Historias de la Taberna

Javier Guerrero Rodríguez


Voy a menudo a la Taberna de Argensola, aprovechando el principal motivo por el cual traspaso la puerta de lo que en su día fue Casa Darío, en la esquina de Fernando VI con la calle Argensola. En cierto modo la razón principal puede ser Finlandia, a la que luego conocerán, pero hay más causas. Me hago propietario de mi condición de intruso en las conversaciones de la gente, y tal vez en mi ausencia me llamen el Observador, o el Solitario de la Esquina, o el Triste del Rincón. Me hago propietario y lo disfruto. Esta misma tarde fui a tomar café con hielo, minutos antes de entrar en el despacho, y había tres muchachos bebiendo pacharán, hablando en esta dirección.
- Luis es un buen tipo, pero tiene un problema, va demasiado de putas – dijo Oriente, que tenía la oscura profundidad de las miradas del Rajastán.
- Ah, no lo sabía...- dijo Marqués, con su porte aristocrático de sibarita del pacharán.
- Sí, yo he ido al Lolita con Luis alguna vez, y le pueden tanto las putas que está dispuesto a arruinarse. A mi me ha invitado alguna vez...Lo peor es que luego bebe demasiado y coge unas borracheras insufribles...- apuntó a mi información Loco, con su aspecto de psicópata de medianoche, o quizás de obseso de la aberración.
- Yo creo que lo mejor de ir de putas son los previos, el flirteo, las primeras copas, la toma de contacto – comentó Oriente.
- Discrepo Oriente, lo mejor es el contacto, sin más, el contacto, la habitación, las luces rojas, la sumisión, la mamada...Ya sabes... – dijo Marqués con los ojos distraídos en los escotes de las adolescentes que estaban a mi lado.
- Bueno, pues un día vamos y que cada uno lo disfrute a su manera – estableció riguroso Loco.

Al momento entró Regia , la mujer de Loco, que era muy bajita y tenía aspecto de institutriz, con las facciones severas e inquisidoras de su rostro y el pelo recogido.
- Vosotros, siempre igual, bebiendo...Nos tenemos que ir...Vamos a El Corte Inglés...

Y Loco se fue con Regia, con cara de circunstancias, y Marqués rió con cierta malicia, y Oriente pidió dos copas antes de expresarse en estos términos.

- Bueno, la verdad es que prefiero liarme con una compañera de trabajo antes que con una puta.
- Las putas son unas profesionales, unas profesionales...No compares las habilidades de una puta con las de una compañera de trabajo – concluyó Marqués.
- Joder, las putas son lo que son y tienen lo que tienen...Y en el lío con una compañera de trabajo hay dos factores importantes: en primer lugar, no cobra, y en segundo lugar, es una amiga.

Disculpen, pero no es de mi cosecha el contenido de la conversación. Como de costumbre cogí una servilleta y escribí la síntesis de mi reflexión: Pacharanes mediocres. Loco habla por hablar, Oriente es insulso y Marqués esconde en la arrogancia los complejos.

Por la noche, al salir del despacho, fui a tomar una cerveza. Ya estaban en las fichas, en mis anotaciones de la madrugada, y no había sido demasiado interesante, pero siempre estoy al acecho de la sorpresa. Aparecieron Espiritual, simplemente por la suavidad de su presencia y su aura como volátil, etéreo, distraído, y Finlandia, por la palidez de su rostro y los matices rasgados de sus ojos azules del color de los mares del norte. Ambas son mujeres y trabajan en una agencia de publicidad que está en la finca que hay frente a la taberna, y nos llevamos viendo años, pero apenas nos hemos saludado más que un par de veces. Siempre beben coca-cola. ¿Saben? A mi siempre me ha gustado Finlandia, y disculpen la osadía, pero pienso que el sentimiento es recíproco, pues prejuzgo sus miradas tímidas como afectuosas y pudiera ser que cómplices, y aunque nuestras vidas son en cierta forma paralelas, vivimos y trabajamos en el mismo barrio, y por extrañas coincidencias nos hemos visto cenando en restaurantes de otras áreas alejadas de Alonso Martínez, dudo que alguna vez haya lugar a compromiso, quizás porque a Finlandia le enganchan las situaciones difíciles, es decir, los hombre complicados, y a mi me observa con una complacencia hiriente envuelta en un mensaje que se descifra de esta manera: me gustas pero no me atrapas, y además tu presencia es demasiado constante. Y ello no daría más que para un simple affair, que al mismo tiempo sería lo que yo buscaría de Finlandia, pero no va a suceder, no va a suceder porque la gente que tiene hábitos similares normalmente evita este tipo de situaciones para no desorganizar la rutina. Y un día romperá con Manuel, o Manuel lo dejará todo, y se volverá a enamorar de un desconocido que el destino le pondrá delante, muy lejos de la Taberna de Argensola. No va a suceder.

- Últimamente Manuel está muy raro, apenas habla y siempre está pendiente de lo mismo, las publicaciones en las revistas literarias – Finlandia suspiró y buscó de reojo mi rostro distraído entre las páginas de un periódico.
- Ya sabes como es, no le des importancia – dijo Espiritual.
- Tiene importancia – matizó Finlandia.
- Lo importante es el amor.
- Precisamente eso es lo que me falta...Ayer sin ir más lejos se citó con un escritor, un colombiano, Harold Gaviria, que ha venido a Madrid por la semana de América...Ah, qué bien, te acompaño, le dije...No, Harold y yo tenemos que hablar de nuestros temas...Quiero ser escritor y no es esa forma esa de que me tomen en serio...Será parecido a una reunión de trabajo, o si lo prefieres una cita del seudo-artista con el artista, que por supuesto es Harold...Sospecho que Harold me quiere decir algo, algo importante para mi que deriva de todos los relatos que le mandé y eso requiere un ambiente intimista...No te lo tomes a mal...Yo tampoco acudo a tus reuniones en la agencia...Es una obviedad, hay que separar...
- Bueno, al menos parece que tenéis comunicación.
- Llegó a las cinco de la mañana con una medio borrachera filosófica...Ni siquiera me preguntó como estaba, ni una caricia de anhelo o al menos rutinaria... Nada...Hablaba solo...Cosas muy raras...Detrás de un espíritu libre hay muchas horas de sufrimiento...Los hombres inteligentes prueban a su oponente diciendo lo contrario de lo que piensan...Por eso Harold me dijo que la moral es el arma de los fracasados...Y lo peor vino después...La convivencia dificulta el arte...
- Será una etapa – dijo Espiritual, siempre tan positiva.
- Y hoy todo el día callado entre sus papeles y sus libros...No hay comunicación, no hay amor, no hay nada, pero yo no puedo salir del mundo de Manuel.

De repente entró Regia con un par de bolsas de El Corte Inglés, a comprar tabaco y dejó su inoportuna huella.

- No culpes a la literatura. Todos son mujeriegos...

Y yo mismo me encargué de establecer un reproche notorio a Regia con un balanceo incómodo en mi taburete y un resoplido despectivo. Es lo que tenemos los solitarios, que nos creemos con capacidad para juzgarlo casi todo. Al menos Espiritual me miró con agradecimiento y cierta pena, por aquello de mi soledad en la Taberna de Argensola. Al momento anoté: No va a suceder. El arte daña la convivencia.

A continuación percibo que la gente en los bares se desprende de todo rasgo de lastima o pena. Es la conversación de las miradas y los gestos. Siempre prejuzgando la explotación de los niños. No, no hay que dar limosna, para eso hay fundaciones. Y cuando llegan los de las fundaciones. No, gracias, no me interesa. Ya estoy asociado en otra de niños sordos de Bielorrusia ¿Qué harán con el dinero? La eterna historia de muchos clientes de la Taberna. Permítanme los comentarios porque yo tengo apadrinado un niño de un poblado de Agra y colaboro a la supervivencia de los vicios de dos mendigos que viven en la plaza de Las Salesas, y repartí hasta mi última rupia entre las ciudades del Rajastán, y en definitiva, como nunca di importancia al dinero, quizás porque siempre lo tuve, soy un habitual dador de limosna, y nunca me ha preocupado demasiado la utilidad o el destino que le asigne el pedigüeño. La niña tenía unos nueve años y llevaba sus propias creaciones, dibujos de una pradera y unas vacas, y en otras láminas una tortuga y un caracol mirándose con mucha angustia y cierto reproche al menos en el caracol. Firma como Andrea. Para mi es Jaipur. Me vienen a la cabeza escenas de aquella ciudad, escenas al lado del Imperial Palace, una riqueza que curiosamente los hindúes pobres no consideran ofensiva. Jaipur, con su cara sucia y sus harapos y sus ojos encendidos vagando entre las mesas, buscando la moneda. Espiritual acaricia su pelo y saca algo de dinero del bolsillo, y alaba el dibujo de las vacas. Regia parece indignada.

- Estos niños creen que siempre hay que darles. A lo mejor tienen más dinero que nosotros, una moneda por aquí, otra por allá. El futuro está en echarse a pedir a las calles...Y a veces se ponen agresivos ante la negativa de darles limosna, y se te enfrentan estos micos del demonio que están afeando la vida de Madrid...

Anoto: Regia es demasiado simple. Quizás por eso se casó con Loco. Espiritual es demasiado cándida. No me gustaría que sufriera por ese motivo. Jaipur no vino a mi lugar a ofrecerme un dibujo. Finlandia no ha querido mirar a Jaipur. Los reflejos de la sonrisa de Jaipur cruzaron el angosto y riguroso rostro de la conflictiva antagonista, Regia.

Finlandia y Espiritual se han ido. Finlandia está angustiada. Espiritual repite lo mismo tres veces: No pasa nada.

Desvío los ojos hacia la mesa de Homeless, uno de mis mendigos que vive desde hace años en la Plaza de Santa Bárbara, Homeless, con sus dos dientes y su barba desaliñada que anda todo el día liado sacando a pasear los perros de alguna gente del barrio y gana algo de dinero para licor de hierbas, el menú del día y periódicos. Habla con el primero que se le pone a tiro, habla y no deja hablar, Homeless que se llama Heladio. Comenta las últimas atrocidades de Afganistán, las penurias de los refugiados, las decisiones de Bush. Al cabo de un rato su juego dialéctico está enfrascado en el monólogo y el tedio me invade, el tedio de las palabras del pobre Heladio, de la severidad de Regia, y de Oriente, Loco y Marqués que vuelven a aparecer y parecen con intenciones de estar preparando algo grande. Quizás vayan al Lolita. Me siento cansado de las palabras de los bares, y la ausencia de Finlandia ha contribuido a ello. Me da igual lo que diga Finlandia, me envuelve su expresión, es una inercia que me trae hacia acá, y tarde o temprano voy a tener que vencer esa flema que a veces aparento en mi rincón y a veces parece innata, o creíble. A veces parecemos de verdad, aún siendo de mentira, he pensado varias veces desde el rincón de la Taberna.

Al llegar a casa pensé en el pobre Homeless. Pasa más horas en la taberna que en la plaza. Una vez se refugió acurrucado tras la barra con sus licores y sus cigarrillos. Solo abandonaba al cierre y regresaba a la apertura de la verja metálica, en el albor del amanecer. En sus ojos había reflejos de odio, o quizás de resentimiento, y de cansancio. Por las noches, cuando los corazones se van debilitando, yo creo que lloraba, aunque no es menos cierto que la noche admite las sonrisas de los estudiantes, o de las parejas bien avenidas, o de las camareras alegres que parecen seres mitológicos de la barra, y que tal vez huyen de las brumas, de las nieblas de sus hogares. A continuación por el camino de la indigencia, es decir tras mis pensamientos dedicados a Heladio, que curiosamente piensa que nadie piensa en él, me ha dado por contemplar la soledad de una mujer derrotada, que habrá pasado las últimas dieciocho horas entre los bares y sus cuartos de baño y las mugrientas salas de ludopatía. Escribo: amo la noche, pero casi siempre me siento mejor en las plazas soleadas, con niños y padres, y gente leyendo los periódicos, y los camareros con bandejas repletas de cañas y canapés.

Y antes de tratar de conciliar el sueño, pues no es fácil en días de derrotas en el trabajo, anoto: Historias de la Taberna.
 

 
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