Jaiimito era un muchacho sencillote y dulce, fantasía maternal y
levemente erótica para damas cansadas –como Chenoa- de tipos duros.
Pero un día, llevado de ese comprensible aunque pernicioso afán de
singularizarse del anonimato, frío e impersonal, de un listado de
usuarios, se topó con una biógrafa (en la vida de cada cual siempre
aparecen uno o varios: a saber las historias que nos escriban) que trazó
la semblanza de un protagonista de la antigua novela bucólica: un tío
avezado que se las sabe todas y habla como un pastorcillo de Boucher.
Real o no, esa visión sobre el personaje afianzó sospechas, provocó
partidismos y levantó chubascos (decir tormentas sería excesivo) de
“celos mal reprimidos”.
Pero ahora resulta que la Criatura salida del cibernético cascarón
evoluciona de manera imprevisible y pide MÁS, como una de esas señoritas
del cine X que en la vida real os son tan difíciles de encontrar, (se
siente, chicos).
Obsesionado por las últimas películas que ha visto (007 y “El
ilusionista”), refunfuña:
-“Ya no me gusta ese disfraz de chico bobo de madera que me pusiste.
Ahora quiero ser un hombre, un hombre de verdad”.
Y el Hada Azul (Azul Marino en mi caso)....¿qué puede hacer? Con una
morbosa mezcla de ternura y de la perversa complacencia del Dr.
Frankenstein ante la rebelión destructiva de su engendro, viene a
relatar lo siguiente:
“Jaiimito, ahora Jaime (es decir, James), trabaja para los servicios de
Inteligencia Artificial de un país muy pequeño pero de enorme potencial
en lo venidero, salido de un viejo Imperio colonial, o tal vez antiguo
satélite de una ex-gran potencia que va perdiendo aceite, situado en
algún punto entre ambos círculos polares.
(Estas confidencias han sido obtenidas con gran trabajo y a través de
agotadoras sesiones de diván, pues he de decir que su resistencia mental
fue prodigiosa ante mis poderes hipnóticos. Por ello sospecho que su
anterior fachada como honrado albañil era eso: una hábil labor de
mampostería del disimulo.)
Después de correr aventuras sin número y sortear peligrosas asechanzas
en las que no faltaron las despampanantes rubias de bikini retro
surgiendo de las olas, ha recibido una misión ante la que temblarían
todos los otros Bonds que en el cine han sido: hacerse con las reservas
de polonio del chat, a fuerza de destilar las gotas que rezuman aquí y
allá.
Ya le he advertido de lo infructuoso de su tarea: esas gotas son
inestables, se desintegran en pocos minutos, neutralizadas por otras
poderosas fuerzas de cohesión interna, y porque sus emisores son buena
gente que las utiliza para sazonar, como la guindilla de un pil-pil
demasiado soso.
No sé si me creyó, porque lo vi introducir las voluminosas piezas de un
alambique industrial en su pequeño maletín mágico. De él extrajo un
clavel que en mis manos se convirtió en una fantástica consola Wii, se
envolvió en su capa de la Cofradía del Botillo y desapareció.
También pudiera ser que ora vez me haya engañado –su malicia y su
astucia van in crescendo- y en realidad se dirija a Chicago, como “boss”
de la banda reconstituida por los descendientes de Al Capone, en desafío
al neopuritanismo que por allí se estila ahora.”
Y como los biógrafos no deben vivir peligrosamente –al contrario que sus
biografiados- tapo mi BIC cristal y regreso al cuidado de unas papas
aliñás, que es lo mío.
¡Feliz 28 de diciembre, día de los inocentes!.
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