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Autor:

Carlos Marzal

Título: Ánima mía

POESíA (NF). Poemarios
España (01/02/2009)
ISBN: 978-84-8383-121-2
152 pág.
13,46 € (IVA no incluido)

 
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Autor

Carlos Marzal  Fue jurado del II Certamen "Poemas sin Rostro" 2006 del Canal Literatura y publica un poema inédito junto a los finalistas y ganadores en el libro "Poemas en el canal"

Nació en Valencia en 1961 y se licenció en filología hispánica por la universidad de la misma ciudad. Publicó su primer libro, El último de la fiesta, en 1987, y cuatro años más tarde, La vida de frontera (1991). Luego vendrían los poemarios publicados en esta colección, Los países nocturnos (1996, Marginales 145) y Metales pesados (2001, Marginales 196) –este último Premio Nacional de la Crítica y Nacional de Literatura en 2002–, y ya en 2004, Fuera de , Premio Fundación Loewe. Esos cinco libros están agrupados en El corazón perplejo. Poesía reunida (1987-2004) (Marginales 230). Marzal se ha revelado también como un novelista fuera de lo común con Los reinos de la casualidad (2003, Andanzas 583), saludada por la crítica como una novela excepcional y elegida novela del año por algunos suplementos literarios. Marzal ha reunido sus escritos teóricos en el volumen Poesía a contratiempo (2002), sus aforismos en Electrones (2007), y sus apuntes sobre arte en El cuaderno del polizón (2007); además, ha traducido del catalán Andén de cercanías, el poemario de Enric Sòria.

 

Sipnosis

Dueño de un lenguaje y un mundo que lo han convertido en una de las voces más brillantes de la poesía española última, Carlos Marzal ha trazado con sus sucesivos libros una trayectoria de gran coherencia en la que su obra poética ha ido ensanchando su alcance al encuentro siempre de la vida, de la intensidad de la experiencia, de la constatación de la meta última de todo poema, que es iluminar ámbitos para los que la lógica y la memoria se muestran insuficientes.

Cinco años después de Fuera de mí, Marzal entrega en Ánima mía poemas que vuelven al timbre grave y profundo de Los países nocturnos, pero con un lenguaje que es ahora una fuente inagotable de prodigios, para expresar la celebración de la existencia y el sentimiento de desamparo, la gravedad de la muerte y la exaltación de la vida a través de las diferentes magias que constituyen la realidad. Una voz que se muestra aquí tan hímnica como elegíaca, tan celebratoria como trágica. Todos los tonos y las cadencias que parecían ir desplegándose en los libros anteriores, encuentran su integración en este deslumbrante poemario, tal vez el más representativo y maduro del autor.

ALGUNOS POEMAS DEL LIBRO  Ánima Mía

 

ánima mía

 

Ánima mía, tú,

lo que no existe

bajo forma ninguna

que no sea mi forma de existir.

 

Ánima mía, leve, a mi custodia,

que lates

en todo lo que late y en lo inerte,

anima en mí

el gusto de vivir que a ti te alumbra,

mi criatura carnal, pero incorpórea.

 

Ánima mía, yo.

                          Creo que existes,

aunque no crea en ti, porque tú crees

en esta rogativa en que te ruego.

Basta con que te sueñe y tú me sueñas.

Basta con que te cante y tú me cantas.

 

Ánima mía, soplo, mi animosa,

infúndeme de ti, tú que me inspiras,

que respiras mientras yo respiro.

 

Estás en mí, despierta,

a condición de que despierto esté

para inventarte.

                          Como te inventas tú

siempre me velas—

a aquellos que me usurpan, cada noche,

en la noche del ánima.

 

Ánima fiel, nosotros, indivisos.

Nada el uno del otro conocemos.

 

¿Quién podrá desdecir lo inexpresado?

 

¿Quién nos podrá robar lo que no somos?

 

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otra noche en vela

In memoriam César Simón

 

Ha enfermado mi mundo a su manera,

no a la manera mía en que es el mundo.

 

Ha vuelto el mundo monstruo

de no poder dormir.

El mundo miedo

de no saber hacerlo nunca más.

 

Me han dado las del alba,

las de la noche en pie,

las del pasillo arriba.

Me han dado las de estar

a solas con mi loco en confidencias.

Me han dado, una por una,

todas las horas de las horas todas:

las mil de mil que hay en las veinticuatro.

 

Oigo crecer las uñas carne adentro.

Por la médula arriba,

siento reptar un yo serpiginoso.

Silba una tenia hambrienta en cada idea.

Mi más indeseable me alecciona.

 

Las del alba serán las que me han dado.

Las de parecer nada la analgesia,

las horas de caer en saco roto.

Horas procesionarias,

las larvas horas muertas.

 

¿Adónde fuiste, madre,

que no has vuelto?

 

Cuánto tarda en romper el nuevo día.

 

 ***************************

 

 dedos de niño

 

Dos dedos por encima de este mundo,

tus dedos niños dos,

voy cruzando el presente en salvaguarda.

 

A tu custodia estoy, asido al tiempo.

 

Tiene hoy la luz su perno en donde ajustan

el día su volumen,

el amor en sus cuentas,

y la rueca hilandera de los sueños

en tu pura dinámica terrestre.

 

Más hijo yo que tú,

me redescubro.

Más padre tú que yo,

te me antecedes.

Tengo la certidumbre, por tu guía,

de aquello que no sé, pero que supe,

de aquello que perdí, pero que hoy tengo,

cuando me tienes tú, corazón índice,

para heredarme a ti,

reminiscente.

 

Tu empeño dactilar siempre me empuña,

mientras la consunción del mundo ahora se cumple.

 

Prosigue en tu labor, atlante leve.

Mantén la realidad,

                                   bastan dos dedos,

en su pulgar candor de estar en vilo.

 

Entrevista a Carlos Marzal en ABC.es 

Domingo, 08-03-2009

 
«El poeta es un ciudadano del lenguaje, un huésped de las palabras»
 

Carlos Marzal es un poeta que se entrega en cuerpo y alma («Ánima mía» -Tusquets Editores-, abrasador y caudaloso libro), generoso con la causa de la lírica, que incendia el corazón y que nos convoca a una desbordante fiesta de los sentidos: «Ánima mía» se ve («¿cuántos podrán saber que hubo un verano?»), se huele («de ti libo /mi lenitiva rosa»), se toca («esta candente lava de estar vivo»), se oye («¿Qué constituye el llanto en una patria?») y se saborea («vivir es el perdón que nos brindamos»).

-Este libro desprende el aroma de haber sido escrito por alguien entregado a él en cuerpo y alma. ¿Qué rastro ha dejado en usted, ahora que ya está impreso?

- En el momento de la escritura, uno trata de depositar en lo que hace toda la fuerza expresiva de la que es capaz, su conocimiento de la tradición, su energía espiritual, y que de ello salga un buen poema, una urdimbre de palabras que aspira a la emoción estética. Pero después de escrito, un libro se convierte -al menos para mí- en algo fantasmal, ni propio ni ajeno.

-«Me curo de vivir en lo que escribo»: ¿vivir deja heridas que sólo la palabra, el arte puede curar?

-Estoy seguro de que la literatura es curativa, para los buenos lectores y los escritores. Lo que se escribe o se lee proporciona la impresión de que empieza a entenderse, y empezar a entender -o creerlo así- es el primer paso para enfrentarnos a los hechos del mundo.

-«Unos buenos zapatos son el mundo...» ¿Escribir es caminar? ¿Escribir debe ser siempre un viaje a lo desconocido?

-La metáfora del viaje es una de las más acertadas para definir la aventura de escribir. Como en el viaje, que siempre es impredecible, azaroso, imposible de domesticar, la escritura es el descubrimiento de la escritura misma a medida que se ejecuta. Si no me sorprendo a mí mismo en lo que digo, es porque no tengo nada que decir, nada que sorprenda al lector.

-Este libro se lee con el corazón, ¿hasta qué punto el poeta se deja el suyo propio en sus versos?

-El poeta debe dejarse el corazón en lo que escribe, pero el corazón del escritor debería ser una víscera con facultades distintas: necesita pensar, sentir, analizar, descartar, corregir.

-Este libro hace llorar y hace gozar, pero, sobre todo, asombra. ¿Ésa es una de los mayores exigencias que debe tener para usted la poesía, la de asombrarnos?

-Soy un eterno perplejo, el asombrado de todo. Creo que el arte debería hacernos sentir pasmo ante el milagro de la vida y a la vez volvernos capaces de amar todo aquello que nos pasma. Conocimiento y amor (que son, si bien se mira, dos palabras sinónimas).

-Alguien dividió el mundo en dos tipos de personas, las que creen en una tierra prometida y las que creen en un paraíso perdido. ¿Marzal con qué suspira?

-Suspira con melancolía por el hecho de saber que alguna vez habitó en el paraíso del que todos somos arrojados: la Arcadia de la niñez. Y aspira a una tierra razonable: con menos violencia, con menos desigualdades, con menos intolerancia. Soy amigo de lo posible y un descreído de lo utópico.

-Llanto, risa, melancolía, alegría, nostalgia, esperanza, ¿el poeta tiene muchas patrias?

-En efecto, todas esas son las patrias del poeta. Y aspira a compartirlas con su lector. Pero, por encima de todo, el poeta es un ciudadano del lenguaje, un huésped de las palabras. Las palabras constituyen su verdadera nacionalidad.

 

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