‘(…) Es justo reconocer que a Pepe Belmonte, como a otros cuatro o cinco críticos españoles a los que sí considero y respeto, lo leo siempre con agrado e interés cuando sus textos llegan a mis manos, cosa que ocurre con cierta frecuencia. Y aprecio mucho su honradez y su esfuerzo continuo, aún más meritorio porque sé lo mucho que al principio tuvo de autodidacta. Un esfuerzo, y eso es lo importante, hecho no para demostrar al lector lo que Pepe sabe sobre la materia a la que tal o cual autor recurre para construir su obra -como pretenden, sin embargo, algunos de sus colegas críticos más infames-, sino por orientar al lector, ilustrándolo con limpieza sobre el texto en cuestión. Dándole pistas útiles y referencias enriquecedoras. También destaca su buena fe, no exenta de juicios duros -que son los menos-, y patente, sobre todo, en la generosidad benévola con que se enfrenta a todo hecho literario cuyo interés justifique de verdad algún elogio.
Creo que los artículos recogidos en esta antología son buena prueba de todo ello, y a esos textos me remito. Pero debo señalar que mi amistad con Pepe Belmonte tiene menos que ver con su actividad de crítico que con la de profesor de Literatura y lector lúcido y voraz, enamorado de los libros hasta la médula'.