NUNCA ES TARDE

por Camelia

 

¡Por fin era viernes!

La consulta termino sin incidencias y como de costumbre tras unos minutos de intercambio de opiniones y revisión de agenda pendiente, el médico se fue.

- ¡Hasta el lunes!
- ¡A pasar buen fin de semana!
- ¡Igualmente!

El aire de la noche fresca y oscura entro sin llamar nada mas abrir la ventana... ¡como se agradecía este soplo de viento que renovaba el aire viciado de toda la tarde!
Al estar cerca de la carretera general, el ruido no permitía llevar una conversación sin tener que elevar la voz. Durante la consulta no se abrían las ventanas manteniendo así la discreción y privacidad necesaria.

Sin perder un minuto se puso manos a la obra y empezó por recoger todo lo que tenía que estar bajo llave: medicamentos, sellos y recetarios. Repuso vitrinas y ordenó el material que se había utilizado a lo largo de la tarde y busco una hoja para petición del almacén.

Hizo un bulto con la ropa sucia de la camilla y la llevo al carro para la lavandería.

Apagó las luces de la zona de exploración y continúo dejándolo todo dispuesto para la próxima consulta.

Repasó y archivó los resultados de pruebas pendientes para organizarlos por días de consulta, cumplimentó las estadísticas, preparó el listado del lunes y las carpetas con graficas selladas y etiquetas de identificación de los pacientes y con el resto de solicitudes complementarias, volantes de petición…
Sin prisa pero sin pausa hasta que finalmente despues de terminar con la parte informática apagó el ordenador.
Al lado de los documentos que habia que distribuir a otros departamentos puso la petición para repuestos de material y de este modo, con un poco de suerte, el suministro llegaría el martes.

Bajó a lencería y despues paso por el servicio de esterilización.

Volvió a la consulta y ordenó cada cosa en su lugar correspondiente.
Finalmente agrupo la documentación de los historiales que debían ser enviados al hospital, los selló y precintó dejándolos en el despacho de dirección para el correo.

Echo un último vistazo y si no olvidaba nada, lo más necesario estaba listo para la semana siguiente.

Se cambio el uniforme por la ropa de calle y entro en el ascensor; pulso el botón de la B con intención de salir por la puerta principal pero nada mas abrirse las puertas en la planta baja oyó una voz femenina:

- ¡No sigas no, que la puerta esta cerrada, creíamos que ya no quedaba nadie!
- ¡Ah, hola, no sabia que era tan tarde!
- Si. Ya se han ido todos... Ya me extrañaba que no te hubiese visto salir sin que te despidieras. Perdona si lo hubiésemos sabido... Hemos llamado a la consulta pero no han cogido el teléfono.
- No importa. He estado reponiendo material y he ido de un lado para otro.
¡Buen fin de semana!
- ¡Gracias, igualmente!

Volvió sobre sus pasos y pulso para salir por la planta que daba al aparcamiento privado del centro y que se cerraba cuando todos salían despues de la última ronda.

En invierno no le gustaba mucho esta salida. Era un espacio lúgubre, y en ese lado de la calle no habia ni una farola. La poca iluminación procedía del pasillo y de las escaleras exteriores pero solo daban luz en una esquina.

Cruzó pitando el tramo que le separaba de la puerta, teniendo cuidado de no llevarse alguna de las cadenas que cercaban la zona de coches, y pegarse un porrazo.

Pasó la verja y salio a la calle; una acera estrecha, poco iluminada y llena de coches y contenedores de basura llenos hasta levantar las tapas, le esperaban haciendo fila.

En cuanto camino unos metros y vio la vía despejada paso a la acera de enfrente. En ese lado permanecían encendidos rótulos luminosos de algunas tiendas: la farmacia, la ortopedia, la óptica, y un par de bares.

Iba despacio, respirando profundamente para intercambiar en sus pulmones el aire fresco y oxigenado del exterior. No tenia que volver al día siguiente así que se lo tomaría con calma.
Habia recorrido unos metros cuando a lo lejos reconoció una figura y una forma de caminar que le resultaron familiares.

-¿Parece…? ¡Es Antoñito!

Resulta curioso que a un hombre con la corpulencia de un jugador de rugby y casi 70 años le sigan conociendo y nombrando Antoñito. La costumbre en muchas familias de poner el mismo nombre del padre a un hijo, hacia casi obligatorio sobre todo en los pueblos, que además del mote de la familia se les diferenciara con el diminutivo. Así que el padre era Antonio y el hijo Antoñito. Si vivía el abuelo y se llamaba igual entonces era el nombre y el sobrenombre correspondiente a la familia.

El tiempo pasa y la costumbre hace que la mayor parte de las veces aunque para los de fuera de casa sea Don Antonio, para la familia, sigue llevando el nombre cariñoso, que solo lo identifica a él y que a su vez él reconoce, en ese modo de llamarlo, a alguien que lo conoce de toda la vida y con el que le unen lazos especiales de confianza.

Cuando estaban casi a la misma altura le dijo:
-¿Dónde va mi primo por aquí?
-¡hooombre si si es la Meerceditas! Evidentemente este era su nombre también para los de la familia, aunque en su casa no habia precedentes, era la pequeña de todos los hermanos.

Antoñito tartamudea, sobre todo cuando esta entre desconocidos, se pone nervioso o se enfada porque quiere hablar más deprisa. Entonces es peor; se atasca de tal modo que puede estar un buen rato intentando pronunciar una palabra y no conseguirlo; al final, acababa dando media vuelta y marchándose para volver cuando se tranquiliza.

Se dieron cuatro besos y los saludos de rigor.
-¿Qué tal, de trabajar o qué?
-Si, aquí estoy mientras no me digan otra cosa.
-¿Y vosotros como estáis todos: la prima, los chicos y los nietos?

-Pues bien, bien están todos, gracias a Dios. Voy para casa que ya es hora de cenar y me estará esperando la mujer.
Salgo por la tarde a estirar las piernas y me voy a andar. Es que sino todo el día en casa te apolillas, pero como ahora se hace enseguida de noche voy mirando el reloj y a lo que me doy cuenta se me ha pasado el tiempo en un santiamén.
He entrado un rato a casa de la chica y me he entretenido más de la cuenta. La parienta no ha querido salir, que si le duele aquí que si le duele allá, le he dicho: “pues quédate en casa, que me voy yo solo”.
Es que se va haciendo uno ya mayor y yo, aunque sea hombre de campo, el frío me gusta cada vez menos. Y como no me apetecía estar mas en la calle y ya sabes que la chica vive cerca de aquí, a la vuelta me he pasado a estar con la nieta.

-Me parece muy bien. Pues yo voy al bus a ver si tengo suerte y viene pronto y también para casa. ¡Que la parada que hay en plena avenida es un ventilador! Entre el cierzo y la velocidad de los coches, te quedas como un polo. A veces me voy a la siguiente que esta mas protegida pero solo si veo que acaba de pasar. Con lo que tardan en venir no te puedes fiar que no te pille en la mitad de dos paradas.

-¿Que hace tu madre?
-Bien, esta muy bien, ya sabes en su mundo, pero físicamente está estupenda.
-¿Qué años tiene ya…casi 90?
-92 hizo en mayo.
-92 ya. ¡Como pasan los años! Y… ¡Cuantas veces me acuerdo de tu padre…que joven se murió!
-Si, pensar que ya hace más de 25 años que falleció se dice pronto. A nosotras nos ha hecho mucha falta. Nos costo mucho superar su muerte tan inesperada. Ahora ya puedo hablar de él con paz, pero es la parte de mi vida, que he tenido que asumir con mayor dificultad.

-Pues yo me acuerdo muchas, pero muchas veces de él. Tu padre me ayudo como nadie. De esto me di cuenta cuando yo fui padre y sobre todo ahora que estoy jubilado y estoy mas con la familia y veo a mis nietos, lo que saben… Que van a la escuela y hacen muchas cosas y las facilidades que tienen para todo.
Cuando yo era pequeño. En cuanto levantabas un palmo del suelo ya te mandaban al campo, al ganado, a trabajar y trabajar. Entonces las tierras tenían un valor que hoy no tienen y que también se pensaba de otra manera.

Pero mira tu padre, se pasaba todo el día en la carpintería sin parar y trabajaba de sol a sol pero a tu hermano lo mando a la escuela desde chiquitico hasta que termino la escolarización. Y vosotras porque ya os vinisteis a Zaragoza y erais muy pequeñas y de eso no os acordáis.

-Nosotras teníamos 2 y 3 años. Los recuerdos que tengo del pueblo son los de los meses que pasábamos en los veranos.

-Pues yo, lo poco que sé de letras y números me lo enseño tu padre… Y nunca le di las gracias. Y me pena muchas veces. Pero en el momento no le das importancia y despues… ¡Cuántas veces siempre que hago algo, me viene a la cabeza!
Yo entonces estaba todo el día trabajando y eso me libro de la escuela y con lo duro de mollera que he sido siempre, en aquellos tiempos estaba tan contento. ¡Que infeliz…!

Aunque entonces no me sentó muy bien la idea, con los años me he dado cuenta de lo importante que es tener unos estudios. Tu padre habló con el mío, para que me dejara plegar antes y me mandara a aprender alguna cosa que después me podría hacer falta. Y como tu padre sabía hablar tan bien y el mío le pedía muchas veces opinión lo convenció.
Se querían como hermanos. Y les toco vivir juntos épocas muy difíciles.
¡Que razón tenia! A mi me costó…Y entonces hasta me cabreaba, pero tu padre, no se andaba con tontadas. Y con el tiempo, sin darse uno cuenta, a medida que te haces mayor te acuerdas de cosas a las que antes no les dabas importancia.

Cuantas veces me he arrepentido de no haber seguido, pero así es la vida, después te echas novia, y se esta mejor festejando que en la escuela.

-No sabía nada de que mi padre te hubiese enseñado a leer y escribir…

-Pues si y no solo a mi, a muchos del pueblo que ya éramos mayores y no habíamos aprendido siendo pequeños, porque no habíamos ido a la escuela o éramos unos zoquetes.

-¿Y eso como fue? Es la primera noticia que tengo.

-Cuando tu padre cerraba el taller por la tarde, se acercaba a la escuela donde el maestro daba clases a los adultos. Entonces el maestro cogia un grupo y tu padre otro y nos enseñaban a los que ya éramos mayores y acudíamos a la escuela después de las faenas.

-No tenia ni idea…

-Tu padre lo tenía todo, era un buen hombre, muy listo y no tenia nada suyo. Que no se enterara que te hacia falta algo que ahí estaba el primero. Porque mira que trabajaba y cuando enseñaba tenía muchísima paciencia con nosotros, porque nos juntábamos una cuadrilla de zopencos. Siempre me acuerdo de Tomasin “el tuerto” que como no le entraban las letras ni a tiros para que no se las preguntaran se las comía; el caso es que cuando se dieron cuenta las hojas parecía que habían tenido carcoma; ya no le quedaban hojas sanas en el libro...
Y yo…anda que escucharme leer con lo nervioso que me ponía y eso que lo hacia sólo con tu padre que siempre me decía: No te preocupes que ya saldrá…Tú a tu ritmo.
Despues cuando me baje a Zaragoza estuve en vuestra casa mas de un año, que vosotras erais chiquiticas ¿no se si te acordaras?

-Si, de eso me acuerdo.
-Y estuve hasta que me case. Siempre que tenía algún problema, siempre podía contar con él…pero el egoísmo de los jóvenes que cuando se te mete algo en la cabeza no quieres escuchar mas que lo que te interesa y todo tiene que ser en ese momento. Y yo me doy cuenta también ahora porque aunque no haya sido muy listo, la vida te enseña también. Cuando eres joven…Te comerías el mundo y te parece que lo sabes todo y que así tienen que ser las cosas y luego ya es tarde para echar marcha atrás.
Un buen día que te parece que no va a llegar nunca, te has hecho un hombre y los que han estado a tu lado van desapareciendo y te quedas con esa falta para siempre. Hice muy mal las cosas con tu padre y con vosotros que siempre nos habéis tratado tan bien y nunca os lo había dicho.

El rostro de su primo se torno triste y los ojos se le humedecieron. Ya no le salían las palabras. A Mercedes le pareció que el tiempo no había transcurrido y que estaba con el joven que vivió en su casa y que a ella le parecía un gigante.
Se acerco y le dio un beso.

-¡Venga Antoñito!

Me alegro y te agradezco mucho que me lo hayas contado y tengas tan buen recuerdo de él.
La familia estamos para ayudarnos. Hace tiempo que nadie me hablaba con tanto sentimiento.
Cuando vivía mi padre si que recuerdo que en mi casa siempre había mucha gente y siempre era para pedir algo. Nunca le oí protestar. Era feliz echando una mano a cualquiera que se lo pidiese pero la respuesta que tuvo de muchos de los que pasaron en los buenos tiempos cada dos por tres, fue cuanto menos desagradecida.
Cuantas veces los domingos nos quedábamos sentadas en la calle o en la sala de entrada de los hospitales, mientras mis padres iban a ver a los que estaban enfermos o nos llevaban de visita a ver a los tíos y los primos. Ya sabes que mi padre era muy familiar y solo tenia libre los domingos, pues de paso que íbamos siempre le tenían preparada alguna chapuza para arreglar.
- Todo que me cuentes me lo creo. Es que yo no he conocido a nadie como él en la madera era un artesano, pero es que despues igual te arreglaba una cañería o te cambiaba un grifo, que te hacia la instalación eléctrica o levantaba una pared de ladrillos. De todos modos tu abuelo era igual y yo creo que el aprendió mucho de él porque siempre que podía lo acompañaba. Tu abuelo también mando a la escuela a tu padre antes que a trabajar. Tenían otra forma de pensar que la mayoría de los del pueblo que tenían campos y campos que enseguida mandaban a los hijos a trabajar.
Despues lo veías hablar con el médico, el maestro, el cura o algún forastero y llevaba la conversación como otro más.

- Yo lo que sé es que el día de su entierro había una marabunta y que bajaron muchos de los pueblos de alrededor; pero entonces yo, aunque era una adolescente pensé, de donde habrían salido y sobre todo donde se habían metido cuando mi padre empezó su calvario.
Lo recuerdo enfermo, lo mucho que sufrió y los pocos que vinieron a verlo. Aprendí de él como se sufre solo y se acepta lo que se tiene y lo que va llegando aunque sean enfermedades.
Muchas veces me he revelado recordando lo poco que se quejaba y como su ilusión era tirar para adelante. ¡Era un luchador nato!

Cuando falleció… ¡Nos quedamos tan solas! Las cosas se pusieron muy difíciles, y se pueden contar con los dedos de una mano los que nos arroparon entonces. Pero de todo se sale, y se aprende como es en realidad una parte del comportamiento humano. Y por eso mismo, aunque a ti ahora te parezca tarde yo te lo agradezco de corazón.
No sabía esa faceta de mi padre. El nunca me hablo de esto y aunque sea ahora después de tanto tiempo, yo podré contárselo a sus nietos.
Y ya sabes que si no lo hiciste antes es porque no estabas preparado o tal vez nunca supiste como hacerlo.

-Pues si ahora que soy viejo y veo como funciona la juventud, aun le doy más valor. Lo quería mucho y a vosotros también.

- Nosotros también os queremos mucho, siempre os hemos querido mucho y tú no eres viejo, este estupendo…

-Hombre no estoy mal, no me puedo quejar, porque todavía me puedo valer para mis cosas, pero cada vez me apetece menos ir al pueblo tan a menudo como antes. Ahora subo de vez en cuando para dar vuelta a las cuatro matas que tengo sembradas para casa y después hasta el verano ya no subimos.

-Es que ahora es ya tiempo de que disfrutes haciendo lo que te apetezca.
Bueno, me alegro mucho de verte y te agradezco lo que me has contado de mi padre. Y ten por seguro que él viendo como has salido adelante y como piensas, estaría más que pagado.

-Pues nada más que la verdad. ¿Quieres venir a casa un rato y te quedas a cenar?

-Te lo agradezco pero me estarán esperando. Mi hermano, se ha quedado hoy con mi madre, pero cuando yo llegue, él aun tiene que subir a la nave a preparar el trabajo de mañana.

-Les das recuerdos y besos a todos.
-Igualmente.
- Se dieron dos besos y un abrazo profundo y se dijeron adiós.

Mientras se alejaban en direcciones opuestas ella recordó una escena que ahora encajaba perfectamente en las lagunas que tenia entre sus recuerdos de niña.

Eran las fiestas en el pueblo y habían subido el fin de semana. Su tío Antonio y su padre estaban en amena conversación, mientras su madre y su tía se encargaban de preparar la cena.
Antoñito y su novia estaban en la verbena de la plaza y allí fue donde le avisaron de que su hermano estaba montando jaleo en el bar.

El alcohol en grandes cantidades te convierte en alguien sin control que merma la razón y puede generar un desencuentro entre dos personas, como en este caso ocurrió entre los dos hermanos.
La causa fue que Antoñito al entrar vio al mediano enzarzado en una fuerte discusión con otros del pueblo. Se acerco y le dijo que ya era suficiente y que fuese para casa a cenar.

El otro muy bravucón con las copas que llevaba encima aun quería seguir bebiendo.
Como no podía hacerse con él mediante la palabra, empezó a ponerse cada vez más nervioso y el tartamudeo era cada vez mayor; al beodo no se le ocurrió nada mejor que insultarlo e imitarlo mientras le llamaba tartamudo de mierda, delante de todos, a la vez que le lanzaba la mano cerrada.

Al puñetazo del borracho, Antoñito que era dos cabezas mas alto y tenia la corpulencia de un hombre acostumbrado al trabajo duro le dio dos hostias y lo agarró como si fuese un cordero y lo llevo a casa cargado a las espaldas, sujetándolo por las muñecas y los tobillos.

Cuando aparecieron por la puerta de casa, su tío Antonio se enfado mucho al ver al adolescente muy borracho y agresivo.

El borracho daba su versión de los hechos mientras tartamudeaba como lo hacia su hermano y aunque la realidad no era para reír en aquel momento en la cara de Merceditas apareció la sonrisa de quien esta viendo un espectáculo gracioso. Ver a su primo en ese estado e imitando al otro como si fuese una escena de circo en la que un payaso imita a alguien calcando todos sus gestos.

Cuando miró hacia donde estaba su padre creyendo que a él también le haría gracia, vio que estaba muy serio. Enseguida comprendió que la situación no era de broma.
Cada uno intentaba dar sus motivos y el tartamudeo fue transformándose en silencio, a la vez que el rostro se le congestionaba. La situación que se planteo en casa de los tíos fue: La tía llorando, el tío amenazando al pequeño con partirle la cara y Antoñito que se fue a la calle con el disgusto que llevaba por haberle pegado a su hermano.
Su padre salio a la calle un rato más tarde y se oían voces que llegaban pero no se entendía nada.
Mientras la tía le habia metido la cabeza debajo del grifo de la cocina y no tardo mucho en vomitar y vomitar con lo que poco a poco iba apaciguándose.
Cuando entraron, Antoñito estaba más tranquilo y todos hablaron más serenos y tras el perdón hicieron las paces.

Mercedes aunque no levantaba más de un metro del suelo, comprendió que la situación habia sido triste sobre todo despues de ver lágrimas en los adultos a los que nunca antes habia visto llorar.

Aun siendo tan pequeña conocía muy bien a su padre y solo con el tono o una mirada estaba el punto de seriedad con el que hablaba. Durante todos los dimes y diretes ella habia permanecido más quieta que los bancos de madera que se encontraban situados uno a cada lado del fuego del hogar. Estaba sentada concretamente en el de la derecha que era el banco que tenia al final y colgada de la pared una pizarra donde se entretenía muchas veces con sus primos.
Desde entonces no habia movido ni un músculo, hasta que la llamaron para sentarse a la mesa a cenar.

Despues de sobremesa y de regreso a casa, agarro la mano de su padre como hacia siempre cuando caminaban por lugares con peligro o con mucha gente.
Iban por la calle de tierra, era el camino mas corto para llegar al centro del pueblo. Habia tan solo una bombilla, al principio de la esquina. Con un poco de suerte si no era demasiado tarde se podían encontrar las ventanas iluminadas de las casas, en la que todos se reunían en la misma pieza alrededor del fuego. En esta ocasión estaba todo en penumbra ya que era tarde y casi todos estaban en el baile o en la plaza y los pocos que habia en casa seguramente estaban ya acostados.

Cuando llevaban un rato andando su padre le dijo:
-¿Te das cuenta como se puede dar un disgusto tontamente? En vez de disfrutar de las fiestas y estar todos en armonía, siempre hay algo que puede estropearlo.

-¿Por qué lloraba Antoñito?
- Cuando alguien te quiere hacer daño, atacara siempre tu punto más débil. Eso es lo que ha hecho tu primo que con la bebida estaba como un loco... Pero lo que mas le ha dolido no es que lo imitara tartamudeando sino que haya tenido que usar la fuerza.

Una persona tachada por loca, puede ser peligrosa para si misma y sobre todo para los demás.
A la gente que bebe, la bebida les sienta de modo distinto: unos son cantarines y chistosos y otros agresivos. Tu primo estaba que se caía de lo que habia bebido pero además estaba como una fiera, era un peligro para si mismo y para los demás. Si Antoñito no lo hubiese traído, al final se habría llevado una paliza o el habría podido hacer daño a alguien.
¿Te has dado cuenta de lo poco que se parece hoy tu primo borracho al que conoces de siempre cuando esta sereno?
Hay que saber divertirse sin amargar las fiestas a los demás y sobre todo hay que saber beber y no perder el respeto.
¿Pero… papá esto se le pasara?
Si, se le pasara pero lo que hay que saber es que en este mundo hemos de convivir todos juntos. Cuando no nos pasa nada malo o lo que pasa se puede arreglar como esta noche somos afortunados.
Pero… ¿Te imaginas que tus primos no hubiesen hecho las paces y de ahora en adelante se llevaran mal? Todo por una tontería o si no llega a entrar en el bar su hermano y hace alguna tontería con alguno del pueblo o se lo hacen a él.
- Pues menos mal que ha ido el primo. ¿Lo castigara el tío?
- Pues no lo sé. Esta vez ha sido la primera esperemos que haya aprendido la lección.
-¿Y por qué se reía de su hermano y le llamaba tonto? ¿Por qué no es tonto verdad?

Le trataba así porque él si que es un ignorante, que le parece que solo existen los cuatro pueblos que el conoce y no se interesa por nada. Y ya va siendo mayor como para saber que no solo existe en la Tierra lo que nosotros vemos.
Hay muchos seres diferentes que habitan en otras partes a cientos, miles de kilómetros de nosotros en otros países y que tienen rostros y tonos de piel muy variados.
Cuando nacemos somos una incógnita porque influye todo en el nacer, crecer y vivir.: ¿Como vendremos a este mundo, dónde y qué será de nosotros?

Todos y cada uno traemos capacidades y limitaciones, virtudes y defectos… Y despues hay que sacar el mayor partido a todo lo bueno para que sea superior a lo malo.


No es de buena persona insultar a nadie, y peor aun cuando lo haces sabiendo que le vas a hacer mucho daño. Y entre hermanos, jamás. Se conocen de siempre y saben lo que el primo sufre cada día.
El no tiene ningún retraso mental, solo que le cuesta un poco más que a otros expresar lo que piensa. Su cerebro funciona bien pero piensa mas rápido de lo que habla y la tartamudez lo frena. Se siente observado e incluso algunos, se ríen abiertamente, con lo que en lugar de ayudarle, le hacen daño y lo apartan de su lado.
-¿Lo entiendes?
-Si
-El cerebro es un mundo complicado que se divide en parcelas que se ocupan de los comportamientos humanos y de sus habilidades. Por eso todos somos diferentes.
Hay enfermedades muy crueles que hacen que la persona no sea consciente de que esta loco y puede ser muy peligroso si su comportamiento es agresivo.
Tu primo es muy alto, muy fuerte, muy trabajador y hace una vida normal. Pero hay un motivo por el que no tiene la misma facilidad para hablar que otros.
Tener todos los sentidos es un privilegio y no debemos desperdiciar nuestra suerte.

También hay incapacidades que se perciben a simple vista o cuando te fijas un poco: un cojo o un paralítico, un ciego, un sordo, un retrasado mental, a todos hemos de tratar de ayudarlos en lo que podamos y dar gracias de lo afortunados que somos. Se trata de hacer algo por quien nos necesita. Y sobre todo practicar el respeto y el amor al prójimo.
La tartamudez no es una tara y menos aún motivo de chanza. ¿Si en vez de él fueses tú, has pensado como te sentirías?
-Mal
-Pues siempre antes de actuar hay que ponerse en lugar de la otra persona.

Aquella noche aprendió algo que no olvido nunca.
Cuando Antoñito vivió en su casa, las conversaciones con él eran sin tartamudeo, sin periodos de silencio, sin nervios y fundamentalmente mirándolo a los ojos como prueba de atención y de respeto. Y siempre fue así.
Esa noche no presto atención al tartamudeo sino a lo que la conversación en su conjunto habia supuesto para ella.

A medida que se acercaba a la parada de autobús pensaba en todo lo que le había contado sobre las clases nocturnas y ese secreto a voces que habia descubierto por casualidad.

Una emoción inmensa la invadió. ¡Que orgullosa estaba de su padre!

Tantos años y nunca había oído hablar de esa faceta.

¿Sería por eso por lo que a él le hubiese gustado tanto que ella fuese maestra…?

©Escrito por camelia

 

 
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