, pero que vive en Madrid). 

Yo ya iba en el coche, llegué de Málaga  el día anterior y me hospedé en casa de Clara. Además de nosotros, han salido para Murcia dos expediciones más de nuestro taller literario, una desde Jaén, en coche, con Felisa “Delgadina” y su marido; y otra en autobús desde Málaga, con Juanma  (nuestro tío grande del taller) y Dorotea, la ganadora del Certamen de Canal Literatura, (pero que todavía ni lo sospechábamos). Como digo, furgoneta de siete plazas a nuestra disposición y chofer de lujo hasta Murcia.

 

Comienza la aventura…

 

El camino resultó ameno, con Jesús y sus adivinanzas, alguna lectura en voz alta, fotos divertidas, chistes y bromas...

—Chicos ¿queréis un caramelo de fresa o de los XXXX —pregunta Clara desde el asiento delantero.

—No, no, yo de los fuertes no quiero- advertí

-Jajajajajjaj

Vaya sorda que estoy, mira que confundir XXXX con “fuertes”.

 

Mensaje al móvil, es de Dorotea”: ¿Cuándo llegáis? Juanma y yo estamos haciendo turismo por Murcia con una guía de lujo, ya os contaremos. El hotel es precioso. Besos, Dorotea.

 

Increíble, pero cierto. Aparcamiento para la furgoneta en la misma puerta del Hotel ´NH Amistad´ de Murcia (mira que son hospitalarios los murcianos).  Al entrar, nos encontramos con Felisa que enseguida nos puso al corriente de quién se escondía bajo el misterioso pseudónimo de  “Norma Jean”.

—El que está ahí sentado, con el periódico. Fue el ganador del Público del año pasado —nos dijo bajito. Y todos nos volvimos de golpe con el disimulo que caracteriza la curiosidad. Carlos Garrido, (el de gafas oscuras en la foto). Le reconocí enseguida. Qué guay volver a encontrarnos, dije.

 

Allí, en la recepción, también nos esperaban Dorotea y Juanma, deseosos de contarnos su aventura y paseos por Madina Mursiya , nombre con el que fue fundada Murcia en el año 825 por el emir de Al-Andalus Abderramán II.

Confirmada nuestra reserva en el hotel, quedamos para irnos todos a comer. Además de Carlos Garrido, también se unieron al grupo Antonio Lagares (Premio Especial del Público de este año) y su mujer.

 

Ramón, el profe murcianico, nos llevó a comer a la plaza de las Flores, un sitio que se parecía mucho a la Gloria y nos aconsejó probar las “marineras” y los “matrimonios”. Dorotea, que llevaba semanas buscando detalles curiosos en una guía de viaje de Murcia, nos explicó que el “matrimonio” era la unión de una  anchoa y un boquerón (vaya romance exquisito).

Bueno, pues allí estuvimos entre cháchara, buen rollito y las  traviesas notas de un acordeón. El edificio más representativo de Murcia es la Catedral de Santa María, que se encuentra en pleno casco antiguo de la ciudad, en la plaza del Cardenal Belluga.

 Hasta allí, nos desplazamos los más valientes (vamos, los que nos empeñamos en desafiar el sueñecillo que entra después de comer). Había dos bodas, (esta vez los matrimonios no eran “pescaos” ¿o sí…?). Y en este punto se me ocurrió contar un chiste a los compis:   Oye, le dice un amigo a otro, me he enterado de que te has casado: A lo que el otro responde: no, no.  A ti te lo han contado. El que se ha enterado he sido yo.

 

Recogimos las risas y nos adentramos en la Catedral. Los sitios sagrados albergan un misterio que me despierta los sentidos. De pronto, sonó una música mágica y, al trasluz de una columna horizontal de polvo luminoso, aparecieron los novios. No quise hacer fotos para no empañar el momento. Sí que descubrí más tarde otro milagro en uno de los altares laterales y lo atrapé con mi cámara: la luz dormía  en ese rincón como un poema en la memoria.

Ramón, el profe, nos explicó que en el altar mayor se hallan el corazón y las entrañas de Alfonso X el Sabio, tal como lo indicó en su testamento como prueba de su amor a Murcia y por la fidelidad que le demostró siempre la ciudad. Y salimos fuera para ver la capilla del Marqués de los Vélez, que sobresale por el exterior de la catedral y en la que nos mostró la cadena esculpida que la rodea y sobre la que pesa una famosa leyenda.

 

Embriagados con el aroma de los jardines y las terrazas floridas, volvimos al hotel a prepararnos para otro emocionante momento azul: la cena de gala de Canal Literatura.

 

¡Ay!  Qué nervios... 

 

Todos requeteguapos, nos encontramos de nuevo en recepción. Allí conocimos a Julián y su novia, otro finalista que venía de Benalmádena, igual que yo.

Di un abrazo enorme a Bobdylan, que yo no sabía que era el tipo majo y cariñoso que nos acompañó en la mesa el año pasado; y a su mujer, una morenaza encantadora. Buscamos nuestra mesa, la número 5, y colocamos nuestra vela (esa que nos acompaña a todos sitios como símbolo del Desván de la Memoria, nuestro taller literario, y que tantas alegrías nos da entre parpadeo y parpadeo).

Le acerqué el fuego y abrió los ojillos risueña (creo que a la vela también le encanta Murcia).

—¡Hola, María Luisa! ¡Qué alegría! —Qué mujer tan entrañable, siempre pendiente de que todos nos sintamos como en casa. Y qué bonito y bien organizado estaba todo; recital poético y guitarra incluidos, regalitos en las sillas y bolígrafos-bombilla. Dorotea se sentó a la derecha del padre (porque para el profe todos somos sus hijos) y yo me senté a la izquierda. Lo que él no sabía, es que le custodiaban las dos ganadoras del Certamen, la que terminaba su “reinado” y la que estaba a punto de tomar la corona.

 

De pronto, la puerta del salón comedor se abrió y apareció Espido Freire. Los caballeros tragaron saliva y la nuez tintineó en sus gargantas. Espido, una belleza de mujer,  atravesó el comedor, suave y etérea como una pompa de jabón.

E iniciamos la cena. Los camareros se volcaron en eficacia y simpatía, cuidando que las copas no bajaran de la mitad y que la comida se sirviera y retirara por el lado correspondiente sin perder la sonrisa ante tanta cámara de foto en el trayecto.

 

Entre croquetas, carpaccio, vinagreta, coca de hojaldre, suprema y carrillera, alguien recordó los ´Melocotones helados’ de Espido aunque tuvo que conformarse con la tarta de limón merengada  como postre.

 

Y llegó el momento más esperado de la noche… La entrega de premios. Maria Luisa dejó paso al jurado y los finalistas. Sin embargo, su presencia seguía luciendo como el hada buena del cuento.  Una voz aterciopelada y envolvente tomó el micro y dio cuenta de los finalistas y demás información, retransmitida en directo a través de las ondas mágicas de la tecnología a todos los oyentes. Hasta que, por fin, conocimos a los ganadores del certamen en todas las categorías.

Nuestra ganadora, Dorotea Fulde Benke, una española nacida en Alemania, recogió su merecido premio pensando que muchas señales le habían indicado el camino favorable para su “Niño que no pesaba”.

 

Con el baile de gala, se desbordaron los gestos de cariño, las confidencias, el intercambio de correos y alguna mirada de complicidad por parte de los ángeles, que siempre están presentes en estos actos y en los que nadie repara pero que están ahí. Al final, yo no sé quién movía los hilos de tan entrañable derroche de calidad humana.

 

Nos acercamos a la barra a pedir nuestra consumición con el tique que nos entregaron y cerca de las cuatro de la mañana el comedor se iba quedando solo. Las rosas que adornaban las mesas bostezaban y su aroma narcotizaba el aire. Hasta que, los que quedamos, intentando arañar un poquito más el mágico reloj de la noche, tuvimos que rendirnos a lo inevitable: la despedida.

En la foto, el profe y la cronista.

Por la mañana, Murcia “lloraba”. Dejamos que las gotitas nos empaparan el cuerpo y compartimos lagrimillas con la lluvia.

 

Viaje de vuelta en la furgoneta de Jose…

 

Zzzzzzzz!! Qué bien lo hemos pasado. Zzzzzzzz!! No veas qué experiencia ¿eh…? Zzzzzzz!!! Zzz!! Y Maria Luisa, qué bien lo ha organizado todo. Yo no sé, pero este Canal me da que ha sido tocado por los dioses, ¿verdad? Zzzzz!! Sí, es cierto. Zzzzzz!!!

 

—¿Queréis un caramelito? —pregunta Clara con su media ronquera emocionada.

—Sí. Dame uno de los FUERTES.

—Jajajjajajaja.

 

Como dijo Borges: “Con el tiempo te das cuenta que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible”. Pero yo no me conformo y pido que, el año que viene, el hada del cuento nos devuelva esos momentos en fotocopias de idéntico tamaño y colorido.

 

Jumilla Reserva por los momentos azules: cHiN-cHiN ¡hip! ¡hip! oOO!

 

Ya estoy en Málaga y, ahora que recuerdo, tengo que deshacer las maletas,  limpiar la casa y devolver al Desván los ratones y  la calabaza que sirvieron de cocheros y carroza para el cuento.

 

Al descargar las fotos y las emociones en mi ordenador, he descubierto algo increíble. ¡La foto de la carroza del cuento! ¿Cómo diablos conseguí esa foto? Jajajajjaja. ¡No fue un sueño!

 

Muchas gracias a Canal Literatura por compartir con nosotros ese trocito de Cielo que nos unió en Murcia. Y, como escribió Ramón, nuestro profe, en un poema: “quedarán los momentos…, y quedarán los sueños…”

 

Hasta siempre, amigos.

Un abrazo desde el sur.

 

Texto y fotos:

 Mercedes Martín Alfaya

www.tallerliterario.net

 

 

                                  © Asociación Canal Literatura 2008