LA EMIGRANTE ESPAÑOLA

por Camelia

 

En los últimos meses llevaba muchos kilómetros a sus espaldas pero sabia que aunque se equivocase no podía dejar de intentarlo. Solo pensaba en regresar lo antes posible.
A las 2 de la madrugada tras el apasionado beso en el andén de la estación, que servia de colofón, a otros muchos que se habían sucedido a lo largo del día, subieron al tren. El colocó su equipaje y bajó rápidamente, para seguir mirándola desde tierra al otro lado de la ventanilla que los separaba. En ese momento sus ojos solo hablaban de amor.
El tren se puso en marcha lentamente y en la distancia, su figura masculina, paso a ser un punto que en el horizonte desapareció.

-¿Debe de quererlo mucho?
-¿Perdóneme no estaba atenta, que me decía?
-¿Qué sus lagrimas me han emocionado y pienso que debe quererlo mucho?
Ni siquiera se habia dado cuenta de que las lagrimas brotaban sin aspavientos. Sacó un pañuelo y mientras secaba su rostro contesto:
-Yo diría que es el hombre de mi vida. Las despedidas son tan tristes cuando no te quieres ir.
- Usted es una mujer bellísima pero parece que el la quiere mucho también por como la miraba. Pero como francesa que soy, y separada en dos ocasiones, le confesare que si no quiere que se le escape un hombre tan guapo deberá pensar en no dejarlo mucho tiempo solo.
Los hombres, incluyendo el mío, ven la parte del sexo como una fase de higiene mental. Para no pensar en ello a veces no importa con quien son capaces de ponerte los cuernos. Las relaciones de pareja entre su país y el mío como habrá podido comprobar si es que ha estado el tiempo suficiente son muy distintas

-No lo habia pensado, pero tiene mucha razón, las mujeres con el corazón ocupado se sienten plenas aunque tengan iguales necesidades. Las diferencias son un abismo cuando se comparan dos países en los que años y años se ha estado viviendo de espaldas al resto del mundo. Cuando empecé a encontrarme con él, mentía sobre el motivo del viaje. No estaba bien visto que una joven viajase sola y menos aún para encontrarse con un hombre al que la familia no conocía. Siempre tenía a alguien que era mi cómplice. Y sé que en mi casa, despues de tanto tiempo, no quieren que venga aquí para empezar una nueva vida. En mi país tengo mi futuro resuelto pero no esta lo que más quiero. Y él no tiene intención de irse allí.

Tras estas palabras y poco mas en el tono mas bajo posible de conversación; el compartimiento estaba con las luces apagadas; unos viajeros dormían y otros estaban en posición de intentar descansar…
Ambas callaron y se unieron en el intento de desconectar y reposar aunque fuese a intervalos.

Cuando despertó de un sueño en el que habia entrado tan profundamente que al igual que habia desaparecido la señora que estaba sentada a su lado, podía haber desaparecido su equipaje.
Por unos instantes, no sabia donde estaba, desorientada y fijándose en los rostros que tenia a su alrededor, respiro profundamente, vio que algunos de los rostros que la miraban los recordaba de la subida. Otros ya no estaban.
Volver a la realidad, le hizo buscar y comprobar que el equipaje seguía donde lo habia colocado.
Respiro aliviada y se arreglo un poco para espabilarse.

Empezaba a amanecer. A través de su ventana empañada por el vaho, contempló el nuevo paisaje y como habia cambiado respecto al de la partida. Todavía faltaban muchos kilómetros por recorrer hasta el destino pero se iban acercando.
El viaje se le hizo pesado y solo pensaba en como iba a afrontar todos los proyectos de los que habían hablado cuando llegase a casa.

Poco a poco el tren cambio de aspecto, las luces se apagaron y la luz natural entraba cada vez con mas intensidad. Siguieron camino en silencio hasta que por el movimiento de los pasajeros, moviendo sus bultos, adivino que el final del viaje se acercaba.
Todos impacientes por oír los avisos del sistema de megafonía.
- Atención a los pasajeros con parada en Port-Bou, por favor, preparen sus equipajes. Próxima llegada en breves momentos.

En el primer toque de megafonía se avisaba la llegada a los que se quedaban en la parte francesa.
Tras esperar el tiempo necesario para que descendiesen los pasajeros, el tren se puso de nuevo en marcha para llegar a la zona española.

Volvió a oírse por megafonía
-Llegada a Irun. Final de trayecto. Por favor todos los pasajeros preparen sus equipajes y abandonen el tren.
El tren quedaba vacío y entraba en vía muerta. Su próximo destino sería realizar el recorrido en dirección contraria cuando llegase su turno.

A medida que iban bajando se encontraron con un despliegue policial armado, poco habitual, que iba indicando a cada uno que entraba en la sala, donde colocarse en fila con los pasaportes y equipajes listos para ser revisados y dejar atrás la frontera. El paso de la aduana fue lento y minucioso.


Era el año 1982 y la red de ferrocarriles españoles y franceses tenía unos horarios que se movían por libre. Las relaciones no eran precisamente las mejores y de eso daba constancia el desajuste horario y la falta de información tanto a un lado como al otro de la frontera.
Esto suponía a veces no saber la hora de llegada ni el número de tren en el que se viajaría.
Se hacían cálculos aproximados y se preguntaba a cualquiera que se viese en una situación similar para saber si tenía más información.

Antes de subir al tren se les avisaba a los que esperaban en la ciudad de destino, a través del teléfono público. Con un poco de suerte podían enterarse de la hora de llegada del tren y de este modo acudir a la estación a recibirte.
La anchura de las vías era distinta y siempre habia que cambiar de tren en la frontera. Cuando se viajaba hacia el Norte tanto en la parte Oriental como Occidental, lo habitual era hacer varios trasbordos y debido a los horarios tener que esperar en las estaciones durante la noche.
Se sumaba: el retraso que podía hacerte perder el próximo tren; las esperas en el andén con frió o calor; el desconocimiento del idioma; la inseguridad de una mujer joven viajando sola con bastante equipaje y escasos recursos que te hacían agudizar el ingenio para llevar repartido el dinero que entonces era solo efectivo.

El desconcierto y los nervios hicieron acto de presencia cuando los pasajeros aun atontados por el largo trayecto vieron guardias armados con metralletas a ambos lados.
La vigilancia, las caras serias y escudriñadoras, los registros minuciosos…Nos mirábamos extrañados. Despues de pasar el susto supimos por la información del boca a boca que podíamos estar en peligro.
Habia amenaza de atentado por parte de ETA.

Todos los equipajes fueron registrados a conciencia.
Despues desde la zona de control se paso directamente al exterior. Todo estaba sellado y cerrado. No habia posibilidad de tomar algo caliente o acceder a los servicios.
Por seguridad ante el peligro de que alguien pudiese colocar un artefacto incendiario o una bomba, los armarios de consigna, el bar, la sala de espera, los baños… todo estaba clausurado.

No era la primera vez que hacia este trayecto y tenia por costumbre nada mas descender del tren y pasar por la cabina de la policía; despojarse del peso en una de las taquillas; para moverse por los alrededores. Aprovechaba para comer y beber algo hasta volver a la estación, para subir al próximo tren que salía al mediodía.


Despues de pasar parte de la noche en el tren y llegar a una estación desangelada, todo el cansancio acumulado cayó de golpe como una losa.
Era una época de poco trajín viajero. Así que despues de unos minutos por persona, los trámites burocráticos, habían pasado y los pasajeros al salir, habían tomado direcciones distintas.

Hacia frió y el destemple de la noche sin dormir lo incrementaba. Del bolso de mano saco ropa de abrigo y se fue a preguntar por el horario de salida del próximo tren y si el billete que llevaba estaba en orden.
En ese momento se sentía incapaz de sostener las dos maletas a peso, parecía que transportaba piedras en vez de ropa. Se sentó en un banco pensando que hacer cuando recuperase un poco las fuerzas.

En España la ciudad estaba despertándose lentamente. En los alrededores, todo estaba cerrado.
Absorta en sus pensamientos no se fijo en que alguien se acercaba.

- Buenos días ¿le importa que me siente aquí con usted?
-¡Hola buenos días!, no faltaría mas, siéntese así nos haremos compañía. Porque me imagino al verla con maletas que usted también va a tomar otro tren. Mientras le hablaba observo la media sonrisa que la mujer intentaba mantener en un rostro arrugado de piel demacrada y ojos tristes.
-Si voy al pueblo pero solo dos días. Yo vivo en Francia, en Niza hace ya muchos años, pero me avisaron ayer al hotel en el que trabajo en la limpieza del fallecimiento de un familiar. Y salí de trabajar, prepare cuatro cosas corriendo y fui al tren. El entierro es mañana por la mañana, así que espero que me sobrara tiempo.
-Lamento que el viaje sea por un motivo triste
-¿También va usted a casa?
-Si yo vuelvo de vacaciones, pero todavía me quedan tres horas hasta que pueda emprender el último tramo. Primero voy a Barcelona y desde allí tomare otro tren hasta la ciudad del Ebro.
-¿Y usted tiene que esperar mucho para su próximo tren?
-Yo salgo dentro de 2 horas pero luego tengo que coger un cercanías y despues el autobús de mi pueblo.
- Pues le queda un día duro por delante… ¿de donde es usted?
- Soy extremeña. En realidad ya no se lo que soy. Hace tantos años que no he vuelto…
-¿Ha pasado la noche en el tren también?
-Toda la noche no, pero como he salido muy tarde y tampoco he podido descansar…

No tardaron mucho en emprender una conversación mas profunda. La señora hablaba una mezcla de español-francés y se notaba que no estaba acostumbrada a hablar mucho ninguno de los dos idiomas pues nada mas empezar le dijo:
-Me perdone si mezclo las palabras pero soy una analfabeta y me cuesta mucho la conversación.
- ¡No me diga eso! Si desde que nos hemos visto no hacemos otra cosa que hablar…
- Porque me da confianza, desde el primer momento que la he visto. Tiene usted cara de ser buena gente.
- Muchas gracias, usted también me ha dado esa impresión. Cuando la he visto he pensado que no se encontraba bien. Esta muy pálida.
- ¡Que pronto se ha dado cuenta! Tengo un dolor de cabeza que no sé en que condiciones llegaré al pueblo. Tantos años sin ir y entre los nervios y el disgusto. Y lo peor es que no llevo nada encima. He salido tan deprisa que he cogido lo justo. Y todo cerrado.
-¿Ha comido algo desde que salió?
-Que va, nada. Pensaba tomar algo aquí, pero como con lo de los atentados, han cerrado todo… No he podido moverme de aquí desde que llegue.

-Bueno yo tampoco he comido nada. Voy a ir a un bar que esta detrás de la estación y que conozco de otras veces y que ya estará abierto ahora y tomamos algo.
-Déjelo, es igual. Pero vaya usted si quiere, yo no voy a moverse de aquí, no tengo ganas ni fuerzas para nada.
- Pero si no toma nada cada vez estará peor y tiene que pensar que tiene por delante todo el día.
-Ya lo sé, pero es que la cabeza parece que se me va a partir.

-Mire como mi equipaje, pesa como un muerto, yo casi estaba perdonando el café, por no ir cargada.
¿Si le parece bien, usted me espera aquí, le dejo las maletas y yo voy a buscar algo?
-¿De verdad usted hará eso por mí?
-Por supuesto, una vigila el equipaje y la otra busca que comer, es un pacto del que nos beneficiamos las dos.
Se acerco al bar de siempre y compro bocadillos de tortilla de patatas, recién hecha y bebidas calientes y al poco rato, las dos mano a mano, les dieron buena cuenta en el banco de la estación.

-¿Es alérgica a algún medicamento?
-No, siempre me tomo aspirina o algo parecido y se me pasa...
-Bien. Mire yo soy enfermera y también tengo muchos dolores de cabeza y siempre llevo un pequeño botiquín a mano. Así que cuando se tome lo que te he traído, puedo darle algo si usted quiere.

La señora extremeña le contó que cuando tuvo la mayoría de edad se traslado a Niza a trabajar en un hotel. Estaba en la limpieza desde entonces. Es un trabajo duro pero me gano bien la vida.
¿Y que tal se vive en Niza? Yo la conozco de paso de unas horas pero vi que es una ciudad muy agradable.
- No sabría decirle, solo salgo a trabajar. mi vida ha sido muy triste. No sé de letras. Casi estoy olvidando el español porque no puedo hablar con nadie en mi trabajo. Y trabajo tantas horas que no he podido tampoco estudiar. Chapurreo mal el francés y eso no me trae tampoco nada bueno. No me integro allí y cada vez estoy más lejos de casa. No solo por la distancia. No se que me pasa. Cuando estoy en el pueblo quiero volver al trabajo y cuando estoy en el trabajo y voy a casa, sé que nunca me adaptare. Pero eso si lo sé seguro, al pueblo no volveré despues de este entierro.
- ¿Pero usted es una mujer muy joven, quizás si saliese un poco?

Cuando se recoloco en el asiento y empezó a hablar, contó una vida llena de penurias.
En el pueblo en el que nació la llamaban “la hija del pecado” porque su madre no estaba casada y no conoció a su padre. Se quedo huérfana siendo una niña y la recogieron unos que se decían tíos y que vivian en otro pueblo y que la vieron fuerte e inocente y la hicieron trabajar como una mula.
Cuando tenia 15 años supo que vivía un hermano de su abuelo en otro pueblo de al lado y de los que no habia sabido nada porque mientras el abuelo vivió jamás se hablo con su madre y a ella tampoco quería conocerla. Muchos habían dejado de lado a su madre desde que supieron lo de su embarazo y la consideraban una mujer de la vida que los deshonraba.
Sabe usted que yo siempre he pensado que mi madre se murió de pena…
Fui a conocer a ese tío, el hermano pequeño de mi abuelo, y allí me entere de que cuando me quede sola, quería que yo viviese en su casa, pero que su hermano, mí abuelo, lo habia amenazado de muerte. A su muerte fué cuando mando a buscarme y así hacer lo que pudiese por mí. Y allí viví con su familia que son con los únicos que he tenido contacto.

Nunca había ido a la escuela. Hablaba un español escaso que la delataba y eso le había traído problemas con el francés también. Sabía hablar pero escribía lo justo en español.
Con 18 años conoció a un hombre que era viajante y que paraba en su pueblo de vez en cuando y al poco tiempo se hicieron novios.

En uno de los viajes, lo acompaño a Francia donde solía ir a por mercancías y llevaba encargos de allí y decidieron quedarse en Francia, en Bayona, donde ella enseguida encontró trabajo y el podía seguir yendo y viniendo. Al principio mi familia no se lo tomo bien y estuve mucho tiempo sin saber nada de ellos, Alfredo el viajante les escribía en mi nombre pero no me contestaban y a él dejaron de hablarle con lo que se corto mucho la comunicación. Lo poco que se de letras se lo debo a este hombre, y yo seguía escribiendo y un día recibí carta de ellos y así es como he pasado estos años.
Cuando cruzamos la frontera y vivimos en Bayona como me hizo promesas de matrimonio, yo me busque trabajo y pensaba que me casaría y tendría mi familia y todo eso…Pero todo se quedo en nada y nunca llego a cumplir su promesa, pues cuando se entero que estaba embarazada, quería que abortase. Yo me negué y un buen día vino a casa cogió sus cosas y dijo que se iba con otra y me abandono.

Tuve una hija que tampoco ha conocido a su padre, igual que yo. Nunca se ha interesado por ella. Al poco tiempo cuando la tuve, busque otro lugar para que no supiese de mí. Tenía miedo de que pudiese venir algún día y quitármela.
Decidí quedarme en Francia porque mi hija ya era francesa y el gobierno me ayudo a encontrar un trabajo y un lugar para dejar a la niña mientras, como yo trabajaba tantas horas y no quería dejarla sola busque un colegio y esta interna. Y ella es la que me ha ayudado a seguir adelante
- No quise volver a España, porque no quería que la historia de mi madre, se repitiese con mi hija, al menos en esto he tenido mas suerte.
- ¿Y su hija que tal está?
- Mi hija esta muy bien, es preciosa y saldrá adelante, esta aprendiendo todo lo que yo no sabré nunca.
-¿Y su hija que piensa del pueblo?
-Nada, no ha estado nunca y tampoco quiero que vaya pues entonces tendría que explicarle partes de mi pasado que quiero olvidar.
Además mi familia por mi boca nadie sabe que soy madre soltera. No han venido nunca a verme y yo he vuelto solo a los entierros. Este es el último al que acudiré y creo que ya no volveré más.
Cuando llegó el tren que la llevaría a su destino se le abrazo llorando y le dijo.
- ¡Que suerte tiene tu familia!
- Gracias, tu hija también tiene una madre estupenda.
-¿Estas mejor?
-Mucho mejor, ya no me duele la cabeza ni nada. Hacia años que no me habia sincerado tan profundamente con alguien. Dios te ha puesto en mi camino. Además, tienes razón por mi hija tengo que salir adelante y que ella no me vea siempre sola y triste.

-Recuerda que eres una mujer muy valiente y luchadora. Que a leer y a escribir aprendiste y que puedes seguir haciéndolo aún y elige mas cosas que te gusten y atrévete y veras como poco a poco gozaras de las ventajas de ser y estar en plena forma.
Y vive tu vida sin preocuparte de lo que los demás piensen.
Tu sola estas saliendo adelante, sin ayuda. No le debes nada a nadie. Te debes a ti misma el cuidarte por ti y por tu hija.
Rodéate de buena gente, que hay en todos los lugares.
-Adiós, nunca te olvidare.
-Yo tampoco.
Se dieron un beso en cada mejilla y un prolongado abrazo. Era un abrazo de cariño, de agradecimiento, de alegría.
Este encuentro es uno de los que siempre recordó con mucha ternura cuando hablaba de sus viajes como el abuelito cuenta sus batallitas.

Al ver partir el tren dentro iba una mujer distinta a la que habia encontrado en la estación. Sonreía abiertamente mientras le decía adiós con la mano.

Si ella hubiese sabido que se había gastado todo lo que llevaba encima, seguramente no habría aceptado la comida que le dio, pero eso no importaba ahora, ella necesitaría gastar mas dinero antes de llegar al funeral.

La hora que faltaba pasó deprisa y el tren apareció en el anden número uno. Levantó las maletas y al otro lado un joven le ayudo a subirlas.
-Gracias.
-No faltaría mas.

Su billete era con reserva hasta destino y todavía llevaba caramelos y chocolate que le darían energía las próximas horas.

¡Estaba feliz!
Buscaba el número de su asiento y al intentar colocar el equipaje en lo alto apareció el mismo joven de antes. ¡Que casualidad si vamos a ser compañeros de asiento!
Para mi es una suerte, además de una casualidad porque si no es por ti, te aseguro que las maletas habrían hecho el viaje en el suelo. No se dan cuenta de que hay españolas bajitas que viajan solas.
Se oyó una sonora carcajada y despues dijo:
-¿Te apetece charrar un rato miniatura?
- Por supuesto yo no pierdo ocasión de conocer a gente interesante.
- Estupendo, estoy seguro de que no me voy a aburrir en este viaje…
- Bueno pues empecemos por endulzarnos un poco… ¿Un caramelo para hacer saliva?
-Si, gracias, pero a la próxima ronda invito yo.

Y el tren de nuevo partió rumbo a su destino…





Camelia
 

 

 

 
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