Descender a los infiernos o alcanzar el nirvana
si eso fuera posible.
Buscar el cielo de los árabes con huríes o sin
ellas y la gloria de los justos, el caso es encontrar la manera
de poder negociar. De no perder el poder de la palabra. Al
margen de las bombas, de los odios desatados, del miedo, del no
poder vivir, de la angustia y la ansiedad que comparto con todos
los españoles, sigo creyendo firmemente en el poder de las
palabras. Sobre todo porque desde un estado de derecho no hay
forma de acabar con la guerrilla bien organizada y estos que nos
machacan son una tribu muy bien organizada, con dinero, con
mucho dinero, con campos de entrenamiento, con lugares
paradisíacos para vivir mientras preparan otro golpe y la vida
resuelta para sus familias si la parca se los lleva. El caso es
que no hay caso. No mientras no se sienten a negociar y eso
negociar es imprescindible. De otra manera no se puede, porque
no se les puede hablar de conciencia social, no tienen, ni de
sentimientos, no los conocen, ni de la cultura de los pueblos,
no la tienen, ni siquiera de historia, no saben lo que es. Estoy
segura que no pasarían en la mayoría de los casos los test más
elementales de cociente intelectual. Pero matan y mucho y solo
el poder de la palabra, la paciencia, el yo te doy si tú haces o
como quiera que lo plantee el estado será la manera de acabar
con este desastre que nos acompaña ya 40 años.
Y de paso un poco menos de portería, que en este
país se confunde la libertad de expresión a la que me acojo sin
reservas, con el yo te cuento vecino lo que pasa con el del
quinto. No hace falta tanta publicidad gratuita. No es necesario
que conozcamos cuantos cajeros se han quemado en un día o
cuantos autobuses han destrozado. Eso solo sirve para darles un
tiempo inestimable de publicidad en todos los medios de
comunicación que si tuvieran que pagarlo no tendrían, seguro,
dinero suficiente.
Descendamos a los infiernos, pero sin micros ni
cámaras por favor.
Solo así habrá posibilidad de encontrar la gloria
de los justos