Cae
la noche sobre la capital de la España más besuqueada y pateada
al mismo tiempo de los últimos años. La de las mochilas y el IV
centenario, activando sus mecanismos nocturnos de arco iris
eléctricos sobre montañas de cristal de irregulares e
interesadas simetrías, y farolas. Farolas que son árboles sin
sombra, alumbrando los hormigueros contaminantes. Luces y más
luces. Miles de lágrimas que impiden a los monos ver las
estrellas.
Bajo ese manto
iluminado de fondo oscuro, un chillido, femenino y estridente,
interrumpe el ruidoso discurso de la capital. Casi nadie sabe
qué lo ha causado, así que el parloteo de la urbe prosigue y
ésta empieza a emborracharse en todos los sentidos.
Días atrás, un joven
es uno de los 3 ocupantes de un autobús interurbano. Dieciocho
años, mal afeitado, con los pantalones a punto de caérsele
deliberadamente y un monopatín que ya no hace rodar de izquierda
a derecha bajo sus zapatillas, ya que está estremecido ante lo
que acaba de ver escrito en la espalda del asiento que tiene
delante:
Daniel Rodríguez
Bischnau
14-enero-1987 /
20-julio-2005
Es su nombre
completo, su fecha de nacimiento y… ¿la de su muerte?...
No puede ser tanta
casualidad, además, el segundo apellido no es muy común. Quizá
sea una broma, pero se atemoriza y cree en la certeza de que sea
su final.
Faltan 2 minutos para
las 00:00, para su 20-j, para el fin. Está asustado, y pese al
miedo, fotografía la misteriosa esquela con el móvil, por si no
le pasara nada echar unas risas con los colegas, aunque dirán
que es ‘’una de las suyas’’.
El autobús lo deja
cerca de casa, donde quiere encerrarse y no salir en las
próximas 24 horas. Ya en la cama piensa en lo que dejará y en lo
que posiblemente ganará; ‘’Los muertos son los amos’’, murmura,
y en esa eterna duda, en la incertidumbre, se duerme para no
despertar jamás. Paro cardiaco según el forense.
Entierro ataviado de
juventud consternada y madre sedada, más una novia que días
después gritará de horror al ver una extraña foto en el móvil de
su novio.
La noche se aleja y
la amazonia de asfalto se despierta; con su resaca lumínica, con
su incierto futuro y quién sabe, si esperando a que algún día
alguien la deforeste y escriba también su esquela.
Fuengirola, 12 de agosto de 2005
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