LA ÚLTIMA BATALLA.Agustín Serrano. |
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Pasaron milenios hasta que lo que había sido una informe bola de energía suspendida en el espacio, se convirtió en un gran planeta de color azul. Una solitaria mota no del todo esférica, que orbitaba alrededor de un sistema solar binario. Un nuevo mundo, llamado Gerión, ‘’el de los azules cielos’’. Y bajo sus favorables nubes, surgió la vida. De su lluvia, cuyas gotas caían lentas y densas, comenzaron a abrirse paso las plantas, primeros moradores del recién nacido orbe. Y con los nutrientes de ellas y las labores químicas de los mares, los otros seres vivos, los de los sentidos, comenzaron a pisar las nuevas tierras.
Éstos traían por acervo del mar, la capacidad de darse vida de unos a otros antes de desaparecer. Y así, en una escalonada y seleccionada sucesión, aparecieron las dos especies dominantes del nuevo planeta. Dos civilizaciones galácticas para un solo mundo. Dos conceptos del universo distintos. Hermanados desde el principio y enemigos sobre la mitad de su tiempo y época.
De un lado los Yurilios. Seres verdes y diminutos. Habitantes de las oquedades de las secuoyas eternas. Creadores del fotosintetizado aire planetario. Metabólicos. Silenciosos. Laboriosos. Pero ensimismados en su mundo vegetal. Envueltos en sus frondosas hojas, rechazando toda forma de vida distinta, pero a la vez, curiosos en aquellas vidas diferentes. Capaces de involucrarse en algunos casos y mezclarse con otras existencias. Pero siempre, defendiendo la suya. Pese a que algunos de sus congéneres, no dudaban en enterrar para siempre lo suyo; su nacionalismo Yurilio, en interés de su nacionalismo personal e individual.
Del otro los geriontes. Pobladores del lugar donde comenzó todo en Gerión. Y por lo tanto, primeros de sus habitantes. Algo mayores en tamaño a los verdes Yurilios. Moradores de las dunas, las cuales eran auténticas viviendas para cientos de ellos. Gibosos. Grisáceos de piel. Oscuros de pelo. Rizado y poco cuidado. Amos de las rocas líquidas, la energía del futuro y el objeto del deseo en todo el planeta, yurilios incluidos. Grandes oradores. Para nada curiosos. Antiguos dueños de la tecnología geriónea. Pero desde hacía varios siglos, sometidos a las creencias de Lapha, su antiguo dios, el cual los guiaría y los llevaría a otro nuevo mundo sin los enemigos yurilios. Donde vivirían eternamente con gloria en su particular idea del paraíso.
Los yurilios codiciaban las líquidas rocas de los geriontes. Los geriontes deseaban aniquilar a los yurilios, ya que no eran merecedores del mundo prometido por Lapha al no creer en él. Y su único merecido era ser destruidos.
La confrontación irrumpió lenta y silenciosa. Los verdosos, más amables, robaban las rocas líquidas. Los chepudos masacraban a los que no robaban pero apoyaban a los que lo hacían.
Una matanza gerionte; respuesta militar yurilia. Ejecución de los de las dunas; ataque de los de la espesura. Interés. Codicia de poder y riquezas, frente a fanatismo religioso e incomprensible. Y el mundo de Gerión, que pagaba las consecuencias inocentemente, asistía impotente a tan insulso e interminable pulso.
Llegó el día en que las profundidades de las dunas no generaban más rocas líquidas. Y los yurilios comenzaron a perder poder en Gerión. Los geriontes, que basaban su vida en la religión, no necesitaban de esa energía para subsistir. Y a través de la voz de uno de sus líderes, supieron que la hora de Lapha y su venganza, había llegado. Montaron en sus romboidales y rudimentarios carros. Armados con potentes sierras y al grito de ‘’muerte al infiel yurilio’’, talaron toda secuoya de la verde civilización que encontraban a su paso. Los pequeños y aterrados ciudadanos de las zonas vegetales del planeta, huyeron al norte. Sabedores de que el desenlace de su raza había llegado. La batalla llegaba a su fin.
Pero en lo más alto de la montaña más alta de Gerión, encontraron a un sabio, el cual no era más que un sencillo pájaro dibujado en un inmenso rollo de papel cuadriculado. Este extraño ser, mitad de verdad, mitad de mentira, oyó su miedo y su desdicha y decidió ayudarlos. Escuchó el relato de lo ocurrido y supo del fanatismo de los geriontes, que no cesaron de perseguir a los escasos supervivientes. Salió de su aplanada imagen y con una de sus negras plumas, dibujó lo que en su imaginación sería la imagen de Lapha. Puso voz de dios omnipotente y se dirigió a los violentos geriontes.
‘’Hermanos. Hijos de Lapha. Habéis luchado muy bien. Habéis demostrado lo grande que es vuestro valor. Me tenéis lleno de orgullo. Y he aquí que os entrego lo prometido. Un nuevo mundo en el que los yurilios, aquellos que han sobrevivido a vuestras fuerzas, vivirán junto a vosotros. Pues ya han conocido lo invencibles que son vuestras dentadas sierras y lo valerosos que sois. Ahora demostrémosles magnanimidad. Perdonad a los que queden con vida y recibidlos en las dunas. Pues ya es hora de vivir en paz en la bóveda celeste e ingenua de Gerión’’.
Y los geriontes, obnubilados y fascinados ante la imagen en las nubes de su dios, apagaron sus sierras. Dejaron de gritar muerte y acogieron en paz y armonía a los yurilios que quedaban con vida. Y juntas, las dos civilizaciones del planeta, las dos visiones de la vida del mismo, convivieron para siempre. Cada una con su forma y costumbre. Cada una con su carácter y defecto. Pero unidas bajo un mismo cielo.
Fuengirola, 20 de septiembre de 2006.
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