¡Por fin era viernes!
La consulta termino sin incidencias y como de costumbre tras unos minutos
de intercambio de opiniones y revisión de agenda pendiente, el médico se
fue.
- ¡Hasta el lunes!
- ¡A pasar buen fin de semana!
- ¡Igualmente!
El aire de la noche fresca y oscura entro sin llamar nada mas abrir la
ventana... ¡como se agradecía este soplo de viento que renovaba el aire
viciado de toda la tarde!
Al estar cerca de la carretera general, el ruido no permitía llevar una
conversación sin tener que elevar la voz. Durante la consulta no se abrían
las ventanas manteniendo así la discreción y privacidad necesaria.
Sin perder un minuto se puso manos a la obra y empezó por recoger todo lo
que tenía que estar bajo llave: medicamentos, sellos y recetarios. Repuso
vitrinas y ordenó el material que se había utilizado a lo largo de la
tarde y busco una hoja para petición del almacén.
Hizo un bulto con la ropa sucia de la camilla y la llevo al carro para la
lavandería.
Apagó las luces de la zona de exploración y continúo dejándolo todo
dispuesto para la próxima consulta.
Repasó y archivó los resultados de pruebas pendientes para organizarlos
por días de consulta, cumplimentó las estadísticas, preparó el listado del
lunes y las carpetas con graficas selladas y etiquetas de identificación
de los pacientes y con el resto de solicitudes complementarias, volantes
de petición…
Sin prisa pero sin pausa hasta que finalmente despues de terminar con la
parte informática apagó el ordenador.
Al lado de los documentos que habia que distribuir a otros departamentos
puso la petición para repuestos de material y de este modo, con un poco de
suerte, el suministro llegaría el martes.
Bajó a lencería y despues paso por el servicio de esterilización.
Volvió a la consulta y ordenó cada cosa en su lugar correspondiente.
Finalmente agrupo la documentación de los historiales que debían ser
enviados al hospital, los selló y precintó dejándolos en el despacho de
dirección para el correo.
Echo un último vistazo y si no olvidaba nada, lo más necesario estaba
listo para la semana siguiente.
Se cambio el uniforme por la ropa de calle y entro en el ascensor; pulso
el botón de la B con intención de salir por la puerta principal pero nada
mas abrirse las puertas en la planta baja oyó una voz femenina:
- ¡No sigas no, que la puerta esta cerrada, creíamos que ya no quedaba
nadie!
- ¡Ah, hola, no sabia que era tan tarde!
- Si. Ya se han ido todos... Ya me extrañaba que no te hubiese visto salir
sin que te despidieras. Perdona si lo hubiésemos sabido... Hemos llamado a
la consulta pero no han cogido el teléfono.
- No importa. He estado reponiendo material y he ido de un lado para otro.
¡Buen fin de semana!
- ¡Gracias, igualmente!
Volvió sobre sus pasos y pulso para salir por la planta que daba al
aparcamiento privado del centro y que se cerraba cuando todos salían
despues de la última ronda.
En invierno no le gustaba mucho esta salida. Era un espacio lúgubre, y en
ese lado de la calle no habia ni una farola. La poca iluminación procedía
del pasillo y de las escaleras exteriores pero solo daban luz en una
esquina.
Cruzó pitando el tramo que le separaba de la puerta, teniendo cuidado de
no llevarse alguna de las cadenas que cercaban la zona de coches, y
pegarse un porrazo.
Pasó la verja y salio a la calle; una acera estrecha, poco iluminada y
llena de coches y contenedores de basura llenos hasta levantar las tapas,
le esperaban haciendo fila.
En cuanto camino unos metros y vio la vía despejada paso a la acera de
enfrente. En ese lado permanecían encendidos rótulos luminosos de algunas
tiendas: la farmacia, la ortopedia, la óptica, y un par de bares.
Iba despacio, respirando profundamente para intercambiar en sus pulmones
el aire fresco y oxigenado del exterior. No tenia que volver al día
siguiente así que se lo tomaría con calma.
Habia recorrido unos metros cuando a lo lejos reconoció una figura y una
forma de caminar que le resultaron familiares.
-¿Parece…? ¡Es Antoñito!
Resulta curioso que a un hombre con la corpulencia de un jugador de rugby
y casi 70 años le sigan conociendo y nombrando Antoñito. La costumbre en
muchas familias de poner el mismo nombre del padre a un hijo, hacia casi
obligatorio sobre todo en los pueblos, que además del mote de la familia
se les diferenciara con el diminutivo. Así que el padre era Antonio y el
hijo Antoñito. Si vivía el abuelo y se llamaba igual entonces era el
nombre y el sobrenombre correspondiente a la familia.
El tiempo pasa y la costumbre hace que la mayor parte de las veces aunque
para los de fuera de casa sea Don Antonio, para la familia, sigue llevando
el nombre cariñoso, que solo lo identifica a él y que a su vez él
reconoce, en ese modo de llamarlo, a alguien que lo conoce de toda la vida
y con el que le unen lazos especiales de confianza.
Cuando estaban casi a la misma altura le dijo:
-¿Dónde va mi primo por aquí?
-¡hooombre si si es la Meerceditas! Evidentemente este era su nombre
también para los de la familia, aunque en su casa no habia precedentes,
era la pequeña de todos los hermanos.
Antoñito tartamudea, sobre todo cuando esta entre desconocidos, se pone
nervioso o se enfada porque quiere hablar más deprisa. Entonces es peor;
se atasca de tal modo que puede estar un buen rato intentando pronunciar
una palabra y no conseguirlo; al final, acababa dando media vuelta y
marchándose para volver cuando se tranquiliza.
Se dieron cuatro besos y los saludos de rigor.
-¿Qué tal, de trabajar o qué?
-Si, aquí estoy mientras no me digan otra cosa.
-¿Y vosotros como estáis todos: la prima, los chicos y los nietos?
-Pues bien, bien están todos, gracias a Dios. Voy para casa que ya es hora
de cenar y me estará esperando la mujer.
Salgo por la tarde a estirar las piernas y me voy a andar. Es que sino
todo el día en casa te apolillas, pero como ahora se hace enseguida de
noche voy mirando el reloj y a lo que me doy cuenta se me ha pasado el
tiempo en un santiamén.
He entrado un rato a casa de la chica y me he entretenido más de la
cuenta. La parienta no ha querido salir, que si le duele aquí que si le
duele allá, le he dicho: “pues quédate en casa, que me voy yo solo”.
Es que se va haciendo uno ya mayor y yo, aunque sea hombre de campo, el
frío me gusta cada vez menos. Y como no me apetecía estar mas en la calle
y ya sabes que la chica vive cerca de aquí, a la vuelta me he pasado a
estar con la nieta.
-Me parece muy bien. Pues yo voy al bus a ver si tengo suerte y viene
pronto y también para casa. ¡Que la parada que hay en plena avenida es un
ventilador! Entre el cierzo y la velocidad de los coches, te quedas como
un polo. A veces me voy a la siguiente que esta mas protegida pero solo si
veo que acaba de pasar. Con lo que tardan en venir no te puedes fiar que
no te pille en la mitad de dos paradas.
-¿Que hace tu madre?
-Bien, esta muy bien, ya sabes en su mundo, pero físicamente está
estupenda.
-¿Qué años tiene ya…casi 90?
-92 hizo en mayo.
-92 ya. ¡Como pasan los años! Y… ¡Cuantas veces me acuerdo de tu padre…que
joven se murió!
-Si, pensar que ya hace más de 25 años que falleció se dice pronto. A
nosotras nos ha hecho mucha falta. Nos costo mucho superar su muerte tan
inesperada. Ahora ya puedo hablar de él con paz, pero es la parte de mi
vida, que he tenido que asumir con mayor dificultad.
-Pues yo me acuerdo muchas, pero muchas veces de él. Tu padre me ayudo
como nadie. De esto me di cuenta cuando yo fui padre y sobre todo ahora
que estoy jubilado y estoy mas con la familia y veo a mis nietos, lo que
saben… Que van a la escuela y hacen muchas cosas y las facilidades que
tienen para todo.
Cuando yo era pequeño. En cuanto levantabas un palmo del suelo ya te
mandaban al campo, al ganado, a trabajar y trabajar. Entonces las tierras
tenían un valor que hoy no tienen y que también se pensaba de otra manera.
Pero mira tu padre, se pasaba todo el día en la carpintería sin parar y
trabajaba de sol a sol pero a tu hermano lo mando a la escuela desde
chiquitico hasta que termino la escolarización. Y vosotras porque ya os
vinisteis a Zaragoza y erais muy pequeñas y de eso no os acordáis.
-Nosotras teníamos 2 y 3 años. Los recuerdos que tengo del pueblo son los
de los meses que pasábamos en los veranos.
-Pues yo, lo poco que sé de letras y números me lo enseño tu padre… Y
nunca le di las gracias. Y me pena muchas veces. Pero en el momento no le
das importancia y despues… ¡Cuántas veces siempre que hago algo, me viene
a la cabeza!
Yo entonces estaba todo el día trabajando y eso me libro de la escuela y
con lo duro de mollera que he sido siempre, en aquellos tiempos estaba tan
contento. ¡Que infeliz…!
Aunque entonces no me sentó muy bien la idea, con los años me he dado
cuenta de lo importante que es tener unos estudios. Tu padre habló con el
mío, para que me dejara plegar antes y me mandara a aprender alguna cosa
que después me podría hacer falta. Y como tu padre sabía hablar tan bien y
el mío le pedía muchas veces opinión lo convenció.
Se querían como hermanos. Y les toco vivir juntos épocas muy difíciles.
¡Que razón tenia! A mi me costó…Y entonces hasta me cabreaba, pero tu
padre, no se andaba con tontadas. Y con el tiempo, sin darse uno cuenta, a
medida que te haces mayor te acuerdas de cosas a las que antes no les
dabas importancia.
Cuantas veces me he arrepentido de no haber seguido, pero así es la vida,
después te echas novia, y se esta mejor festejando que en la escuela.
-No sabía nada de que mi padre te hubiese enseñado a leer y escribir…
-Pues si y no solo a mi, a muchos del pueblo que ya éramos mayores y no
habíamos aprendido siendo pequeños, porque no habíamos ido a la escuela o
éramos unos zoquetes.
-¿Y eso como fue? Es la primera noticia que tengo.
-Cuando tu padre cerraba el taller por la tarde, se acercaba a la escuela
donde el maestro daba clases a los adultos. Entonces el maestro cogia un
grupo y tu padre otro y nos enseñaban a los que ya éramos mayores y
acudíamos a la escuela después de las faenas.
-No tenia ni idea…
-Tu padre lo tenía todo, era un buen hombre, muy listo y no tenia nada
suyo. Que no se enterara que te hacia falta algo que ahí estaba el
primero. Porque mira que trabajaba y cuando enseñaba tenía muchísima
paciencia con nosotros, porque nos juntábamos una cuadrilla de zopencos.
Siempre me acuerdo de Tomasin “el tuerto” que como no le entraban las
letras ni a tiros para que no se las preguntaran se las comía; el caso es
que cuando se dieron cuenta las hojas parecía que habían tenido carcoma;
ya no le quedaban hojas sanas en el libro...
Y yo…anda que escucharme leer con lo nervioso que me ponía y eso que lo
hacia sólo con tu padre que siempre me decía: No te preocupes que ya
saldrá…Tú a tu ritmo.
Despues cuando me baje a Zaragoza estuve en vuestra casa mas de un año,
que vosotras erais chiquiticas ¿no se si te acordaras?
-Si, de eso me acuerdo.
-Y estuve hasta que me case. Siempre que tenía algún problema, siempre
podía contar con él…pero el egoísmo de los jóvenes que cuando se te mete
algo en la cabeza no quieres escuchar mas que lo que te interesa y todo
tiene que ser en ese momento. Y yo me doy cuenta también ahora porque
aunque no haya sido muy listo, la vida te enseña también. Cuando eres
joven…Te comerías el mundo y te parece que lo sabes todo y que así tienen
que ser las cosas y luego ya es tarde para echar marcha atrás.
Un buen día que te parece que no va a llegar nunca, te has hecho un hombre
y los que han estado a tu lado van desapareciendo y te quedas con esa
falta para siempre. Hice muy mal las cosas con tu padre y con vosotros que
siempre nos habéis tratado tan bien y nunca os lo había dicho.
El rostro de su primo se torno triste y los ojos se le humedecieron. Ya no
le salían las palabras. A Mercedes le pareció que el tiempo no había
transcurrido y que estaba con el joven que vivió en su casa y que a ella
le parecía un gigante.
Se acerco y le dio un beso.
-¡Venga Antoñito!
Me alegro y te agradezco mucho que me lo hayas contado y tengas tan buen
recuerdo de él.
La familia estamos para ayudarnos. Hace tiempo que nadie me hablaba con
tanto sentimiento.
Cuando vivía mi padre si que recuerdo que en mi casa siempre había mucha
gente y siempre era para pedir algo. Nunca le oí protestar. Era feliz
echando una mano a cualquiera que se lo pidiese pero la respuesta que tuvo
de muchos de los que pasaron en los buenos tiempos cada dos por tres, fue
cuanto menos desagradecida.
Cuantas veces los domingos nos quedábamos sentadas en la calle o en la
sala de entrada de los hospitales, mientras mis padres iban a ver a los
que estaban enfermos o nos llevaban de visita a ver a los tíos y los
primos. Ya sabes que mi padre era muy familiar y solo tenia libre los
domingos, pues de paso que íbamos siempre le tenían preparada alguna
chapuza para arreglar.
- Todo que me cuentes me lo creo. Es que yo no he conocido a nadie como él
en la madera era un artesano, pero es que despues igual te arreglaba una
cañería o te cambiaba un grifo, que te hacia la instalación eléctrica o
levantaba una pared de ladrillos. De todos modos tu abuelo era igual y yo
creo que el aprendió mucho de él porque siempre que podía lo acompañaba.
Tu abuelo también mando a la escuela a tu padre antes que a trabajar.
Tenían otra forma de pensar que la mayoría de los del pueblo que tenían
campos y campos que enseguida mandaban a los hijos a trabajar.
Despues lo veías hablar con el médico, el maestro, el cura o algún
forastero y llevaba la conversación como otro más.
- Yo lo que sé es que el día de su entierro había una marabunta y que
bajaron muchos de los pueblos de alrededor; pero entonces yo, aunque era
una adolescente pensé, de donde habrían salido y sobre todo donde se
habían metido cuando mi padre empezó su calvario.
Lo recuerdo enfermo, lo mucho que sufrió y los pocos que vinieron a verlo.
Aprendí de él como se sufre solo y se acepta lo que se tiene y lo que va
llegando aunque sean enfermedades.
Muchas veces me he revelado recordando lo poco que se quejaba y como su
ilusión era tirar para adelante. ¡Era un luchador nato!
Cuando falleció… ¡Nos quedamos tan solas! Las cosas se pusieron muy
difíciles, y se pueden contar con los dedos de una mano los que nos
arroparon entonces. Pero de todo se sale, y se aprende como es en realidad
una parte del comportamiento humano. Y por eso mismo, aunque a ti ahora te
parezca tarde yo te lo agradezco de corazón.
No sabía esa faceta de mi padre. El nunca me hablo de esto y aunque sea
ahora después de tanto tiempo, yo podré contárselo a sus nietos.
Y ya sabes que si no lo hiciste antes es porque no estabas preparado o tal
vez nunca supiste como hacerlo.
-Pues si ahora que soy viejo y veo como funciona la juventud, aun le doy
más valor. Lo quería mucho y a vosotros también.
- Nosotros también os queremos mucho, siempre os hemos querido mucho y tú
no eres viejo, este estupendo…
-Hombre no estoy mal, no me puedo quejar, porque todavía me puedo valer
para mis cosas, pero cada vez me apetece menos ir al pueblo tan a menudo
como antes. Ahora subo de vez en cuando para dar vuelta a las cuatro matas
que tengo sembradas para casa y después hasta el verano ya no subimos.
-Es que ahora es ya tiempo de que disfrutes haciendo lo que te apetezca.
Bueno, me alegro mucho de verte y te agradezco lo que me has contado de mi
padre. Y ten por seguro que él viendo como has salido adelante y como
piensas, estaría más que pagado.
-Pues nada más que la verdad. ¿Quieres venir a casa un rato y te quedas a
cenar?
-Te lo agradezco pero me estarán esperando. Mi hermano, se ha quedado hoy
con mi madre, pero cuando yo llegue, él aun tiene que subir a la nave a
preparar el trabajo de mañana.
-Les das recuerdos y besos a todos.
-Igualmente.
- Se dieron dos besos y un abrazo profundo y se dijeron adiós.
Mientras se alejaban en direcciones opuestas ella recordó una escena que
ahora encajaba perfectamente en las lagunas que tenia entre sus recuerdos
de niña.
Eran las fiestas en el pueblo y habían subido el fin de semana. Su tío
Antonio y su padre estaban en amena conversación, mientras su madre y su
tía se encargaban de preparar la cena.
Antoñito y su novia estaban en la verbena de la plaza y allí fue donde le
avisaron de que su hermano estaba montando jaleo en el bar.
El alcohol en grandes cantidades te convierte en alguien sin control que
merma la razón y puede generar un desencuentro entre dos personas, como en
este caso ocurrió entre los dos hermanos.
La causa fue que Antoñito al entrar vio al mediano enzarzado en una fuerte
discusión con otros del pueblo. Se acerco y le dijo que ya era suficiente
y que fuese para casa a cenar.
El otro muy bravucón con las copas que llevaba encima aun quería seguir
bebiendo.
Como no podía hacerse con él mediante la palabra, empezó a ponerse cada
vez más nervioso y el tartamudeo era cada vez mayor; al beodo no se le
ocurrió nada mejor que insultarlo e imitarlo mientras le llamaba tartamudo
de mierda, delante de todos, a la vez que le lanzaba la mano cerrada.
Al puñetazo del borracho, Antoñito que era dos cabezas mas alto y tenia la
corpulencia de un hombre acostumbrado al trabajo duro le dio dos hostias y
lo agarró como si fuese un cordero y lo llevo a casa cargado a las
espaldas, sujetándolo por las muñecas y los tobillos.
Cuando aparecieron por la puerta de casa, su tío Antonio se enfado mucho
al ver al adolescente muy borracho y agresivo.
El borracho daba su versión de los hechos mientras tartamudeaba como lo
hacia su hermano y aunque la realidad no era para reír en aquel momento en
la cara de Merceditas apareció la sonrisa de quien esta viendo un
espectáculo gracioso. Ver a su primo en ese estado e imitando al otro como
si fuese una escena de circo en la que un payaso imita a alguien calcando
todos sus gestos.
Cuando miró hacia donde estaba su padre creyendo que a él también le haría
gracia, vio que estaba muy serio. Enseguida comprendió que la situación no
era de broma.
Cada uno intentaba dar sus motivos y el tartamudeo fue transformándose en
silencio, a la vez que el rostro se le congestionaba. La situación que se
planteo en casa de los tíos fue: La tía llorando, el tío amenazando al
pequeño con partirle la cara y Antoñito que se fue a la calle con el
disgusto que llevaba por haberle pegado a su hermano.
Su padre salio a la calle un rato más tarde y se oían voces que llegaban
pero no se entendía nada.
Mientras la tía le habia metido la cabeza debajo del grifo de la cocina y
no tardo mucho en vomitar y vomitar con lo que poco a poco iba
apaciguándose.
Cuando entraron, Antoñito estaba más tranquilo y todos hablaron más
serenos y tras el perdón hicieron las paces.
Mercedes aunque no levantaba más de un metro del suelo, comprendió que la
situación habia sido triste sobre todo despues de ver lágrimas en los
adultos a los que nunca antes habia visto llorar.
Aun siendo tan pequeña conocía muy bien a su padre y solo con el tono o
una mirada estaba el punto de seriedad con el que hablaba. Durante todos
los dimes y diretes ella habia permanecido más quieta que los bancos de
madera que se encontraban situados uno a cada lado del fuego del hogar.
Estaba sentada concretamente en el de la derecha que era el banco que
tenia al final y colgada de la pared una pizarra donde se entretenía
muchas veces con sus primos.
Desde entonces no habia movido ni un músculo, hasta que la llamaron para
sentarse a la mesa a cenar.
Despues de sobremesa y de regreso a casa, agarro la mano de su padre como
hacia siempre cuando caminaban por lugares con peligro o con mucha gente.
Iban por la calle de tierra, era el camino mas corto para llegar al centro
del pueblo. Habia tan solo una bombilla, al principio de la esquina. Con
un poco de suerte si no era demasiado tarde se podían encontrar las
ventanas iluminadas de las casas, en la que todos se reunían en la misma
pieza alrededor del fuego. En esta ocasión estaba todo en penumbra ya que
era tarde y casi todos estaban en el baile o en la plaza y los pocos que
habia en casa seguramente estaban ya acostados.
Cuando llevaban un rato andando su padre le dijo:
-¿Te das cuenta como se puede dar un disgusto tontamente? En vez de
disfrutar de las fiestas y estar todos en armonía, siempre hay algo que
puede estropearlo.
-¿Por qué lloraba Antoñito?
- Cuando alguien te quiere hacer daño, atacara siempre tu punto más débil.
Eso es lo que ha hecho tu primo que con la bebida estaba como un loco...
Pero lo que mas le ha dolido no es que lo imitara tartamudeando sino que
haya tenido que usar la fuerza.
Una persona tachada por loca, puede ser peligrosa para si misma y sobre
todo para los demás.
A la gente que bebe, la bebida les sienta de modo distinto: unos son
cantarines y chistosos y otros agresivos. Tu primo estaba que se caía de
lo que habia bebido pero además estaba como una fiera, era un peligro para
si mismo y para los demás. Si Antoñito no lo hubiese traído, al final se
habría llevado una paliza o el habría podido hacer daño a alguien.
¿Te has dado cuenta de lo poco que se parece hoy tu primo borracho al que
conoces de siempre cuando esta sereno?
Hay que saber divertirse sin amargar las fiestas a los demás y sobre todo
hay que saber beber y no perder el respeto.
¿Pero… papá esto se le pasara?
Si, se le pasara pero lo que hay que saber es que en este mundo hemos de
convivir todos juntos. Cuando no nos pasa nada malo o lo que pasa se puede
arreglar como esta noche somos afortunados.
Pero… ¿Te imaginas que tus primos no hubiesen hecho las paces y de ahora
en adelante se llevaran mal? Todo por una tontería o si no llega a entrar
en el bar su hermano y hace alguna tontería con alguno del pueblo o se lo
hacen a él.
- Pues menos mal que ha ido el primo. ¿Lo castigara el tío?
- Pues no lo sé. Esta vez ha sido la primera esperemos que haya aprendido
la lección.
-¿Y por qué se reía de su hermano y le llamaba tonto? ¿Por qué no es tonto
verdad?
Le trataba así porque él si que es un ignorante, que le parece que solo
existen los cuatro pueblos que el conoce y no se interesa por nada. Y ya
va siendo mayor como para saber que no solo existe en la Tierra lo que
nosotros vemos.
Hay muchos seres diferentes que habitan en otras partes a cientos, miles
de kilómetros de nosotros en otros países y que tienen rostros y tonos de
piel muy variados.
Cuando nacemos somos una incógnita porque influye todo en el nacer, crecer
y vivir.: ¿Como vendremos a este mundo, dónde y qué será de nosotros?
Todos y cada uno traemos capacidades y limitaciones, virtudes y defectos…
Y despues hay que sacar el mayor partido a todo lo bueno para que sea
superior a lo malo.
No es de buena persona insultar a nadie, y peor aun cuando lo haces
sabiendo que le vas a hacer mucho daño. Y entre hermanos, jamás. Se
conocen de siempre y saben lo que el primo sufre cada día.
El no tiene ningún retraso mental, solo que le cuesta un poco más que a
otros expresar lo que piensa. Su cerebro funciona bien pero piensa mas
rápido de lo que habla y la tartamudez lo frena. Se siente observado e
incluso algunos, se ríen abiertamente, con lo que en lugar de ayudarle, le
hacen daño y lo apartan de su lado.
-¿Lo entiendes?
-Si
-El cerebro es un mundo complicado que se divide en parcelas que se ocupan
de los comportamientos humanos y de sus habilidades. Por eso todos somos
diferentes.
Hay enfermedades muy crueles que hacen que la persona no sea consciente de
que esta loco y puede ser muy peligroso si su comportamiento es agresivo.
Tu primo es muy alto, muy fuerte, muy trabajador y hace una vida normal.
Pero hay un motivo por el que no tiene la misma facilidad para hablar que
otros.
Tener todos los sentidos es un privilegio y no debemos desperdiciar
nuestra suerte.
También hay incapacidades que se perciben a simple vista o cuando te fijas
un poco: un cojo o un paralítico, un ciego, un sordo, un retrasado mental,
a todos hemos de tratar de ayudarlos en lo que podamos y dar gracias de lo
afortunados que somos. Se trata de hacer algo por quien nos necesita. Y
sobre todo practicar el respeto y el amor al prójimo.
La tartamudez no es una tara y menos aún motivo de chanza. ¿Si en vez de
él fueses tú, has pensado como te sentirías?
-Mal
-Pues siempre antes de actuar hay que ponerse en lugar de la otra persona.
Aquella noche aprendió algo que no olvido nunca.
Cuando Antoñito vivió en su casa, las conversaciones con él eran sin
tartamudeo, sin periodos de silencio, sin nervios y fundamentalmente
mirándolo a los ojos como prueba de atención y de respeto. Y siempre fue
así.
Esa noche no presto atención al tartamudeo sino a lo que la conversación
en su conjunto habia supuesto para ella.
A medida que se acercaba a la parada de autobús pensaba en todo lo que le
había contado sobre las clases nocturnas y ese secreto a voces que habia
descubierto por casualidad.
Una emoción inmensa la invadió. ¡Que orgullosa estaba de su padre!
Tantos años y nunca había oído hablar de esa faceta.
¿Sería por eso por lo que a él le hubiese gustado tanto que ella fuese
maestra…?
©Escrito por camelia
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