Algunas de las connivencias de la prensa escrita
 

Veamos un primer ejemplo de las connivencias de la prensa escrita a que he querido referirme en el título mismo de esta reflexión y que van a constituir, así pues, el motivo principal de este escrito. Consultando la sección “Anuncios por palabras” del periódico insular grancanario La Provincia-Diario de Las Palmas (sábado, 18-02-2006), descubro que me llama de improviso la atención el grueso de páginas que el periódico de marras reserva a la “Línea caliente”1... No puedo acallar mi curiosidad porque algo así como una sospecha en forma de intuición ronda por mi mente; así pues, hago el pertinente recuento y... ¡la friolera de 376 anuncios de servicios de prostitución y pornografía! Una auténtica pasada, que diría el adolescente de ESO de turno.

Acto seguido me da por recordar la película Libertarias, de Vicente Aranda, no porque sea precisamente una película preferida mía2 sino porque en ella, recordemos, vemos a las milicianas libertarias (los personajes de Ana Belén y Victoria Abril a la cabeza de las operaciones en pleno fragor de nuestra Guerra Civil) confiscando un burdel, esto es, cerrándolo y tratando así de liberar a las mujeres de la esclavitud del sexo mercantilizado: ciertamente, uno de los objetivos principales para la construcción de la sociedad nueva, reivindicado o abanderado principalmente por los sectores libertarios de la época, con vistas a la vertebración de una sociedad más justa, equitativa, libre, generosa, humana y solidaria, no era otro que la erradicación de la práctica de la prostitución por considerar que esta es sobre todo lesiva para la dignidad y los derechos de la mujer prostituida.

En líneas generales, sigue siendo esa la reivindicación de algunos colectivos feministas actuales, por más que no la hagan suya (¿lamentablemente o por desgracia?) bajo similares consideraciones (insisto en que sorprendentemente, al menos para quien estas líneas escribe) todos los colectivos feministas. Asimismo, es la aspiración de la práctica totalidad (me creo, al menos hasta donde me alcanzan mis conocimientos, mi información, mis datos) de las organizaciones católicas que se dedican hoy en día a trabajar con la mujer marginada3. Por su parte, o mejor, por la parte que les toca, al margen de la intención sobre el particular que nos ocupa reivindicada y puesta en práctica, como ya conocemos, por determinados colectivos feministas y organizaciones católicas, los periódicos parece ser que prefieren ganar dinero con lo que cobran por los anuncios de este tipo de servicios (no lo perdamos de vista: ¡la friolera de 376 anuncios!), antes que luchar contra esta lacra como ellos podrían hacerlo, es decir, creando conciencia en la opinión pública. Pero no: las leyes del mercado son demasiado poderosas y sus tentáculos a todos nos alcanzan, a poco que nos descuidemos.

O lo que es lo mismo: los principios éticos, morales e incluso ideológicos quedan en entredicho o parecen entrar en colisión-contradicción cuando aparecen en escena los intereses más crudamente mercantilistas y pragmatistas, hasta tal extremo que... Todo parece quedar afectado en nuestros días por las leyes del mercado y por las imposiciones darvinistas de la ley del más fuerte: las relaciones de la pareja humana, las relaciones entre patronal y sindicatos, la politiquería de los políticos, el descarado servilismo de la prensa escrita al sistema neoliberal establecido...

Así las cosas, pregunto: ¿será que la prensa actúa así porque publicando tales anuncios protege a las mujeres que ejercen de forma legal la prostitución de las que no corren la misma suerte de la legalidad? Pero, ¿cabe hablar de legalidad versus ilegalidad en un asunto tan turbio?, ¿no constituye la prostitución una práctica de suyo ilegal...? De hecho, en algunas autonomías españolas (por no hablar de lo desarrollado según leyes y disposiciones administrativas y gubernamentales en otros países europeos) las administraciones y demás autoridades competentes y técnicas en la materia están interviniendo con medidas claramente restrictivas y punitivas, que de momento no contentan a los propios colectivos de mujeres dedicadas a la prostitución. Por tanto, insisto: ¿no será que todo se reduce a las leyes del mercado dispuestas a pasar por encima de los principios éticos y morales, muy a menudo en detrimento todo ello de la dignidad y los legítimos derechos de los pobres y los marginados?

Teniendo muy en cuenta el dinero que les entra en concepto de anuncios de servicios de prostitución y pornografía, ¿están en óptima disposición los periódicos de poder presumir de que siguen siendo –si es que alguna vez lo fueron, conste- medios de comunicación de masas empeñados en ser instrumentos de transformación social según criterios de justicia, igualdad, democracia real y participativa, solidaridad real y efectiva con los empobrecidos...? Naranjas de la China (oranges from China, así que recordemos al menos un verso de la hermosísima canción Suzanne, del genial cantautor canadiense Leonard Cohen: siempre viene bien sosegarse en momentos de tempestad): los periódicos en su mayoría, salvo honrosísimas excepciones, salvo honrosísimas firmas o plumas sacadas con lupa de entre sus colaboradores, se han convertido en descaradísimos cipayos del sistema neoliberal establecido; incluso más, en seudomafias de informadores hipertendenciosos, o lo que es lo mismo, informadores que por el plato de lentejas de los servilismos empresariales, económicos, mediáticos o politiqueros de turno están dispuestos a traicionar no solamente la ética profesional, también la pasión por la verdad.

Para que luego digan con la boca llena de orgullo los defensores de la democracia burguesa –sobre todo por la parte que les toca y les beneficia-, que en Occidente hay libertad de expresión; en realidad, nos sobran pistas y sospechas conducentes a dudar de que ello sea en efecto así, sobre todo cuando la libertad de expresión quiere dirigirse a la denuncia de las injusticias que oprimen a los empobrecidos: puestos a ello, muy a menudo el sistema establecido –voceros periodísticos incluidos- nos responde autodefendiéndose, autojustificándose.

En definitiva y a ciencia cierta, al menos quien estas líneas escribe no abriga ya prácticamente ninguna duda sobre lo siguiente: en general y salvando esas honrosas excepciones a que siempre tendríamos que referirnos, la prensa escrita, sobre todo a través de sus editoriales aunque desde no luego no sólo a través o por medio de ellos, no practica lo que comúnmente se denomina compromiso intelectual por la verdad, la denuncia de las injusticias, el talante permanentemente ético... Cada vez más, la prensa escrita padece del mismo defecto del que padece la llamada intelectualidad orgánica, a saber, haberse constituido en voceros de lo que la gente desea oír, en suministradores de carnaza para la perpetuación de este sistema neoliberal que ha ido destronando los valores verdaderamente humanizantes y socializantes, y ha ido empoltronando en lugar de estos sustituidos los propios del consumismo, hedonismo, materialismo, vacío de Dios, muerte de los ideales, individualismo insolidario...

En verdad de la buena –de la que no suele salir en grandes dosis en la prensa escrita, por cierto-, las mayorías que han dejado de creer de facto en Dios, no han pasado a engrosar las filas de los idealistas deseosos de transformar este mundo nuestro tan necesitado de profundas transformaciones, más bien han optado por las grandes superficies comerciales y no pocos desean fervientemente, con auténtico fervor religioso, imitar a los ricos de la tele, a los empresarios y políticos burócratas y corruptos... Es exactamente lo que hay: la crisis de las ideologías, los idealismos, las utopías y los grandes relatos sitúa en el centro de la historia a Narciso, tan pagado de sí mismo que casi no tiene tiempo que no sea para la autocontemplación egolátrica.  

Vamos con una segunda de esas connivencias de la prensa escrita: más de lo mismo. Desde hace algún tiempo vengo comprobando cómo, a lo largo de los últimos meses, el señor Lorenzo Olarte Cullen publica artículos en La Provincia-Diario de Las Palmas y en Canarias 7, los dos periódicos de la provincia de Las Palmas. ¿Por privilegio derivado de su condición de ex presidente de Cabildo Insular de Gran Canaria y ex presidente del Gobierno canario, por su condición de ex diputado parlamentario, jefe del CCN, ex delfín de Adolfo Suárez en el CDS...?

Sea lo anterior por la causa que sea, lo que sí tengo por cierto es que de siempre ha sido algo así como un impedimento más o menos admitido el aspirar a colaborar con asiduidad en un periódico y simultanear colaboraciones con un periódico competidor.

Pero en fin, sea lo anterior por lo que sea, insisto, lo que también sospecho y no infundadamente es que no lo hará de manera gratuita y desinteresada, es decir, que el señor Olarte Cullen no escribe de gratis, muy probablemente, así que cobrará por sus colaboraciones en ambos rotativos insulares, y lo percibido al menos le dará para comprar comida para sus palomas mensajeras, me supongo: comparto su afición y sus desvelos por ellas, que yo también tuve, siendo adolescente y joven, palomas, deportivas y de otras razas, sólo que, al cuidarlas yo y en vista de que me hacían enfermar al entrar en contacto tan íntimo y directo con ellas, tuve que quitarlas...

Lo peor de todo este asunto, sin embargo, es llegar a darse cuenta uno, como creo haberme dado cuenta yo, de por qué clase de artículos (es decir, de cómo es posible que) articulistas como Lorenzo Olarte Cullen colaboran asiduamente en la prensa escrita y, con toda seguridad o probabilidad, reciben una remuneración económica a cambio por los servicios prestados. Y hete aquí que salta la liebre, a saber –en forma de pregunta-, por los servicios prestados ¿a qué, a quién, a quiénes, en nombre de cuáles causas perdidas...? Desde luego, no a propuesta militante y propositiva alguna, valga la redundancia, es decir, no a propuesta alguna capaz de significar y exigir un cambio cualitativo de sociedad en aras de la justicia, igualdad, equidad, libertad, verdad, solidaridad..., palabras que a todos –a mí el primero- se nos quedan muy anchas en los flacos y debilitados tiempos postmodernos en que vivimos...

Como muchísima gente en Canarias no ignora, el señor Lorenzo Olarte no ha sido más que un profesional de la política que se ha enriquecido gracias a ella y al resto de actividades a ésta asociadas, es decir, es uno de los principales responsables (de maneras maquiavélicas y camaleónicas: en el CDS se llegó a decir de él que tenía la cara más dura que el cemento) de que en las últimas décadas en Canarias la política se haya bunquerizado-burocratizado en detrimento de la política sentida como justicia y pudor, que diría el filósofo Carlos Díaz, sentida y vivida y ejercitada al servicio de la utopía y la transformación social. Y a todo esto y con un currículum tal, el susodicho publica en la prensa..., siendo como es además y por si lo dicho fuera poco, un político implicado en casos de corrupción (¿prevaricación, tráfico de influencias, malversación de fondos públicos, turbios negocios para el enriquecimiento personal...?). Desde luego, vivir para ver...

Por mi parte conozco a varias personas que de mil amores estarían dispuestas a colaborar de manera gratuita en la prensa, con escritos inmensamente más propositivos, militantes y críticos con el desorden establecido..., e incluso bien escritos. Se les ha negado siempre y sistemáticamente la oportunidad: con la mano en el corazón, sospecho que ha sido porque su firma –la de ellos- no vende, y además, se atreven a decir la verdad y a proclamar que ésta existe, y tal osadía, en una sociedad en la que la verdad está secuestrada (lo vio con sabia lucidez Julián Marías, poco antes de fallecer) o enterrada bajo la bota de la dictadura del relativismo, como lúcidamente denuncia el papa Benedicto XVI, te lo pagan..., ya conocemos cómo: acabamos de dejar dicho aquí mismo que la figura del intelectual (también cuenta o vale para este caso el  aspirante a serlo) que ejerce de guía o faro capaces de añadir luz, por débil y humilde que ésta sea, a las oscuridades del mundo, está al borde casi de la extinción, circunstancia que nada debiera extrañarnos, por cierto, si consideramos lo que también hemos tenido ya ocasión de denunciar en estas mismas líneas, recordemos, la universalización de la llamada dictadura del relativismo y el escepticismo-agnosticismo como ideario del hombre postmoderno.

 Así las cosas, Lorenzo Olarte y otros tantos y tantas como él, políticos y no políticos, gozan del privilegio y la bendición del señor Pimienta (subdirector jefe del periódico de marras) y compañía, porque su  firma vende, aunque sean mentiras lo que haya que vender, no importa, aunque no sean más que justificaciones del propio estatus y del desorden establecido, da igual, lo que importa es vender, lo que priman son las leyes del mercado y el imperio del más fuerte.4

En realidad, estos articulistas frustrados que conozco deberían saber y querer exclamar algo así como lo que sigue, parafraseando uno de los diálogos entre D. Quijote y Sancho: <<No nos publican los periódicos, amigo Sancho, luego cabalgamos, a lomos de la decencia, la independencia de criterio, lo políticamente incorrecto, el idealismo militante –tan a contracorriente-  y el amor a la verdad.>> Cabalgando pertrechados de tales alforjas, con un poquito de suerte no les importará gran cosa el que así sea, esto es, el que a personajes como Lorenzo Olarte, ahora apuntados a mediáticos, la prensa vendida al sistema le publica artículos por razón de su firma, porque su firma vende, ya sabemos que no importa que mentiras y justificaciones burocratizadoras y neoliberalizantes propias de un perfecto instalado.

A decir verdad, las razones de personajes así nunca pueden ser las razones de las víctimas de la historia, de modo que si le permiten escribir artículos porque su firma vende –insisto en esto-, en este mismo pecado va implícita la correspondiente penitencia, pues procediendo así la prensa escrita, en justa consecuencia no va a suscitar más que la crítica y el rechazo de todas aquellas personas que quieran conducirse por la vida con un mínimo de decencia ética y de compromiso más o menos militante por mejorar las a todas luces injustas condiciones y características de nuestra sociedad tan poco libertaria y tan mucho neocapitalista.

Como vemos, las leyes del mercado y el imperio del más fuerte asientan sus fuertes en la sociedad actual, prácticamente en todos sus ámbitos. Así pues, si la verdad sigue secuestrada y la prensa escrita en general no quiere rescatarla, ¿quién la desecuestrará? Y ello por tanto no significa sino que, por culpa de situaciones como las aquí denunciadas, disminuyen, y a gran escala, por cierto, los políticos y demás servidores de lo público, sindicatos mayoritarios y no tan mayoritarios incluidos, que de verdad desean crecer hacia abajo haciendo de su vida un testimonio luminoso a favor de los que no tienen voz... Consecuentemente, en los tiempos actuales tan flacos de utopía y de idealismo militante, los polític@s más desaprensivamente conservadores son los que salen ganando; o lo que es lo mismo, por culpa precisamente de la escasísima conciencia política de la mayoría de la gente de a pie, maquiavélicos de tomo y lomo como el que nos ocupa y otros tantos y tantas por el estilo han llegado a donde han llegado; si las masas tuviesen más conciencia crítica y militante y generosa y propositiva y sed de justicia, etcétera, ni Olarte ni José Manuel Soria (PP) ni Josefa Luzardo (PP) ni el ex comunista José Carlos Mauricio (Coalición Canaria) ni Arcadio Díaz Tejera (PSOE) ni Jerónimo Saavedra (PSOE) ni Paulino Rivero (Coalición Canaria vía insularismo insolidario de la Agrupación Tinerfeñista de Insularistas) ni un larguísimo etcétera de políticos estarían donde están5; se seguirían queriendo sentir tantas de esas personas de a pie vitalmente más cerca del testimonio de hombres de la talla ética y política de Anselmo Lorenzo, Ángel Pestaña, Diego Abad de Santillán, Julián Besteiro, Mahatma Gandhi, Martín Luther King, Giorgio La Pira...: libertarios, socialistas, humanistas, incluso cristianos, entregados de verdad a la construcción de un mundo nuevo empeñando en ello la propia vida y la propia cartera.

En definitiva, los ciudadanos tenemos los gobernantes que nos merecemos, con la aquiescencia de la prensa escrita, excepciones de rigor aparte6.

Así las cosas, qué lejos queda este paisaje-paisanaje a grandes rasgos pintado del deseo hecho canción de Pablo Milanés: <<Pobre del cantor de nuestros días/ que no arriesgue su cuerda/ por no arriesgar su vida./ Pobre del cantor que nunca sepa/ que fuimos la semilla/ y hoy somos esta vida./ Pobre del cantor que un día la historia/ lo borre sin la gloria/ de haber tocado espinas.>>(...) Deseo hecho canción que es, a fin de cuentas, una traslación laica de esta otra certeza tan cara a san Juan de la Cruz: “A la caída de la tarde seremos juzgados en el amor”. Y ambos, el de Pablo Milanés y el de san Juan de la Cruz, sintiéndose, cada uno a su manera, en deuda con la exhortación de Jesús de Nazaret: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia...”

Por desgracia, la sed de justicia escasea hoy en día y hasta qué extremo, en los partidos políticos, en los sindicatos, en la prensa escrita, en no pocas de las tendencias de la literatura actual, en una mayoría de intelectuales convertidos en gurús y voceros de lo que la gente quiere oír, en la educación a todos los niveles, en los medios de comunicación de masas, en las músicas ligeras de moda, en las relaciones de pareja, en el cine, en los colectivos socio-culturales, en quien estas líneas escribe, en la propia Iglesia católica...

Y es que el vacío de Dios, con todo lo que éste supone, es tan terrible, tan espantoso porque, como ya hemos dicho, no suscita en una mayoría de personas así desenganchadas del rollo de Dios el deseo de mejorar la sociedad practicando la solidaridad y la justicia, desde claves meramente humanistas y laicas; muy al contrario, las invita –nos invita- insistentemente a mirarse el propio ombligo –o el de tantas mujeres jóvenes que hoy en día lo enseñan por la calle- y El Corte Inglés. Es tal la situación que ésta parece apocalíptica (conste, escribo parece, parecer no es ser ni estar, no es tan copulativo, semánticamente hablando). En cualquier caso, lo cierto es que el egoísmo más visceral campea a sus anchas por plazas, calles, mercados, editoriales, grandes superficies comerciales, centros de ocio, centros de enseñanza... 

Sin miedo a ser exagerado ni a equivocarme lo digo: la prensa escrita que tenemos y los políticos que tenemos –excepciones de rigor aparte- son una clara manifestación no ya del letargo del humanismo en las sociedades modernas, manifiestan supermeridianamente el auténtico fracaso del humanismo, de los humanismos. La situación, así las cosas, no es precisamente moco de pavo.   

 

   LUIS ALBERTO HENRÍQUEZ LORENZO.  Licenciado en Filología Hispánica. 52842959 E.  luishenriquezlo@hotmail.com   
 


 


1 Este tipo de secciones se ha hecho ya general en nuestros días en la prensa escrita, quiero decir, en la mayoría de los periódicos, excepciones de rigor aparte.

2 A mi juicio y también a juicio –docto y exigente- del crítico de cine Carlos Aguilar en su Guía del cine (Cátedra, Madrid, 2004, 1664 pp.), Libertarias no pasa de ser una fallida producción española del año 1996. Con todo y hecha esta observación, constatemos también en esta nota a pie de página que no es precisamente el centro de nuestro interés en esta reflexión pormenorizar sobre las cualidades propiamente cinematográficas de la cinta que nos ocupa, así que volvamos al centro de nuestro discurso.

3 La práctica de la prostitución ha ido cobrando en las últimas décadas, en todo el mundo pero de manera muy singular en las llamadas sociedades desarrolladas y occidentales, un relieve que yo definiría como absolutamente desbordante. Es una de las esclavitudes más ignominiosas presentes en nuestro tiempo, que afecta de manera particular a la mujer empobrecida del Tercer Mundo y de los países del Este europeo, pero que también pasa por ser uno de los negocios de blanqueo de dinero negro más redondos de cuantos existen... En todo caso, escapa completamente a los límites de nuestra reflexión pormenorizar sobre este asunto. Asimismo, la bibliografía al respecto es extensísima; en este sentido, a título muy personal mío y teniendo en cuenta que en todo caso se trataría de uno de tantos acercamientos posibles al tema eligiendo entre la extensísima literatura al respecto, me permito recomendar la obra Historia de la prostitución en Andalucía, de los profesores Andrés Moreno Mengíbar y Francisco Vázquez García (Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2004, 304 pp.). Se trata de un estudio documentadísimo y de muy amena lectura de quienes son en nuestros días dos auténticos expertos en la materia.

4 Reconozco que puede que sea cierto que me atrevo a denunciar todo esto porque yo ya no abrigo ni ambición ni esperanza alguna de publicar en la prensa. A decir verdad (y aunque parezca raro o hasta estúpido lo que voy a confesar lo diré), el haber conocido a autores, ya sea de una manera fragmentaria, incompleta, inicial, como Elías Canetti, por ejemplo, me ha como liberado de la carga de la ambición de ser articulista no pudiendo serlo. Canetti, sin ir más lejos, nunca ambicionó el ser articulista; estrictamente hablando, su obra literaria es importantísima, en el panorama europeo y aun mundial, pero no publicó mucho en vida; con todo, el material inédito que de él nos queda es muy abundante. Creo que es mejor publicar poco si no se puede publicar mucho, pero tratando de hacerlo bien, que hincharse a publicar banalidades encima remuneradas. Pensemos, si no, en Juan Rulfo: en vida solamente dos obras (Pedro Páramo y El llano en llamas) lo catapultaron al Olimpo de los dioses-literatos de la literatura hispanoamericana y aun universal del siglo XX. En fin, que el que no se consuela es porque no quiere: si los periódicos no te publican tus artículos que, en comparación con lo que hay y con lo que se publica, resultan claramente mejores, superiores, peor para los periódicos, así de claro. Me lo decía a mí muy personalmente –pasando ahora a asuntos del corazón- una chica con la que durante años salí y a la que a lo peor no quise tanto como ella me quiso a mí: “Si no quieres estar conmigo peor para ti, tú te lo pierdes, en realidad no sabes lo que te pierdes”... Hoy creo recordar de este episodio, desde la castidad de la distancia y no sin una gota de melancolía, que sus palabras no reflejaban altanería ni prepotencia ni falsa humildad; reflejaban, simple y hondamente, lo que entonces no podía ser sino verdad entre nosotros.  

5 Hasta la fecha de hoy, ningún partido político (salvo algunos marginales con clara vocación ética y moral, social y verdaderamente progresista, y por todo ello absolutamente contrarios a la lucha violenta o armada) ha presentado en su programa político puntos programáticos tendentes a luchar contra las causas del hambre y de la injusticia estructural, contra el paro y contra la esclavitud y prostitución de la infancia, contra el imperialismo actual del neoliberalismo y a favor de cuantas medidas socializadoras sean posibles, etcétera. Ciertamente, la única alternativa que nos están dejando los partidos políticos del sistema es el voto en blanco realizado por conciencia solidaria. O lo que es lo mismo, como en general no harán caso y seguirán encumbrados en la poltrona llenándose los bolsillos y las cuentas bancarias, quedan dos alternativas: o apoyar la creación de un partido radicalmente diferente, autogestionario y autofinanciado en el que quede verdaderamente garantizado que los polític@s no vayan a enriquecerse con dinero público, o seguir votando en blanco por conciencia solidaria.    

6 Soy plenamente consciente de que entrar en esta lucha es reproducir, por activa y por pasiva, la lucha del pequeño David contra el gigante Goliat. Soy igualmente consciente de que el destino de este escrito mío pasará por dormir en copia de papel en un cajón o en soporte informático, salvo que alguna publicación que se reivindique alternativa tenga a bien el publicarlo, circunstancia que, aunque no fácil, pudiera suceder. Obviamente, de la prensa escrita no espero nada, ni que decirlo habría, y conste que no sólo por la dificultad añadida que comporta o supone la extensión de este trabajo.




 

 

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