Sin miedo y sin tensión. |
M.L Nuñez |
Está la vida para añadirle pocas tensiones que no sean realmente necesarias. Nunca como en esta ocasión he visto a los habitantes del canal literatura someter al buen humor todos los avatares de esta campaña electoral. Probablemente porque este sistema de vida apocalíptico, que se nos quiere imponer a toda costa, termina por agotar a cualquiera.
Si llueve o nieva, estamos en alerta máxima; si no llueve también; si el sol sale en primavera, estamos en un verano adelantado, se deshielan los polos y nos quedan diez minutos de planeta. Si no sale el sol, nos quedan cinco escasos. Si fumas matas, si conduces es posible que también, y si le pides un libro o un CD a un amigo estás acabando con la cultura y la creatividad. Esto por poner algún ejemplo cualquiera, porque no digamos ya la catástrofe que supone tener dos kilos más que la Jennifer López, que tengas espinillas con 16 años o que tu pelo no sea de seda Pantenne. Una autentica paranoia.
Parece como si últimamente quisieran balancearnos en un péndulo donde pasamos a cada rato del mal al peor, del desastre total a la extinción, del horror a la pesadilla y, con esas condiciones extremas, uno no está para pensar a quien vota, como mucho de quien se defiende.
Finalmente nos hablan de la fiesta de la democracia, (al fin una fiesta entre tanto desastre) y para desengrasar nos proponen el mismo sistema. Si votas esto, nos caemos con todo el equipo, pero si votas a aquellos o a los de más allá, se nos cae el quipo encima. ¡Vaya por Díos! ¿Esto es una fiesta? ¿ Es que no se puede votar en positivo?
Si para decidir quien me representa en el congreso y el senado tengo que ponerme en una situación de supervivencia, machete en ristre, valorar con quien me juego la vida, la de mis hijos y nietos y además el porvenir de todo el planeta, casi mejor me voy a la playa a tomarme una cerveza y ya me contarán cuando se acaba el mundo.
Con presión no hay libertad y sin libertad no hay democracia posible. Y estaría bien que, por una vez, nos encontráramos a alguien dispuesto a asumir con tranquilidad y confianza, sin forzar conciencias ni situaciones, lo que digan libre y tranquilamente los ciudadanos.
Si ejercer el derecho al voto, es de verdad una fiesta en democracia, votemos, pero sin miedo y sin tensión. Cada uno que exprese libremente su deseo o su interés y que pase lo que tenga que pasar. Ya han pasado muchas cosas y el mundo sigue girando, mal que les pese a estos políticos nuestros inmersos, por desgracia, en esta vorágine catastrofista.
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