Fruto de una psicoterapia auto
inducida es éste el relato que el narrador presenta a los
lectores. En él pretende mantenerlos en vilo, narrando las
vicisitudes de Hans, un muchacho que habrá de luchar contra una
madre posesiva para ahuyentar sus ansiedades y traumas
provocados en su más tierna infancia. Esta empresa se complica
más de lo deseado, concluyendo en la muerte de quien jamás debió
aparecer en su vida, y mucho menos sojuzgarla.
El lenguaje utilizado no es
gratuitamente retórico; antes bien, resulta de la ingente
cantidad de obras leídas por el autor.
Aboga, asimismo, por la
continuidad de la Filosofía, pues, en sus palabras, «sigue
siendo, hoy como ayer y siempre, una tarea ineludible para
comprender el mundo en el que vivimos; para salvar la polis,
según la creencia de los antiguos griegos».
El estilo ampuloso del protagonista no tiene, como meta, ser más
profundo siendo «más oscuro», lo cual sería una ilusión. Por el
contrario, se trata de llegar al abismo, aprender el lenguaje de
sus moradores y enfrentarse a ellos para poder «ascender a la
luz», en lo que constituye un eco del platónico Mito de la
Caverna.